Desacralizar la figura de Perón

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Desacralizar la figura de Perón

11 Mayo 2015

 

Por Mariano Pacheco

1964. Historia secreta de la vuelta frustrada de Perón, el libro de Ariel Hendler publicado en 2014 por la editorial Planeta tiene, al humilde entender de este cronista, dos grandes virtudes. Por un lado, logra sistematizar una serie de informaciones dispersas, constituyéndose así en un buen material de divulgación histórica. Por el otro, permite indagar de manera crítica no solo un tramo de la historia reciente de la Argentina sino –o sobre todo- una figura emblemática del pasado nacional: Juan Domingo Perón. Lejos de las perspectivas populistas acríticas, pero también a distancia de los gorilismos con pretensiones de neutralidad historiográfica, Hendler logra presentar la figura del ex presidente es sus costados más políticos, en el sentido pragmático del término.

El “Avión negro” fue uno de los mitos políticos más importantes de la década del sesenta. Sin embargo, más allá de la amplia cantidad de publicaciones de libros que lo trataron lateralmente, el “operativo retorno”, acontecido el 2 de diciembre de 1964, no había sido hasta ahora narrado en un solo volumen. Ese día, el General Perón –derrocado en 1955 por el golpe de Estado autodenominado “Revolución Libertadora”– se embarcó en un avión de bandera, de línea española, y junto con una reducida delegación de dirigentes peronistas, intentó regresar a la Argentina, desde su exilio en Madrid. El avión fue detenido en Río de Janeiro, cuando realizó allí su primera escala, y el “general” tuvo que retornar a la patria gobernada por el dictador Franco para continuar allí su exilio.

El libro aborda un período de la historia nacional por demás interesante, aunque no siempre del todo revisitado: desde el fracaso de los intentos insurreccionales del peronismo, a partir de la toma del Frigorífico Lisandro De la Torre, hasta el momento en que “El Brujo” José López Rega logra instalarse en el entorno íntimo de Perón. Hendler se mete así con la primera mitad de la década del 60, y logra a partir de un episodio particular (el ya mencionado “Operativo retorno”) y un hombre particular (Perón), reponer el contexto, tanto de los hechos como de los protagonistas que rodearon ese momento bisagra del movimiento que durante esa década había padecido proscripción (no podía presentarse a elecciones), prohibiciones (no podía ni siquiera mencionarse en público el nombre de Perón y Evita, por ejemplo), fusilamientos (como los de José León Suárez, en 1956, luego del alzamiento cívico-militar encabezado por el general peronista Juan José Valle), ultrajes (el cadáver de Eva Perón fue secuestrado por los “libertadores”), además de cárceles, torturas, destierros y “desapariciones forzadas” (en 1962 fue “detenido-desaparecido” el joven trabajador metalúrgico Felipe Vallese).

En la minuciosa reconstrucción de época realizada por Hendler, pueden rastrearse nombres y episodios olvidados en muchas otras apuestas historiográficas, que en los últimos años han proliferado. Así, este periodista que viene trabajando desde hace un tiempo en la “historia reciente”, aparecen nombres como el de Emilio Difilippo –un trabajador de dieciséis años ametrallado por la policía mientras reprimía una protesta realizada por la CGT en el marco del plan de lucha de ese diciembre del 64-, la conmemoración (el 30 de noviembre, también del 64) realizada en Rosario para el cuarto aniversario del alzamiento del general peronista Miguel ángel Iñíguez, por la misma población obrera de Villa Manuelita que había protagonizado una pueblada cuando se produjo el golpe del 55), la publicación de la revista Compañero, dirigida por el médico y periodista Mario Valotta. También los intentos de lucha armada, que ponen en cuestión una doble comprensión del período: la que adjudica exclusivamente a la Revolución Cubana el inicio de las acciones armadas en el país, y la que entiende que la guerrilla es producto de un proceso de radicalización de los jóvenes pertenecientes a los sectores medios (que va de la mano de la interpretación anterior). Reconstruyendo el contexto previo al “Operativo retorno”, Hendler da cuenta de que hubo un proceso de radicalización de la clase obrera argentina, que está íntimamente ligado al proceso de represión que padeció el peronismo.

Otro de los lugares comunes que el libro pone en cuestión es la “lentitud”, inoperancia, y falta de iniciativa del ex presidente radical Arturo Ilía. Hendler relata cómo era la dinámica de “la tortuga” y el lector logra entender por qué el radical pudo frenar el retorno de una figura central de la política argentina como era Perón. Si bien aquel día no fue declarado el Estado de sitio, la Marina de guerra ordenó a las bases navales de Puerto Belgrano y Punta Indio que alistaran naves de combate, la Gendarmería y la Prefectura Nacional reforzaron su presencia en las fronteras con Paraguay y Brasil, y la Policía Federal, junto con la Bonaerense, se apostaron con armas largas en el aeropuerto de Ezeiza, cerrando los accesos, listos a disparar si se producían manifestaciones populares. Que no se produjeron. Y de allí la gran incógnita de la jornada. Por qué, más allá de que el general fue sorprendido en la escala que el avión que lo trasportaba hizo en Brasil –producto de una intensa y veloz actividad diplomática emprendida por el gobierno de Ilía- no hubo una reacción popular en Argentina. Ya en su momento el dirigente peronista combativo John Willian Cooke cuestión al viejo líder la forma en que organizó el operativo, los sectores del peronismo en los que se respaldó, etcétera, pero en un contexto como el que actualmente transita la Argentina no está de más recordarlo. Y tal vez aquí radica el mayor aporte del libro.

En 1964 con encontramos con un Perón de carne y hueso, y sobre todo, con un Perón real, no idealizado por el paso del tiempo. Revisitando los comportamientos del viejo líder en esos años que van desde La Revolución Libertadora hasta el “Operativo retorno”, es más fácil entender las decisiones que Perón tomó en 1973, cuando realizara su definitivo retorno al país. Su giro a la derecha de entonces, su respaldo a sectores conservadores –y aún fascistas– en contra de las expresiones revolucionarias, no se erigían como una novedad, sino que formaban parte del ADN de tácticas y estrategias del viejo líder.