La cumbia, más viva que nunca

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La cumbia, más viva que nunca

19 Noviembre 2016

“La llamarada se hizo continente”, dijo el presidente Hugo Chávez en su último discurso público. Esa frase fue usada cientos de veces por los organizadores del Proyecto Cultura Cumbia para contar que este género fue logrando, a los gritos y en oleadas invisibles, la utopía de Simón Bolívar de tener un solo pueblo hermano en estas tierras, desde el norte de México al sur patagónico.

Algunos suelen repetir que esta música sobrevive gracias a la rosca del mercado y de los grandes medios. Que son el negocio y las estrategias de marketing el pulmotor de su vigencia. Sin embargo, la realidad dice otra cosa sobre este fenómeno que está más vivo que nunca y que no deja de reinventarse, de sembrarse y florecer ligado a los sentires de los distintos pueblos, los problemas y los sueños de quienes habitan este lado de la tierra.

La cumbia está viva y latiendo. Se mezcla y dialoga con los ritmos y sabores de cada lugar y eso hace que cada quien la sienta como propia. Hay cumbia en Colombia, Chile, Perú, México, Argentina, Venezuela, Panamá, El Salvador, Costa Rica, Uruguay, Paraguay, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, entre otros. Pero no es sólo música en cada territorio, es una trama fuerte llena de identificaciones que nos conectan desde la más profundo: la expresión de “lo que nos pasa”. La cumbia es “de todo un poco”. También es una fuerte voluntad de descolonización, de sostener y crear identidad, de generar oportunidades de una vida mejor para nuestras comunidades, de celebrar juntos que estamos vivos. La cumbia se permitió un viaje donde no quedaron afuera las identidades propias y las cosas nuevas, con distintas maneras de hacer, de producir y de dialogar con los distintos paisajes y devenires.

Para los españoles que venían hace siglos a catequizar a "Nuestramérica", esta era la música del diablo: “Dicen que la cumbia es roja, porque bombea sangre en su andar; dicen que la cumbia es negra, porque viene del fondo del mar; dicen que es peligrosa, porque viaja y no mira atrás”, canta la “Cumbia del Infierno” de La Troba Kung Fu.

Negra, india y blanca

La cumbia nació del mestizaje de las culturas africanas, nativas y europeas, y así siguió su camino, para chorrearse por todo el continente o, quizás, para brotar en cada región desde una raíz común. Es la misma mezcolanza que puede verse en los orígenes de casi todos los ritmos folklóricos, como el tango, o la chacarera.

El mito fundacional dice que es en el cruce de estas culturas o prácticas donde nace en Colombia la música de gaitas. Las gaitas son unos instrumentos nativos de los indígenas que se puede describir como una especie de quena hecha a partir del corazón del cardón con una embocadura, generalmente de pluma de pato, que se engarza con cera de abeja y suena de una manera muy especial.

El encuentro de las gaitas y los tambores de parche, que traían los negros esclavos, fue generando una música a la que se le sumaban unas coplas o cantares, típicos de las expresiones musicales españolas. Ese amasado es la música de gaitas, que tiene distintas variaciones (cumbia, porro, paseo, puya y charanga). Esta música se fabricaba y se practicaba como una especie de ritual nocturno, donde los esclavos y los indios se juntaban a bailar alrededor de un fuego y enfiestarse. Hoy en día, estas formas, ritmos y sonidos se siguen escuchando en muchas músicas, por ejemplo, la cumbia villera.

Del mismo modo que entraron las coplas blancas en la cumbia (coplas que también pueden descubrirse en otros ritmos de esta tierra como la milonga o las murgas), también se agregaron los acordeones, que son instrumentos alemanes. Dice el relato que una vez naufragó un barco europeo en la costa caribe, y ese día amaneció la playa llena de acordeones, entonces estos mestizos tomaron los acordeones y empezaron a hacer las melodías que hacían con las gaitas. En ese encuentro surge un subgénero de cumbia que es el vallenato sabanero. Muchos años más tarde, próximo a la década del 50, Andrés Landero, Calixto Ochoa, y Alfredo Gutiérrez se vuelven grandes referentes y difusores de esta música: “Cuando Landero se muera, cumbeé; se acaban las diversiones, cumbeé”, dice la canción.

