Transparencia y abyección: de carneros, buchones y saltibanquis

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Transparencia y abyección: de carneros, buchones y saltibanquis

10 Marzo 2017

Las lógicas del poder se sofistican, se “modernizan”, sobre todo las conservadoras. Del carnerismo voluntarista a la lista negra feisbukeada y la represión postergada, en las sombras, a la tibieza procastinadora del dirigente poniendo su carita pseudo aguerrida de frente a sus dirigidos, un modo del poder se anida, engendra y despliega: el de la exposición brutal de la abyección.

Lejos de ser excepciones o errores, la exposición de la abyección expresa una forma dilecta de (la) política contemporánea. Que reprime dejando hacer, que produce sujetos auto determinados cómplices/cobardes, que se esconde en su hiper visibilidad. Desgranando (reconfigurando) la voluntad y el hacer político, a la vez que imbecilizando a sujetos que festejan su auto escarnio. El escarnio público, de hecho, era la frontera del accionar, el límite ético (de cara a la comunidad) a la actitud abyecta, inhabilitadora del “ser parte”. Ante el abyecto, el destierro. He allí, el aymara de “Nación Clandestina” (Jorge Sanjines) que al volver a su comunidad “contaminado” de ciudad (vivaracho, abusivo) se lo condena a danzar hasta su muerte.

El carnerismo, por caso, el propiciar la desactivación de una lucha social, siempre fue el último escalafón de la dignidad comunal. Hoy cuasi festejado, incluso “voluntario”. El carnerismo al menos podía suponer que se sustentaba en una paga indigna, pero en algún sentido (el del salvajismo del capital) justificable. El voluntario carneril, hoy, aquí, practica su abyección por convicción y alardea por ello en las nuevas ágoras sociales. Ante ello, una lápida es bulliciosa.

Dejar expuesto al que hace paro, evidenciarlo en su actitud resistente, “subversiva”, no tiene distinta raigambre abyecta. No difiere de gesto policial de filmar, fotografiar, identificar a aquel que genera “desórdenes en la vía publica”. Buchón, delator, “servicio”. Sí y qué, con todo gusto, al “servicio de la comunidad”. Este nuevo tipo incluye el gesto progresista (de tragicidad enquistada) de la enunciación (sin acto de rebeldía bartlebyana alguna) del “preferiría no hacerlo, pero...”. La obediencia debida retorna en formas wasaperas y en la propia ciudadanía, devenida policíaca, que no se metería, pero órdenes son órdenes.

Entre la alegría de marchar con el compañero, en la calle, escabiando, haciendo sonar el bombo, el mal tocar de un redoblante, a la tibieza, cobardía e incluso falta de dignidad e inteligencia política de los dirigentes, se teje otra forma de la abyección. Dirigentes que pueden enunciar en un discurso, sin historia, una sociedad clasista, de niños bien que gobiernan para los ricos, y solo piden "rectificaciones", y no cambios de rumbos, le dejan el “ajuste” de tuerca, la medida “considerada”, “dialoguista”, servida en bandeja de plomo al patrón. Expresando el modo colonial, traidor, abyecto del que le teme y pide permiso a su opresor para silbarle un tenue descontento. Pero la monada se les desbandó. En número y modales. El gesto final, como si estuvieran ante un rebaño, poniendo en altoparlantes dos veces seguidas la marchita, como en repetición aterrada ante su auto escarnio, del que alardea (“vamos a ir a un paro, vamos a ir a un paro, vamos a ir a un paro”), expresa un desajuste inzanjable. Nadie lo escucha, pocos incluso la cantan. Se grita “Paro General” y ese efluvio indómito da vuelta una (vieja) taba, y los dirigentes nuevamente detrás de sus dirigidos (y detrás del atril esquivando botellazos)

El desgrane del sujeto político está propuesto, las formas de resistencia e intolerancia ante la modosidad predilecta del patrón, también.

Quedar expuesto es quedar a la intemperie, sin abrigo (comunal) alguno, desnudo, desprotegido. La trama social así contribuyendo a su auto dilución teledirigida. Cubrir los restos, lo vuelto resto, margen, residuo por un poder de represión cool, wasapero, total -por omisión, default y bala-, darle cobijo, cuales Antígonas posmodernas. Reentramarlo, corporal, discursiva, históricamente, a través de palabras/imágenes justas, es el modo de mantenerlo sagrado, potente, pura vida. Expuesto, arrojado, ahora, como modo activo de intervención y única forma para la supervivencia en y de aquello que llamamos comunidad.

* Docente UBA-UNPAZ

RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs).