Superclásico sin visitantes: ¡Lo logramos, somos Europa!

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Superclásico sin visitantes: ¡Lo logramos, somos Europa!

05 Octubre 2013

Por Enrique de la Calle

Uno de los personajes de Capusotto estaría feliz de enterarse, por fin, que en algo sí nos parecemos a las principales naciones del mundo. El hombre, “que nunca viajó afuera pero le contaron”, va por la vida comparando a la Argentina con otras realidades: en ese testeo redescubre que “este país siempre fue una bosta”. “Y nadie hace nada”, canta desolado.

Esa cantinela (“y nadie hace nada”) la repitieron durante años periodistas, especialistas en seguridad y cientistas sociales, para explicar la desidia estatal en relación a la denominada violencia en el fútbol. ¿Qué había que hacer? Copiar a los ingleses, claro, que allá por los noventa habían logrado terminar con “el flagelo”. “Vos allá te parás para putear al árbitro y te sacan la platea de por vida”, podría decir el personaje del humorista y sería hasta gracioso. Pero argumentos parecidos se escucharon durante mucho tiempo.

Desde hace un par de fechas, las autoridades en materia de seguridad decidieron que el fútbol argentino se juegue con una sola parcialidad, la local. Habían improvisado esa medida en otras oportunidades. Ahora parece que la decisión está llegando para quedarse. De ratificarse podremos decir orgullosos, ahora sí, que en algo nos parecemos a los europeos. En el viejo continente también están prohibidos los visitantes. No vaya a ser cosa que miles de personas que piensen distintos (y peor aún si son apasionados) compartan un estadio de fútbol.

¿En qué consiste el bendito modelo inglés? Básicamente, en la expulsión de los sectores populares de las canchas. Que ahora miran los partidos por televisión en los pubs. Eso sí, los estadios son lujosos (con entradas a 200 libras) y las butacas, muy cómodas. Y en los bares, la cerveza es muy barata. Es un modelo que se basa en una doble expulsión: del “otro pobre” y del “otro rival”. Ricos y de un mismo equipo, puede ser la consigna.

El esquema intenta replicarse acá, aunque por ahora con titubeos. Las entradas en el país no son caras, lo que permite conservar en los estadios el perfil policlasista que siempre los caracterizó. Sin embargo, de ratificarse la restricción sí se eliminarán rasgos centrales de la cultura futbolera nacional, como es el duelo de hinchadas entre parcialidades rivales (con todo lo que eso implica: quién dijo que la convivencia democrática era sencilla). Sobre este punto se ha extendido Horacio Bustingorry: con precisión ha hablado de “cultura popular amenazada”.

Y lo sorprendente es que esa política se toma sin tener en claro sus efectos sobre la violencia en los espectáculos deportivos, a la que no hay que ignorar. Pero hay que comprender algunos elementos del fenómeno. Por un lado, el rol de las fuerzas de seguridad, responsables históricas del mayor número de muertes en el fútbol, según las estadísticas al respecto. Uno de los últimos muertos en una cancha (un hincha de Lanús), fue asesinado por la Bonaerense. Mañana se destinarán al superclásico más de 1000 efectivos, sin una preparación específica para enfrentar situaciones vinculadas con la cultura futbolera (en Europa sí lo están, eh...). Otro elemento a contemplar tiene que ver con las internas en las barras bravas de algunos clubes, lo que exige intervenciones concretas que nada tiene que ver con la restricción de los visitantes. Anoche eso quedó demostrado cuando se suspendió el partido de Independiente (por problemas intra-hinchada), que por supuesto no iba a tener público visitante.

Mañana jugarán River y Boca en el Monumental. Sólo un puñado de veces lo hicieron con la presencia de una sola hinchada. Durante el partido se escuchará sólo una voz, la de los hinchas riverplatenses que alentarán a su equipo (y sufrirán la ausencia "del otro"). Sólo ese dato debería alcanzar para llamar a la reflexión en tiempos en los que se impusieron, ¡por suerte!, discursos sobre la "democratización" y las "múltiples voces".