Una música que viaja

Uno de los primeros viajes de la cumbia es hacia México, de la mano del movimiento de Sonideros mexicanos, encargados de armar los bailes populares en México de mediados de siglo XX en adelante. Ellos sacaron de Colombia los primeros vinilos que sonaron en sus pistas y se expandieron por todas partes. En México la cumbia se arraigó tanto a la cultura musical que es imposible separarla de la música mexicana.

En Perú, ya en los sesenta sonaba música tropical, pero fue en el 68 cuando un músico increíble que venía tocando rock y música folclórica peruana decide grabar cumbia con una formación distinta, donde la guitarra sería protagonista, y el sonido beat psicodélico de la época, una gran influencia. De esa visión que tuvo Enrique Delgado se desprendería un enorme desarrollo musical en todo el Perú que tendría matices distintos en la sierra y en la selva. La cumbia amazónica y la cumbia “chicha” andina son algunas de sus grandes expresiones. Todas ellas de gran influencia para la cumbia en Argentina.

Al igual que en Perú, en Argentina, la cumbia tuvo un primer desarrollo en la capital, para luego explotar en las provincias y con los migrantes del campo a la ciudad.
Se escucha que en los años 40, Lucho Bermúdez consiguió un contrato para grabar en los estudios más modernos de la época en Latinoamérica, que eran los que la “RCA Víctor” tenía en Buenos Aires. Pero sólo podía viajar él y su pareja, que era la cantante. Así que en Buenos Aires reclutaron músicos en las orquestas de tango de la RCA, quienes tuvieron que aprender los ritmos colombianos para realizar la grabación. Esto generó que la cumbia se metiera en las orquestas típicas de la época, que incorporaron estos ritmos al jazz y tango que ya venían tocando en las fiestas de la alta sociedad.

Sin embargo, fue en los 60 cuando surgirían los primeros antecedentes de lo que hoy conocemos como "La Movida Tropical". Un grupo de estudiantes de distintos países de Latinoamérica formarían un grupo donde tocar ritmos tropicales, entre ellos la cumbia. Eran los Wawancó. Al mismo tiempo, del rejunte de algunos grupos que venían tocando música tropical surgiría la Charanga del Caribe. El primer grupo formado por músicos argentinos que interpretaba específicamente cumbia al estilo colombiano, y que tendría gran éxito en las confiterías de la capital argentina. Su fundador, Coco Barcala, sería una constante en la movida tropical argentina desde sus inicios hasta los éxitos de los noventa.

La cumbia villera vuelve a mezclar todo

Cuando a principios del nuevo milenio apareció la cumbia villera se produjo una renovación estética. Muchos arrugaron la cara. Pero la cumbia villera se constituyó como la última gran expresión cumbiera del continente. Por primera vez, Argentina exportaba un sonido nuevo a otros países de Latinoamérica que tanto la habían nutrido.

Éste subgénero tropical argentino nace en la zona norte del Conurbano Bonaerense, y pronto se multiplica por todos los cordones del mismo. Es en el conurbano, en esa tierra de diversidades infinitas, donde nace este sonido que reunirá influencias de la cumbia peruana, de la sonidera mexicana, la colombiana, y también de la santafesina y la norteña. Pero es también la continuación de la cumbia testimonial en las letras y sería el ingreso de una estética ligada al hip hop. Sin perder su conexión con la raíz, porque comparte su manera de sentir y expresar el sentimiento.

El surgimiento de la escena de cumbia emergente trae nuevas formas de entender la tradición de música tropical en el continente; interpretaciones que buscan nuevos horizontes y, al mismo tiempo, ponen en valor esta tradición cumbiera y popular.

La cumbia expresa una manera de entender el arte y la cultura ligada al trabajo (las familias musicales que llevan por generaciones su oficio de músicos) y también el arte ligado a la experiencia cotidiana de la muerte, al amor, al sexo, a la violencia, la injusticia, los oficios y la relación con la naturaleza y el paisaje.