Chorizombilandia #10: Una notita al pie

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Chorizombilandia #10: Una notita al pie

16 Diciembre 2017

 

Por Silvana Casali

Ilustración: Leo Sudaka

Pero eso que escuché no estaba dirigido a mi persona, así que a otra cosa, mariposa, y a seguir chupando tranquilo, que encontrarse con un vaso de juancito caminador en un sucucho como este, bueno, era una bendición.

Y además yo estaba ahí para contar otra historia. Esa que había nacido como rumor en San Cayetano y a la que en el diario no le habíamos dado bola porque, bueno, se sabe que entre pueblitos cercanos siempre hay pica y que un par de fulanos sospecharan que acá se usaban fetos para rellenar embutidos, bueno, en mi opinión era producto de broncas acumuladas y no un asunto periodístico.

El tema fue cuando a la redacción empezaron a llegar denuncias de otros pueblos. Que un paisano de Trenque Lauquen tenía un choriconsuegro que vivía frente al río, y que veía desde su ventana, cada tanto y de madrugada, un camión sin patente detenerse en la rivera. Que otra vez, aprovechando que estaba su hijo de visita, se había animado a salir de su casa para acercarse al vehículo y ver cómo un tipo tiraba una red al río y juntaba un bulto que metía en el camión. Que una chorimaestra le había comentado a su suegra, que vivía en Tres arroyos y era la que nos daba aviso, que en el acto del 20 de agosto la celadora le había ofrecido un chori al intendente y este se había negado diciendo ser vegetariano. Todos en el pueblo sabían que eso no era cierto. Así que ahí la cosa mereció un recuadrito al pie de la página 7, abajo del tipo que se había ganado el gordo de navidad.

Después llegaron las misivas, porque en el pueblo empezaron a creer que los teléfonos estaban intervenidos. Decían que cada vez que uno levantaba el tubo y empezaba a hablar se escuchaba levantar otro tubo. Un viejito nos dijo que estaba convencido que escuchaba una respiración cada vez que su hija lo llamaba desde la Capital. Cuando se lo conté al Roni me dijo que el que respiraba era el tipo que se estaba cogiendo a la hija. Estuvo bien, el Roni.

La verdad es que yo seguí con mi vida. Lo que pasara a más de 300 km de Buenos Aires me tenía sin cuidado. ¿Y qué si había una mafia que usaba fetos para rellenar chorizos? No es que mataban bebés para comer. Si uno lo veía con ganas hasta era una forma de reciclar. Y además, ¿qué podía importarme todo eso? Cecilia estaba con otro y yo no podía sacármela de la cabeza. ¿Y quién es este karateka que ahora se volvió tan importante para el pueblo? ¿Por qué no lo cuidaron si era de los sindicalistas buenos? Que Daniel San vive... que las colegialas lo ven en los baños abandonados de la escuela, pidiendo que hagan justicia... Que se le aparece a su amante en sueños y le dice que el gordo Picsa está metido... Pff. No me jodan. Yo no quiero saber nada de esa historieta. Yo estoy del lado del que le pegó el tiro. El pobre cornudo.

Pero una noche recibí en mi casa la carta de una chica pidiéndonos que por favor diéramos a conocer lo que pasaba. Era de Chorizombilandia, por eso en los primeros párrafos se atajaba diciendo que reconocía lo de los olores y los viejos meando todo, pero que esto iba más allá. Nunca supe cómo consiguió mi dirección. Tenía linda letra. Pensé que evidentemente había chorizombis que salían de la media. Ahí empecé a desear que D.L. me mandara al pueblo solo para tener que entrevistarla.