Libros, isleños y navegantes

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Libros, isleños y navegantes

06 Agosto 2016

Por Pablo Russo

Marisa Negri es poeta, docente y gestora cultural. Vive en el delta de San Fernando, y si bien llegó por ruta también la trajo el río, esa huella en común con la literatura de esta costa. Al igual que otra media docena de artistas de provincias vecinas, Marisa estuvo en Paraná participando del Festival Comunitario de Poesía organizado por la Biblioteca Esos Otros Mundos de la Asociación Civil Barriletes. El encuentro se desarrolló en escuelas primarias y en una nocturna, en un centro de salud barrial, una librería de usados y en la sede de Barriletes. Hubo presentaciones de libros, talleres, lecturas públicas, música y feria editorial; todo eso entre el jueves 28 y el sábado 30 de julio, en este primer festival que se presentó como “itinerante, pequeño y alegre”. “Con los chicos de Barriletes tenemos esta conexión con lo fluvial, y desde ese lugar de interés por una literatura del agua común venimos compartiendo poetas, como Juan L. o Carlos Mastronardi”, dice Marisa Negri sin quitarle la vista ni la sonrisa a un libro que minutos antes le obsequió Juan Manuel Alfaro personalmente. Aprovechamos su visita para conversar sobre la particular biblioteca popular Santa Genoveva, de la que participa, que tiene su sede en el arroyo Felicaria, en la segunda sección de las islas del delta de San Fernando, en la provincia de Buenos Aires.

Bibliolancha

El trabajo que realiza la biblioteca popular Santa Genoveva tiene que ver con una literatura en movimiento. Ubicada a dos horas en lancha desde el Tigre, se sostiene con el trabajo voluntario de una comisión ad honorem que integra una decena de personas. Como la biblioteca, de difícil acceso, recibe pocas visitas, desde allí decidieron trabajar con los textos fuera del espacio que los contiene. Actualmente, en relación a esta premisa, tienen dos programas en funcionamiento. “La “Bibliolancha” recorre lugares que dan identidad al delta, en relación a autores fluviales o autores que han trabajado la temática del río. Ya hicimos una primera estación en la casa de Haroldo Conti, en el arroyo Gambado. Ahí llevamos a estudiantes de la escuela secundaria del delta, la bibliolancha acompañó e hicimos una edición especial para esos chicos sobre Conti, que trabajamos con su biógrafo Juan Bautista Duizeide. La próxima estación es Roberto Arlt, con las “Aguafuertes deltianas”. Las cenizas de Arlt están en el río Capitán y Paraná de las Palmas, un lugar por el que pasamos a diario aunque no está señalizado. Rodolfo Walsh también está programado, pero el tema es que las dos casas en las que vivió pertenecen a particulares, y de pronto no podés bajar en el muelle de la casa de Walsh porque es la casa de otra persona, pero de todas maneras queremos intentar llegar o al menos acercarnos al arroyo Carapachay”, cuenta Negri. El esquema también contempla llevar a escritores a las escuelas y talleristas a lugares inhóspitos. La lancha para estas actividades es una donación que tiene la biblioteca, que además recibe apoyo de la Conabip (Comisión Nacional de Bibliotecas Populares) en lo que es pago de talleristas o de combustible.

Libros para viajar

La otra iniciativa se llama “Libros para viajar”, y consiste en un programa de lectura en las lanchas escolares. “Tenemos unas 20 cajas de libros y un esquema de animación de la lectura y talleres en las lanchas que los chicos toman para ir a la escuela. En el trayecto, de media o de tres horas -hay chicos que viajan un montón- hay docentes mediadores y gente que estamos formando para que trabajen de intermediarios”, señala la docente, que oficia de mediadora de la lectura en la Delta F, embarcación que toma cotidianamente para ir a dar clases. “Está muy cuidadosamente elegido el material, hay un estudio lancha por lancha de quienes viajan, porque también las utilizan los vecinos, mucha gente comparte el trayecto. Conocemos la composición y que les puede interesar, entonces podés encontrar desde libros de apicultura, de huerta o de plantas nativas, hasta libros más lúdicos para los pibes, de mandalas para pintar o de temática fluvial”, detalla Negri. En San Fernando funcionan aproximadamente unas 60 lanchas escolares, de las cuales muchas son convenios con empresas que hacen ciertos recorridos. La complicación con las 20 cajas viajeras es que en algunos trayectos no hay docentes en los botes. “Estamos formando a alumnos de secundaria como mediadores para que ellos puedan ser quienes lleven la caja. Lo que hacen es charlar con los patrones de a bordo, con los marineros, entonces la cargan un lunes y el viernes la bajan en su casa. Y esos libros que están ahí, cuando ya cumplieron un ciclo –la lectura en la lancha es voraz-, cada 15 o 20 días rotan”, relata Negri.

Testamento

La colección de la biblioteca Genoveva está dispersa porque nunca lograron un bibliotecario permanente. Es más fácil para ellos ir a las escuelas que combinar un sistema de transporte acuático que acerque a las visitas hasta la isla. La pequeña construcción, ahora con colores vivos en sus paredes, estuvo cerrada por casi dos años. Desde septiembre de 2015 comenzó una tarea de recuperación del lugar. “Estamos peleando un espacio físico más grande, que queremos que funcione como un centro de referencia del delta”, anuncia Negri. Pero la historia de la biblioteca es mucho más antigua que las vicisitudes actuales: se remonta al testamento de Genoveva Germana Agripina Lattuga, que había nacido en Francia, en 1896, y que fue esposa de Absalón Rojas, hermano de Ricardo Rojas. En 1958 lega sus tierras en el arroyo Felicaria a los isleños con el deseo de que se construya una sala de primeros auxilios y una biblioteca. Toma el nombre de Santa Genoveva porque es la patrona de París, ciudad natal de doña Lattuga. “La comunidad lleva adelante el legado de Genoveva, de alguna manera, pero luego se pone en movimiento gracias a acontecimientos muy azarosos: Guillermina Weil, la actual presidenta, tenía una maestra de francés en Capital Federal, que cuando muere le donó un mueble. Adentro de un cajón estaba el testamento de Genoveva Lattuga. Guillermina, que nunca había ido al arroyo Felicario, se tomó una lancha para ver de qué se trataba, y eso le cambió la vida. Se compró una casa y se mudó con su marido al delta, en los ochenta. Ella es quien puso a andar y gestionó la biblioteca. Y tiene el poder de contagiar esa cosa loca, porque a mí ni bien me mudé a la zona hace 4 años, me la presentaron y lo primero que hizo fue invitarme a la biblioteca. Y acá estoy”, narra Marisa, que a sus 45 años estudia bibliotecología para aportar a esta causa de transformar los libros en peces que fluyan por las aguas del delta y alimenten a sus pobladores.


Clases por Whatsapp

En el Delta de San Fernando las comunicaciones son complicadas. “Estamos revalorizando el rol del celular. Con las inundaciones y los problemas que hubo con las clases muchos profes decidimos formar grupos de Whastsapp y dar clases por ahí”, cuenta Marisa Negri. “Tratamos de que eso se convierta en una especie de radio: los chicos de primer años de la escuela hicieron entrevistas a sus abuelos, en un proyecto sobre memoria isleña, preguntando cómo iban a la escuela y cómo eran las islas antes. Intentamos usar esa herramienta a favor”, explica la docente de la Escuela Secundaria Técnica N°1 sobre esta original experiencia.

Fuente: El Diario