Bourne deglute a Snowden

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Bourne deglute a Snowden

11 Agosto 2016

Por Laura Lacaze*
Desde Florianópolis

La última película de la saga Bourne tiene dos objetivos claros: el primero es hacer gala de la capacidad de fuego de los Estados Unidos: su absoluta supremacía tecnológica y el control que ejerce sobre los flujos de datos que circulan en red y la disponibilidad de satélites para enfocar al instante. El segundo es disputar la interpretación de esa realidad en el sentido común buscando transformar la connotación claramente negativa que se construyó inmediatamente después de las revelaciones de Snowden a un valor positivo. Si había alguien en el mundo que no se sentía vigilado probablemente salió del cine mirando para atrás, para arriba, para abajo y para ambos costados.

Entre otras puestas en escena, se destaca la del centro de crisis en el cuartel central de la CIA que nos muestra cómo desde ahí se accede a los Circuitos Cerrados de Televisión de calles, edificios y estructura de servicios de transporte (similares a los que contribuyeron al estrellato del ex intendente de Tigre Sergio Massa) de cuatro países europeos: Islandia, Alemania, Grecia y Gran Bretaña. Además, obviamente, de los de los Estados Unidos.

El acceso se da en tiempo real y se complementa con el acceso a los datos de las fuerzas de seguridad de esos países, inclusive de sus comunicaciones internas, con la usual ventaja diferencial de los ojos en el cielo, las imágenes satelitales, y de, más está decir, con el análisis instantáneo de las interacciones en redes sociales. En una muestra de cinismo total, se muestran cortando la energía eléctrica de un edificio a un océano de distancia. Aquello que los profetas de la seguridad cibernética del norte una y otra vez colocaron en el imaginario como una potencial acción terrorista de los hackers del mundo, lo hace la CIA.

Come clean

Borne es una pieza de la estrategia comunicacional de manejo de crisis y contención de daños. Como lo hemos visto en varias series y películas la estrategia consiste en dos pasos: el primero "come clean", aceptar y hasta complementar la información ya difundida sobre el escándalo en cuestión. Así, no se gastan esfuerzos en tratar de tapar el sol con un dedo y se gana credibilidad al aceptar aquello que ya fue difundido. Esto posibilita concentrar y apalancar los esfuerzos en un único, pero fundamental objetivo, el segundo paso: la disputa por el sentido, por la lectura, que sobre esos hechos hace el público en general.

En este sentido, la película es absolutamente clara: todo lo publicado por Snowden es verdad, las agencias de seguridad estadounidenses controlan todo lo que pasa en Internet lo que incluye puertas traseras a los servidores de los principales operadores de servicios online. También son ciertas las afirmaciones sobre las relaciones carnales existentes entre las agencias de seguridad y los directivos de las empresas líderes de Internet. Expresión de aquello que Assange llama complejo industrial militar de vigilancia. En la película se muestra a la luz del día el papel (financiero y organizacional, e inclusive, de no acción sobre las situaciones de monopolio) que los sectores de seguridad estadounidenses tuvieron y tienen en los orígenes de las empresas que hoy dominan Internet y de la intención con éxito de un quid pro quo. Expuesto todo esto mediante teatrales problemas de conciencia es claro el maniqueísmo en la disputa del sentido.

El peligro como toda justificación

Una vez visto todo esto, el espectador podría comenzar a justificar las acciones de aquellos que tornaron públicos los excesos del sistema de seguridad de los Estados Unidos. En esto la película se apura en avanzar sobre el segundo objetivo: No, la verdad trae graves riesgos. Aquellos personajes que representan a los que quieren difundir los datos tienen cara de malos y se portan como malos. Siguiendo un libreto explotado hasta el cansancio, la película expresa que el peligro por las acciones de difusión de las prácticas estadounidenses a lo largo y ancho del planeta se expresa en dos dimensiones: la dimensión concreta de las operaciones de campo en ejecución y el riesgo un poco más difuso sobre la disminución de la capacidad de prevenir catástrofes futuras.

Sobre la primera, nos dice que como consecuencia de la exposición de los datos de una de las operaciones encubiertas (en clara referencia a los alertadores orgánicos de las fuerzas de seguridad: Manning y el propio Snowden) un agente encubierto fue capturado y mantenido por dos años en esa condición sufriendo terribles torturas. Por si al espectador no le había quedado clara la idea o por si no le había asignado suficiente importancia, la película refuerza el argumento con una imagen que vale más que mil palabras: una espalda salida del medioevo, o tal vez, de un un lugar más cercano como los campos de algodón donde los civilizados amos del sur de los Estados Unidos “disciplinaban” a sus esclavos a latigazos puros. Este punto es muy importante, porque pese a este argumento sobre el supuesto riesgo que las develaciones implicaron para los agentes de campo fue usado insistentemente, como argumenta Assange las autoridades del país del norte nunca presentaron una sola prueba, ni un único caso documentado en el cual tal riesgo se haya concretado.

La segunda es la idea fundamental que está por detrás de Borne y que cuenta con el guiño del propio héroe de la saga: Cierto, el control que tienen las agencias de los Estados Unidos es total y viola completamente la privacidad y los derechos de todos, pero desarmar esas estructuras llevaría a un futuro catastrófico, tan catastrófico que no se puede pensar. Al igual que se nos decía sobre la dictadura hubo excesos y estos son encarnados por personas concretas. Pero eso no cuestiona la estructura: el programa de información total se contrapone al miedo total. Por eso Bourne coloca una vez más la misma cuestión maniquea con la que el poder punitivo se viene legitimando desde los tiempos de la inquisición: ¿libertad o seguridad?

Una respuesta alternativa a esa pregunta mentirosa nos la da Zaffaroni: ante el miedo cautela. El miedo siempre nos hace tomar malas decisiones, la seguridad como promesa utópica de ausencia de riesgo es un inalcanzable. En oposición, lo único que como colectivo realmente podemos tratar de evitar con alguna esperanza de éxito concreto son las aberraciones realizadas por el poder punitivo descontrolado que actúa en nuestro nombre e invocando nuestra protección.

* Maestranda en Relaciones Internacionales. Investiga Sistemas de Vigilancia Masiva en Internet.