Don Lunfardo y el Sr. Otario: el valor de hacer lo que nadie hace
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Por Rodrigo Lugones
Provenientes de la mítica ciudad de La Plata, aparecen hacia finales de los ´90 y se consolidan (amén de ciertas diferencias de estilo, y de tema) en la escena del Rocanrol de los barrios de la primera mitad del 2000. Construyendo una experiencia cultural, dentro de la autogestión, de crítica práctica a las condiciones que proponía la industria cultural de su época. Un rock que no es inocente, y ya no cree que la lógica de la distribución, producción y reproducción que ofrece el mercado es un camino casi seguro a las puertas del llamado “mainstream”.
De lo que se trata, para Don Lunfardo, es del Do it yourselft. Herederos históricos de Patricio Rey, lo que vienen a plantear, lisa y llanamente, es una sentencia contundente: toda ideología no es romanticismo tardío (a contra pelo de lo que el discurso posmoderno, concentrado en el rock actual, propone). Don lunfardo viene a decir y a hacer lo que ya nadie dice ni hace, lo que alguna vez dijo e hizo el Rey Patricio, ahí radica el principal valor de su obra.
¿Independientes de qué, se preguntarán muchos? De la producción y reproducción del arte de una época (realizan la venta y la distribución de sus discos por cuenta propia), de los medios de comunicación hegemónicos (prácticamente no tienen notas publicadas en grandes medios), del circuito establecido por el que “necesariamente” hay que pasar (crearon un circuito de presentaciones alternativo, literalmente inventaron lugares para tocar), de los jugosos y valiosos contratos de las discográficas transnacionales (decidieron, conscientemente, no firmar contratos discográficos), de la (im)potencia de los festivales de gaseosas, o de los de cerveza, en los que, hipócritamente, no se vende alcohol (no participan de ninguna de las variantes de los mismos).
El asunto es resuelto muy claramente por Federico Lozano, guitarrista de Don Lunfardo, en una nota hecha para degarageweb.com.ar: “La independencia tiene que ver con cuánto tranzás tu discurso y cuántos huevos tenés”. La carrera discográfica oficial de los Lunfardo arranca en Fotógrafos del abismo (2004), posterior a un demo conocido como El álbum verde (2000).
Grabado por el gran Gustavo Gauvry, es un disco en el que todavía se puede rastrear la esencia de un rock and roll heredero de Los Piojos de Azul, los ritmos latinos que están en los primeros discos de la Bersuit, un extra electrónico y muchas guitarras. Aunque con una fuerte presencia de una estética para una ética vinculada, siempre, a la experiencia contra-cultural que organiza a la tradición histórica del rock and roll (el prólogo de Enrique Symns al disco puede leerse en ese sentido, así como la poética que aparece en todos los textos de las canciones).
Don Lunfardo habla de lo que pasa en las calles, y en su obra (un respiro lúcido de cara a una escena post-Cromañón rendida frente a las propuestas del mercado) conviven convicciones estéticas y definiciones políticas, una coherencia que no solo admite el riesgo, sino que, también, acepta la reinvención continua.
Dato que se confirma cuando, en 2008, aparece, para ser descargado en forma gratuita (con consentimiento de la banda, tal vez empujados por el “Efecto In Rainbows” de Radiohead) Paracaidistas en franco retroceso. Un disco que genera un quiebre total en su producción artística, y que posiblemente pueda compararse a lo que significó para Radiohead, Kid A.
La música muta, abre paso a nuevos lenguajes y las referencias empiezan a ser otras (Joy Division, Depeche Mode, Tool, NIN, y escritores beat como William Burroughs dibujan el paisaje industrial y enfermo que retrata la banda en lo que es, hasta ahora, su último trabajo).
Samplers, afinaciones lejos de la clásica 440, y mucho rock and roll donde se lucen las guitarras y los arreglos de Marcos Tradatti (la promesa de la guitarra del rock argentino), son algunos elementos que se distinguen en el disco. De nuevo con la producción de Gauvry, grabado en Del Cielito, Paracaidistas… aparece desafiando todas las convenciones sobre las que se monta la industria y, a su vez, saliendo por donde nadie los esperó nunca. Un dato: a lo largo de todo el disco se escucha la novena sinfonía de Beethoven (una referencia a un parámetro que las discográficas tienen para definir cuanto tiempo debe durar un trabajo discográfico, la convención dice que una larga duración debe extenderse alrededor de setenta y cuatro minutos, lo que el director de Orquesta David Von Carahan tardaba en dirigir dicha sinfonía, Paracaidistas… dura bastante más).
Paradójicamente grabado con la banda tocando en vivo (un material con tanta presencia de secuencias electrónicas, a primera escucha, hace pensar en un disco de laboratorio el método Gauvry sella el estilo, lo fundamental es que la banda toque -), Paracaidistas… juega constantemente con la oscuridad y la luz, los personajes son suicidas, pibes que viajan en trenes adictos al poxy-ran, rockeros aletargados que venden su propio pasado –que funcionan como disparador para reflexionar sobre el momento que atraviesa la cultura rock-, yonquis, y hordas de negros que, al fin, perpetrarán la revolución.
Ilustrado y diseñado por el talentoso Adán Cohen (hijo del genio Ricardo Cohen, alias Rocambole), el packaging del disco sorprende. Es una lata que sólo puede abrirse con su correspondiente abrelatas, que contiene 16 tarjetas discales donde aparecen impresas las composiciones visuales que ilustran las canciones, y, en el reverso de cada tarjeta, el correspondiente texto.
Hoy por hoy están trabajando en un nuevo disco que busca, luego de haber grabado un oscuro y hermoso trabajo como Paracaidistas en franco retroceso, dejar de lado las máquinas. Lejos de las programaciones, los pedales de efectos, los samplers y los sonidos sintetizados característicos, la banda se dispone a asumir una nueva piel, con cambios en su formación que complejizaron el proceso de grabación. Decidieron acercarse al sonido negro, el blues y el rock and roll crudo (aunque seguramente atravesado por el estilo ya construido por la banda).
Don Lunfardo es la búsqueda sonora y visual de un proyecto que integra, también, una ética política de práctica de la gestión cultural que propone ir más allá en lo que la, hoy más decadente que nunca, industria de la música le propone a los artistas independientes de la escena emergente.
En la época de la descarga directa, en la que el mercado discográfico tiembla frente a lo que llama “la desaparición de la música”, las expresiones independientes toman una fuerza y un sentido correctos, le devuelven al autor de la obra de arte el rol de productor y distribuidor. De lo que se trata es de llevar adelante el desafío de confiar y apostar en los sueños (saltar sin red), que ya decía la Negra Poly: “Vos podés olvidarte de tus sueños, pero tus sueños nunca se olvidan de vos”.