Los buen*s chic*s queer frecuentan las muestras de “arte postpornográfico”

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Los buen*s chic*s queer frecuentan las muestras de “arte postpornográfico”

06 Enero 2014

Por el Colectivo Manada de Lobxs

...y de los espectadores, esperamos que al menos se sientan avergonzados.

Bertolt Bretcht

 

La sociedad capitalista requiere una cultura basada en imágenes. Necesita suministrar mucho entretenimiento con el objetivo de estimular la compra y anestesiar las lesiones de clase, raza y sexo.

Susan Sontag

En los últimos años la disidencia sexual queer postpornográfica asiste a una suerte de llamado al orden de la revulsividad de sus devenires monstruosos post-identitarios, que exige credenciales de autenticidad y carta de ciudadanía. Resulta por lo menos curioso la manera en que ciertos cuerpos que se auto-inscriben dentro de la disidencia sexual reculan a la hora, precisamente, de poner el cuerpo.

Si la heterosexualidad constituye un régimen político disciplinario, de producción y normalización de los cuerpos y de las subjetividades según un ideal regulatorio que invisibiliza su propia condición contingente, algunos cuerpos que se auto-proclaman queer o que auspician a viva voz la disidencia sexual son hoy,  paradójicamente, quienes dejan en atroz evidencia la eficacia del orden disciplinario heteronormativo en su hacerse carne. Este fenómeno de (hetero)normalización conduce finalmente a la tolerancia hetero-friendly: la nueva integración al grito de “Straight is Beautiful” y la cesión sin conflicto de las plataformas políticas de la disidencia sexo-afectiva al orden mayoritario heterosexual. “Go straight to the queer”: un juego de mesa que toda la familia puede jugar.

Siguiendo a David Halperin, no deja de asombrarnos la rapidez con la que la teoría queer se institucionalizó y fue aceptada por la academia, dispositivo que, como sabemos por Monique Wittig, pertenece fundamentalmente al régimen político heterosexual. Se torna sospechosamente extraña esta rapidez si pensamos que lo queer -no como teoría sino como praxis vital- sostenía una política radical derivada de su postura anti-asimilacionista, de su abrazo de choque con lo anormal y lo marginal que ahora parece ser canonizado y absorbido mayormente por instituciones de conocimiento heterosexuales, como nunca lo fueron antes de los “estudios gay-lésbicos”, claramente porque quien se denomina así tiene que hacerse cargo políticamente de su existencia contra heterosexual. Aparentemente, la teoría prevaleció sobre lo queer, y “si es teoría”, razonaron los académicos, “es una mera extensión de lo que gente importante ya venía haciendo”. Queer como marca registrada para estudios, teorías, eventos, bandas de cumbia y otros géneros,  viene a ser un lugar  “in” y “fashion” para que algunos cuerpos heteros se diviertan un ratito como putitos sin luego tener miedo de que algún otro hetero los ataque en las calles.

Nuestro juego de guerra contra el heterocapitalismo es bien otro. En él se tratará, entonces, de escapar de estos enclaves identitarios y de buena conciencia que la llamada al orden de lo hetero-queer también reclama, algo así como movilizar un devenir queer de lo Queer, devenir imperceptible, el anomal del anormal, que nuestro deseo resista inclasificable, móvil, errante y mutando mutante y que al mismo tiempo no funcione como la coartada para que los heteros puedan estar codo a codo con nosotras sin cuestionar sus prácticas, dado que lo queer permite a-identitariamente que estemos todos juntos en capilla.

¿Cómo? No se nos ocurre otra forma que inventando contra-placeres, contra-sexualidades, amistades políticas. Esto supone, claro, coger con todo tipo de cuerpos, no solo con aquellos que la hetero o la homonorma territorializan como "cuerpos deseables", pero no coger de cualquier forma, coger de las maneras diversas, desgenitalizantes y abyectas. Coger exige un cómo, una ética sexo-afectiva de desprogramación, cuestión de activar, desde la invención de nuevas prácticas contra-sexuales, derivas deseantes que fisuren, micropolíticamente, el orden molar de las identidades que la heterosexualidad como régimen político nos bioasignó. Y al mismo tiempo un “no coger”, un ascetismo reflexivo de los placeres, porque como ya hemos rezado hasta el hartazgo la gran frase de Foucault, decirle que Sí al sexo no es decirle No al poder. Y por supuesto... dejar de ir a las muestras de arte y dejar de esperar nada del mundo de la academia...

¿El postporno era esto?

"... a mí lo que me pone de verdad es la humillación desde el patriarcado...

Echo de menos a X porque él me humilla desde la heteronormatividad establecida.

La forma en la que él me habla y me da órdenes en la cama cuestiona mis posicionamientos políticos en torno a mi deseo. Supongo que cuando se tiene un amo no es tan fácil cambiar y X es mi amo ahora y yo le echo de menos una barbaridad. Porque resulta que me vio cenando con Lazlo en un bar de tapas del Ensanche, qué casualidad, y desde entonces no quiere verme"

María Llopis, miembro de Girls who like Porn en su libro El postporno era esto


* El presente trabajo es un adelanto del libro Foucault para encapuchadas (de. Milena Caserola) by Manada de Lobxs.