David Bowie en su laberinto

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David Bowie en su laberinto

16 Enero 2016

Por Gabriela Canteros

Recordado por su papel de Andy Warhol en "Basquiat", David Bowie es el artista metamorfoseado que atraviesa las décadas y las tendencias artísticas para convertirse en un clásico de la cultura en general. Su exquisito gusto por la ropa le valió la admiración de las grandes marcas y le sirvió como tarjeta de presentación, pero su verdadero auge fue en la música, con cierto toque de misticismo, y su lánguida figura en escena que adquiere el personaje de Jared, el rey de los globins.

El relato tiene una gran influencia de Lewis Carroll. Sara (Jenifer Conelly) es una Alicia contemporánea, con el espíritu infantil y fantasioso de niña del relato. Ambos dramatizan sus roles de heroína y villano en un mundo mágico y caótico que tiene mucho de "mundo cool"; la incoherencia y la sinrazón son los ejes que se manifiestan en un escenario lleno de magia y personajes fantásticos.

Cuando recordamos la película, el sonido de la banda resuena en nuestras cabezas. Las imágenes compactadas de Escher, las escaleras que suben y bajan en una simetría infernal, la risa de la anciana en medio del basural.

Algunos cuentan los números de títeres en el filme, sin embargo no recordamos títeres sino personajes. Un laberinto perfecto sin fin, que se renueva a cada instante, una salida imposible sin antes realizar un sacrificio.

Una adolescente que debe tomar una decisión difícil, triste y alegre a la vez, hermosa y terrible: "crecer". Asumir el paso del tiempo, en medio de la encrucijada por intentar seguir perteneciendo al mundo fantástico y soñador de la infancia. La danza mágica moviliza a los globins, divertidos y grotescos a su vez, como salidos de una pesadilla. Cada personaje vestido como un moderno mosquetero, un dulce niño con traje de chupetín, la antesala de "Charly y la fabrica de chocolate", pero mas aún: la génesis de esta obra está tal vez en "Alicia en el País de la Maravillas" o "El Mago de Oz".

El filme, hoy de culto, tuvo una especial recepción en Argentina, quizás porque el concepto de laberinto sea una metáfora recurrente y la favorita de reconocidos escritores. Hay algo que nos une, esa idea de estar buscando siempre la salida, los recorridos siempre intrincados, la complejidad encarnada en el espacio, el tiempo, la transformación, el tránsito.

Sara, la protagonista, debe transformarse, debe dejar su infancia y convertirse en una adolescente, vivir en ambos espacios jugando, y el laberinto es su último gran juego antes de iniciar un ciclo de mayor responsabilidad.

Bowie (Jared) es un sueño, una fantasía infantil, pero es también parte de ese mundo que cambia ante ella. Él es juego, diversión, sorna, comedia y tragedia. Y así será Bowie el resto de su vida: excéntrico y febril creador, tal como permanecerá para siempre en el recuerdo del cine internacional.

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