El carácter restrictivo de las políticas de “seguridad” en el fútbol
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Por Horacio Bustingorry I Las políticas de seguridad en el fútbol tuvieron como rasgo principal imponer restricciones a los hinchas. Todas las medidas que se han tomado de un tiempo a esta parte han hecho foco en cómo controlar al público concurrente a los estadios, limitando su acceso. Paradójicamente, esas medidas reforzaron el poder de las barras y descontrolaron el accionar policial. La erradicación de la violencia no puede ir de la mano de la expulsión de los hinchas de las canchas.
El punto de inflexión se produjo en 2007. Luego del asesinato de un hincha de Tigre en un partido de promoción contra Nueva Chicago, la AFA y los organismos de seguridad acordaron un conjunto de medidas para frenar la violencia. Sus rasgos más sobresalientes fueron el carácter represivo y restrictivo con fuerte acento en disciplinar los cuerpos. En los últimos años la pasión de multitudes se trocó por el control de multitudes.
Algunas restricciones afectaron al cotillón de las hinchadas. El Protocolo de Actuación instaurado el año pasado por el Ministerio de Seguridad para los partidos de Capital Federal es la última normativa en ese sentido. Hubieron también medidas que ocasionaron un leve trastorno, como la no venta de entradas los días de partido y el expendio sólo para socios. Otras disposiciones fueron menos inocentes como la reducción del público visitante en primera y la prohibición total en el ascenso. Estas políticas fueron acompañadas por los clubes mediante una efectiva reducción de la capacidad de los estadios, incrementando la cantidad de butacas y reduciendo las tribunas populares. La tercera bandeja de Casa Amarilla en la cancha de Boca y una parte de la popular visitante en el estadio de Vélez son sólo algunos ejemplos.
No puede obviarse que estas medidas pensadas para frenar la violencia fueron implementadas por la fuerza. En el ascenso existieron casos de policías provinciales que detuvieron en la ruta autos sospechados de trasladar público visitante. En primera, la represión de la policía sobre todo aquél que merodeaba un estadio sin su entrada, ha sido una constante. Finalmente, los hinchas osados que han ido en condición de visitante a una tribuna local y fueron descubiertos, pasaron momentos, cuanto menos, desagradables.
Más poder para barras y policías
Las medidas restrictivas paradójicamente reforzaron el poder de las barras y otorgaron mayor protagonismo a la policía. No es casualidad que la proliferación de internas en las hinchadas se haya incrementado a la par de las restricciones. Es la lógica consecuencia de las disputas por el manejo de un bien cada vez más escaso, como resulta hoy el acceso a un estadio de fútbol. Ya no se trata sólo de peleas por los puestos de choripanes o el control de los estacionamientos, sino por reventa de entradas (que no hay pero siempre aparecen), ofrecimiento de localidades para partidos de visitantes y negocios alredor de los ingresos al estadio. El escándalo por los carnets truchos en Boca es la punta de un iceberg de un negocio que involucra “servicios” de ingreso a la Bombonera para turistas y extranjeros.
Respecto a los organismos de seguridad, su creciente rol protagónico en la aplicación de estas medidas los transformaron en administradores directos de un bien escaso. El mayor protagonismo de la policía va de la mano con las oportunidades para participar del negocio. El celo puesto en los operativos, traslados de hinchadas y armado de pulmones son el rasgo más visible de una injerencia mucho más profunda, con ribetes turbios. Las denuncias a las autoridades del Coprosede por complicidad con barras en algunos negociados y su reemplazo por el Aprevide dan cuenta de ello. En última instancia la creación del nuevo organismo obedeció a una disputa entre el gobierno bonaerense y la policía por el manejo de los fondos destinados a los operativos.
Las políticas para erradicar la violencia han fracasado porque en parte potenciaron la violencia organizada. Mientras esto ocurra Futbol Para Todos estará manchado por ser el complemento de todas las restricciones analizadas. La oferta televisiva no puede ser el paliativo que suplante la prohibición de asistencia a un estadio, sino una opción más para quien prefiere quedarse en su casa.
¿Cuál es la solución?
La presente columna no aspira a dar respuesta a esta problemática tan compleja pero parte de una premisa: el principio de solución vendrá de un ingreso irrestricto a los estadios. La reciente prohibición de público visitante en todas las categorías no es el camino indicado. Tampoco lo será la implementación del negociado del AFA plus, una invitación a toda clase de tramoyas que seguramente crecerán a la par de las nuevas restricciones. El temor a las masas no puede ser la base de una política de seguridad, y menos bajo un gobierno popular.