“Herramientas de la estatalidad": acerca de la nacionalización de YPF
Por Hernán M. Palermo* | La nacionalización de YPF, el 16 de abril de 2012, puso fin a más de 20 años de inercia política respecto del proceso iniciado en 1990. De pronto, aquello que fuera bandera histórica de lucha de innumerables grupos de ex trabajadores “ypefeanos” a lo largo y ancho de la Argentina, era concretado por la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner cuando anunciaba en cadena nacional que el Estado argentino expropiaba el 51% de las acciones pertenecientes a la empresa española Repsol, logrando con ello la renacionalización de la empresa. A partir de aquel anuncio -y el posterior envío de un proyecto de Ley al Poder Legislativo que fue debatido y aprobado por mayoría- se multiplicaron en diversos medios de comunicación opiniones de todo tipo de investigadores, intervenciones de economistas y funcionarios políticos augurando los escenarios más disímiles, e incluso la cínica posición política de Carlos Menem, principal impulsor y ejecutor del vasto programa de privatizaciones, quien apoyaba públicamente su renacionalización.
Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) fue una empresa que, a través de sus políticas sociales y territoriales, vertebró nuestro país, no sólo en una dimensión concreta tendiendo puentes de norte a sur, de este a oeste (creando pueblos y ciudades que deben su existencia al desarrollo emanado por la petrolera estatal) sino que fundó un profundo sentido de pertenencia y apropiación entre los trabajadores, sus familias y en el conjunto de la sociedad. El anuncio de la nacionalización resonó en distintos lugares de la Argentina, en particular en aquellos territorios petroleros que supieron crecer al calor de YPF estatal. La nacionalización revitalizó expectativas y esperanzas frustradas, producto de 20 años de gestión privada orientada sólo a la maximización de la ganancia. Y acá radica la diferencia de una empresa controlada por el capital privado y una empresa, con una extensa historia, conducida por el Estado: mientras que para el capital privado el único objetivo es el saldo contable en los niveles pretendidos, para una empresa controlada por el Estado no sólo se procura “el negocio” sino que debe intentar pensar y dar respuesta a aquellas problemáticas sociales indiferentes al capital privado. Muchas respuestas serán encontradas en la misma historia de YPF y muchas otras deberán ser materia de un proceso de creación novedosa a partir de este nuevo contexto. En tal sentido, es pertinente problematizar si la “responsabilidad social empresaria” de las corporaciones multinacionales nos aportan soluciones o es necesario madurar nuevas respuestas a partir de “herramientas de la estatalidad” -es el nombre que encuentro por el momento- para abordar aquello que está vinculado con “lo social”.
En aquellos territorios petroleros con altas tasas de ocupación y bajísima desocupación se suscitan problemas, algunos históricos y otros producto de la privatización de YPF, tales como aumento de la violencia, violencia de género, padecimientos psíquicos-físicos-sociales consecuencia de la actividad petrolera, fracturas y tensiones sociales de universos petroleros y no petroleros, etc. La paradoja es que en ciudades donde el empleo no es un problema por su falta se suscitan innumerables situaciones de tensión que tienen su explicación en procesos sociales complejos que atraviesan estas sociedades. Comprender estos fenómenos y afrontarlos ameritan un abordaje más amplio y profundo que las propuestas esbozadas por el management multinacional y que claramente no se cuantifican en términos de ganancia.
La nacionalización sólo fue posible gracias a una fuerte voluntad política. En tal sentido se abre un nuevo escenario respecto a cuál será el rol del Estado, cómo se definirá la gestión y uso del petróleo como recurso estratégico para el desarrollo de la Nación, cómo será el vínculo estratégico con la UNASUR y sobretodo cuál será el lugar que ocuparán en esta nueva etapa sus trabajadores. Este proceso está destinado a generar condiciones propicias para revertir la precariedad impuesta por el orden privatista, pero para ello es necesario ensanchar los debates, no solo de la reinversión de las utilidades para llegar al objetivo del autoabastecimiento –fenómeno que ya está en proceso y con amplias posibilidades de cumplirse- sino también debatir y repensar la inserción de la empresa en las comunidades petroleras y no petroleras, condiciones de contratación y gestión del trabajo: en definitiva aquello que no encontró respuesta durante estos 20 años de gestión privada.
* Doctor en Ciencias Antropológicas. Investigador del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL-CONICET). Docente en Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Nacional Arturo Jauretche. Forma parte del Grupo de Antropología del Trabajo. Autor del libro “Cadenas de oro negro en el esplendor y ocaso de YPF”