"En Suecia no se dan cruces de poblaciones heterogéneas en las calles, como puede pasar en otras ciudades europeas"

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"En Suecia no se dan cruces de poblaciones heterogéneas en las calles, como puede pasar en otras ciudades europeas"

14 Septiembre 2019

Por Enrique de la Calle

APU: Sos arquitecto y urbanista y trabajás sobre "intervenciones en escenarios complejos". ¿Qué significa eso?

Mauricio Corbalán: Soy parte del colectivo de investigación y activismo independiente M7red, que tiene base en Argentina. El urbanismo tradicional analiza la situación y a partir de su diagnóstico realiza un proyecto. Quienes se ocupan son los expertos. Para nuestra metodología, hablamos de un proceso de crisis territorial cuando hay  una convergencia de crisis ecológica y política que involucra a expertos y no expertos trabajando en un contexto de alta incertidumbre. En el siglo XX la política en general, y la urbana en particular, quedó reducida al saber de los expertos, con baja participación democrática. Nosotros proponemos reconocer el potencial de transformación e invención de los sectores populares, y partir desde ahi, para que después no se imponga proyectos desde arriba, soluciones a problemas mal formulados y y no legitimados por un proceso de conocimiento colectivo. Si le preguntás a las constructoras qué hay que hacer con el déficit habitacional, te van a responder: “obra pública". Todo ese proceso de decidir como deber se runa política habitacional y ambiental que debería ser público, está secuestrado por los actores mas . No por casualidad las constructoras de Sudamerica (Odebrecht a la cabeza) se convirtieron en una fuerza política de primer magnitud. Su influencia en las políticas publicas fue tan grande, que cuando comenzaron a caer arrastraron a casi toda la clase política “urbanizadora”.

APU: Lo que decís vale porque en Argentina se va a empezar a discutir mucho sobre urbanismo a partir de una propuesta de Alberto Fernández, de crear un ministerio dedicado a la vivienda y el hábitat social. ¿Qué debería tener en cuenta una política en ese sentido?

MC: Una experiencia interesante que se viene desarrollando hace años tiene que ver con el Registro Nacional de Barrios Populares (RENABAP), que podría ser pensado como una revolución en cámara lenta. Se propone una herramienta para expropiar los terrenos donde están los asentamientos precarios, que fueron relevados por las propias organizaciones populares. Es un proceso de visibilización nacional de una problemática que estaba muy fragmentada y naturalizada. El renabap supo darle una escala nacional al problema. Antes, capaz se analizaba una toma en Lomas de Zamora y no se la comprendía como parte de otro proceso. Quedaba ahí. El ministerio de Vivienda podría incorporar ese trabajo que se viene generando desde abajo. Estamos hablando de una ley, además, que fue votada por unanimidad en el contexto de un gobierno neoliberal. Es un gran punto de partida.  

APU: Muchas veces se piensa como única política urbana posible para paliar el déficit habitacional los planes de viviendas sociales, cuando se trata de realidades más complejas. 

MC: Claro, por eso es tan interesante el RENABAP, porque es una herramienta construida por los propios vecinos de esos asentamientos. No se trata de imponer una política, porque eso ya se hizo y no siempre salió de la mejor manera. Muchas veces los cuadros políticos quedan atrasados en su enfoque. No siempre se reconoce la capacidad de autoconstrucción de los sectores populares, que es impresionante. Qué te dice la gente muchas veces: nosotros no necesitamos al arquitecto, necesitamos que se defina al acceso a la tierra como un derecho humano. Necesitamos el lote, después nosotros nos ocupamos de la construcción. Por supuesto que este esquema es criticado por inviable para el tendido de infraestructura, pero lo que indica es que el verdadero problema es el acceso al suelo urbano que es lo que mas se ha encarecido en las ultimas décadas. 

APU: Hablamos en otro momento de la nota sobre el plan de un millón de viviendas que Suecia realizó en la década del 70. ¿Las casas se repartieron entre las ciudades, no se vendieron a privados? 

MC: Sí, pasaron a ser propiedad de municipios y cooperativas. Luego, se alquilaron a la gente a un precio razonable. Fue un proyecto de construcción social de vivienda, que aún hoy está en el imaginario de los suecos. Hay una frase que lo explica muy bien, que dice que el objetivo de la política habitacional sueca era que se pudiera elegir donde vivir independientemente de los ingresos que tuviera cada uno. 

Eso pasó en Suecia y también en otros países de Europa. De hecho, algo que hizo Margaret Tatcher en Inglaterra, en los 80, fue terminar con eso, y empezó con el famoso “derecho de compra” a crear un mercado donde había un derecho social y así comenzó a vender casas a los trabajadores y a los bancos, que las mejoraban y las revendían a un precio mayor. Empieza así un proceso de fragmentación de las ciudades. En Suecia ese proceso empezó a darse a partir de la segunda mitad de los 90 pero en este caso los que dieron lugar a este proceso fueron paradójicamente los socialdemócratas. Y así se gentrificó el centro de Estocolmo. 

APU: ¿También se vendieron esas casas?

MC: Comenzó un proceso similar. Muchas casas se vendieron y otras no, mucha gente prefirió seguir pagando un alquiler muy bajo. Pero las listas para alquilar en el centro pueden llevar décadas, hasta 17 años. Pasó también que los bancos compraron otras y las vendieron más caras. El proceso terminó en una gran segregación espacial en ciudades como Estocolmo o Malmo, donde el centro tiene características de vida urbana gentrificada con poblaciones muy homogéneas y servicios para el consumo sofisticado y el turismo,  y periferias de inmigrantes y refugiados que de vez en cuando, provocan incendios de autos y con esto dan material para que los medios de derecha construyan fake news sobre hordas de violadores y piromanos. En Suecia no se dan cruces con poblaciones heterogéneas en las calles, como puede pasar en otras ciudades europeas. Hay un gran segmentación. Así ocurrió con el proyecto para el plan de millón de viviendas de los 60s 70s, que de símbolo de la integración de la sociedad sueca en un nuevo “nosotros” paso a ser un problema de segregación espacial.