La mujer y el deseo de la historia

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La mujer y el deseo de la historia

26 Julio 2013

Un nuevo aniversario de la muerte de Evita nos invita a reflexionar sobre el poder innovador y revolucionario de la mujer en el derrotero de las sociedades. Su figura fue tan potente que se ha transformado no solo en un mito argentino sino en un mito universal. Si hurgamos un poco encontramos otros casos emblemáticos como Encarnación Ezcurra, la mujer de Rosas, cuyo parecido con Eva es insoslayable. Aguerrida, fuerte, sin duda más revolucionaria que el propio Rosas a quien le escribía unas cartas decididas sobre cómo debía responder a los acosos que estaban sufriendo. Sola, con un marido en la campaña de desierto, Encarnación fue una militante del ochocientos, creando grupos de choque que hoy podrían verse como “piqueteros”, maltratando a los mismos aliados de su marido, como los Anchorena, que fueron también inventores del Restaurador. Y como Eva, murió joven y tuvo un entierro multitudinario.

Cabe precisar, sin embargo, que existe una buena diferencia entre los que se considera como sujeto histórico mujer, y los diversos ejemplos de mujeres con poder. De hecho, también podríamos citar mujeres de diversa calaña que bastante mal le han hecho al género femenino con su modo de hacer política, para no ir muy lejos basta pensar en Margaret Thacher o en Isabel Perón.  Lo interesante es comprender el concepto de mujer, la idea que implica lo femenino en cuanto tal. Entendiendo “lo femenino” como una idea a la  que no siempre las mujeres representan, siendo actrices culturales de una sociedad de cuyos valores no es fácil escapar.
La actualidad está plagada de políticas de derecha que poco tienen que ver con esta idea.

En ese sentido, es más que recomendable leer  los textos de Victoria Sendón, una filósofa española contemporánea que ha reflexionado acerca del rol de la mujer en la historia y de la idea mujer.  Ella afirma que existe una etapa anterior a la arqueología, comprobada científicamente, en la que se han descubierto sociedades no bélicas, igualitarias, solidarias -donde no existían armas- y que rendían culto religioso a la Gran Diosa-Madre de la Tierra. Se dedicaban a la agricultura, artesanía, arte, comercio... eran ya ciudades neolíticas. Cinco mil años antes de Cristo tuvo lugar una invasión en toda Europa de tribus patriarcales, guerreras, nómadas, sociedades básicamente de dominación procedentes de la zona euroasiática. La brutal dominación que sufrió posteriormente fue producto de la inseguridad y el miedo del hombre hacia estas féminas procreadoras, diosas de la tierra que nada tienen que conquistar porque ellas son la naturaleza misma. Lo que vino luego es conocido: siglos de caza de brujas, un genocidio aceptado y promovido por las sociedades patriarcales manejadas por la Iglesia.

Pero la pulsión vital femenina resurgió con fuerza. La mujer es deseo, deseo liberador. Volviendo a la Argentina hay otros encantadores ejemplos de mujeres luchadoras, menos conocidos pero que han sembrado nuestra historia con atisbos creativos. Desde aquel grito de libertad que expresaba a finales del ochocientos el primer periódico feminista del país, fundado por la militante anarquista Virginia Bolten, cuyo lema era: “Ni Dios, ni  Patria, ni marido” -tiempos en que la luchadora Ema Goldman decía “si no puedo bailar no quiero ser parte de tu revolución”- han pasado más de cien años y todavía estamos tratando de que nos dejen bailar. Sería bueno recuperar aquellas voces de mujeres anarquistas que abrieron el camino. Otro personaje que no se puede olvidar es Salvadora Medina de Botana, quien fuera la mujer del director del diario Crítica allá por los años 30 del siglo pasado quien escribía en su novela La casa de Enfrente: “Todas somos raras. Amamos la literatura, el kummel y los cigarrillos turcos. Hablamos de cosas extraordinarias para mujeres. Tenemos opiniones filosóficas. Se hace música y se hacen versos; se habla lo mismo de la filosofía de Patanjali que del último figurín”, deseo en estado puro, capaz de amar a su marido al tiempo que flirteaba con otras mujeres. Eran tiempos de Frida Khalo en México.

Las madres de las que hoy rondamos los cincuenta tuvieron esas mujeres como ejemplo. Qué decir de Pirí Lugones, libertaria, contestataria, bella, inteligente, loca. Secuestrada por la dictadura militar. Desde las mismas catacumbas se la oyó increpar a su torturador: “Vos no entendés nada, yo soy la hija del inventor de la picana, y no vas a poder conmigo”. O de María Antonia Berger, fusilada en Trelew, sobreviviente del tiro de gracia, que con sangre escribió “Lomje” y el nombre de su fusilador: Sosa –hoy felizmente preso-. Luchadora incansable que también fue secuestrada en la dictadura siguiente.

Volviendo a Victoria Sendón, quien proclama el feminismo de la diferencia, sería indispensable recuperar ese “ser femenino libertario”. Asumir roles de poder no siempre significa abrazar el potencial creativo que llevamos dentro. Ojalá la avanzada de las mujeres en la política sirva para recuperar esa idea originaria de Diosa Madre Tierra que nada debe conquistar. Tenemos brillo propio, solo debemos sacarnos de encima el manto de oscuridad que durante siglos tendieron sobre nuestras cabezas.