El plan de Vidal para militarizar la seguridad

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El plan de Vidal para militarizar la seguridad

31 Mayo 2017

Por Esteban Rodríguez Alzueta*

Hace rato que la derecha viene haciendo política con la desgracia ajena y manipulando el dolor del otro. A través de la inseguridad y la lucha contra la corrupción -los dos lugares favoritos del periodismo televisivo-, Cambiemos fue reclutando las adhesiones que necesitaba para ganar las elecciones. El autoritarismo simpático encuentra en el miedo nuestro de cada día un punto de apoyo para legitimarse. No sólo tiene la oportunidad de desplazar las cuestiones sociales por problemas policiales, sino que construye victimas sacrificiales para, de su destrucción, salir fortalecido. 

Acaso por eso mismo la policía se ha convertido en la vidriera de su política. Cuando los funcionarios empiezan a descomprometerse de muchos problemas y cuestiones que hasta hace muy poco constituían su razón de ser, la seguridad empieza a ser referenciada como uno de los pocos ítems donde los gobernantes de Cambiemos puede presentarse como merecedores de votos. Me explico: si está visto que los funcionarios no pueden hacer campaña con la educación (a los maestros no les alcanza el sueldo), ni con la salud (los remedios salen cada vez más caros y las obras sociales ya no lo entregan gratis), ni con la vivienda (solo hay créditos para la clase media muy ubicada), o el trabajo (aumenta la desocupación y la precarización laboral), en este contexto de descompromiso, uno de los pocos temas que les quedan a los funcionarios para presentarse como merecedor de votos en las próximas elecciones será a través de la seguridad. Entonces prometen más policías a cambio de votos. No sólo más policías, más patrulleros, más cámaras, sino más cárceles, más penas, bajar la edad de punibilidad. La guerra contra la droga se completa con la guerra al delito. Son guerras sin cuartel o, mejor dicho, guerras donde conviene sacar todo el cuartel a la calle. 

Esta semana nos encontramos con dos noticias que no son un dato menor, y que bien sirvan para seguir marcando las discontinuidades con el ciclo kirchnerista. La primera de ellas circuló por las redes sociales. Miembros de la Fuerza Aérea estuvieron realizando en el partido de Quilmes, en pleno centro de la ciudad, tareas de control poblacional. Una tarea que está vedada por las leyes de Seguridad Interior (Ley 20.059) y Defensa Nacional (23.554).

La segunda noticia, es fresquita también. Hoy nos desayunamos escuchando a la gobernadora María Eugenia Vidal que había decidido emplazar a los cuerpos de Infantería y Caballería en tareas de control prevencional situacional. “La policía tiene que estar en la calle”, dijo. Que no quede ningún policía en los destacamentos. La medida la justifica en el fracaso de la Policía Local. Si estas policías no sirven para nada –y que conste que coincidimos en este punto-, entonces, en condiciones de emergencia securitaria –no olvidemos que la emergencia en seguridad fue declarada al comienzo de la gestión- debemos valernos de los grupos especiales. Poco importa si estas fuerzas de seguridad fueron entrenadas para intervenir en otros conflictos muy distintos. El delito, o mejor dicho, el miedo al delito, demanda que se ponga toda la carne al asador. 
No olvidemos que “infante” significa “el que no habla”. El cuerpo de infantería –si lo sabrán los militantes sociales que salen  a la calle para reclamar por sus derechos-, es la fuerza de choque del gobierno de turno, su mejor guardaespaldas. Un cuerpo policial que no fue entrenado para dialogar sino para pegar. Lo mismo sucede con la el cuerpo de Caballería, la fuerza de choque con la que se miden los hinchas de futbol o fans en los partidos y recitales.  
La policía que tenemos es una policía a la altura de las expectativas del gobierno de Cambiemos. Cuando los funcionarios clausuran las paritarias, criminalizan la protesta, judicializan a los opositores y estigmatizan a la militancia, están proscribiendo la política. En ese contexto no es de extrañar que se vuelva a sacar a los militares y grupos de choque a la calle. Un estado que no habla necesita de una policía que reprima. 

 
*Docente e investigador de la UNQ. Director del Laboratorio de Estudios Sociales y Culturales sobre violencias urbanas de la UNQ (LESyC). Autor de Temor y control  y La máquina de la inseguridad. Coautor de Hacer bardo. Miembro del CIAJ e integrante de la Campaña Nacional Contra la Violencia Institucional.