¿Están queriendo decir que no es importante el aborto legal?, por Estela Díaz

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¿Están queriendo decir que no es importante el aborto legal?, por Estela Díaz

16 Julio 2018

Por Estela Díaz

Cuando de los derechos de las mujeres se trata, a pesar de las variantes y diferencias de posiciones entre las fuerzas políticas parlamentarias, hay y hubo una constante: el rechazo sistemático y persistente de la Iglesia Católica; así como su influencia en el posicionamiento de mucha dirigencia política. En estos tiempos no podemos soslayar el peso que agrega el sector de las diversas iglesias evangélicas, con mucho predicamento en las  barriadas populares. Nuestra democracia siempre ha vivido la tensión secularizadora, entre laicidad y confesionalidad, un fenómeno que es extensivo a toda América Latina. Con impacto no sólo en planos institucionales y legales, sino especialmente en la cultura.

Buena parte del derrotero de las luchas por los cambios legislativos en el sentido de una perspectiva de derechos humanos y ciudadanía plena para las mujeres, han necesitado avanzar en una legislación positiva, que desplace la presencia de los preceptos de la dogmática y la moral religiosa de los marcos legales y las prácticas institucionales. Como dice el dicho popular: no todo pecado es delito; y ha quedado totalmente claro en discusiones como divorcio, matrimonio igualitario, sexualidad y educación. No vamos a desarrollar este apasionante tema en la extensión que requiere: sólo lo traeremos a la luz para subrayar que este también es el sustrato de la discusión actual respecto al estatus legal del aborto. Se presenta a la vida en gestación como un valor absoluto a proteger, más allá del slogan publicitario de proteger las dos vidas, como una herramienta clara para desvalorizar la autonomía de las personas gestantes. Cierto es que, también, una cuestión son los preceptos oficiales de la Iglesia Católica sobre la moral sexual y familia y otra distinta es la experiencia de católicos y católicas, que  en general se desarrolla desde prácticas disidentes. A la vez que existen teologías como la feminista y de la liberación, que han sido sistemáticamente silenciadas y sus posibilidades construidas desde las periferias institucionales y subalternidades.

Las tensiones entre religiosidad popular, el cristianismo como parte del ideario peronista y jerarquías católicas como actores de poder, pueden verse expresadas en las palabras que Evita dejara en Mi Mensaje (1952): “Yo sé que la religión es el alma de los pueblos y que a los pueblos les gusta ver en sus ejércitos la fuerza pujante de sus muchachos como garantía de su libertad y expresión de la grandeza de su Patria. Pero sé también que a los pueblos les repugna la prepotencia militar que se atribuye el monopolio de la Patria, y que no se concilian la humildad y la pobreza de Cristo con la fastuosa soberbia de los dignatarios eclesiásticos que se atribuyen el monopolio absoluto de la religión. La Patria es del pueblo, lo mismo que la Religión. No soy antimilitarista ni anticlerical en el sentido en que quieren hacerme aparecer mis enemigos. Lo saben los humildes sacerdotes del pueblo que me comprenden a despecho de algunos altos dignatarios del clero rodeados y cegados por la oligarquía…” Coherente con este pensamiento fue la sanción de la Ley de divorcio, anulada por el golpe del año ‘55, como la eliminación en el código civil de la inscripción como “hijos naturales”, reconociéndose igualdad de derechos patrimoniales.

Si recorremos las 738 presentaciones que se hicieron en las audiencias en la Cámara de diputados de la Nación, vamos a verificar que casi la totalidad de quienes expresaron la vocería para continuar con el aborto clandestino están ligados a sectores confesionales: ONGs satélites de las iglesias, ámbitos académicos también provenientes de esas usinas, así como sacerdotes y pastores. A pesar del esfuerzo constante por presentar un enfoque no confesional, hablando de ciencia y derechos, las fundamentaciones chocan sistemáticamente con cualquier desarrollo de evidencia científica y de la implementación e interpretación de los tratados internacionales de derechos, en los ámbitos que efectivamente son competentes para hacerlo.  

También resulta llamativa la insistencia de cierta dirigencia, identificada con el campo nacional y popular, respecto a asociar esta deuda democrática con los derechos de las mujeres, a los designios del FMI o el imperativo de los centros de poder. Un argumento flojo de papeles. Sobre todo teniendo en cuenta que, desde la presidencia de Bush padre, EE.UU dejó de financiar las políticas en materia de salud sexual y reproductiva, para pasar a alentar a los grupos anti derechos: fomentando el crecimiento exponencial de las iglesias evangélicas en América Latina. Un ejemplo de ello es Brasil, que constituyó una bancada llamada ‘Por la vida’, con más de 200 integrantes con visiones integristas. La misma que cumplió un rol absolutamente funcional durante el golpe de estado contra la ex presidenta Dilma Russeff. Resulta llamativo, a su vez,  el argumento que asocia la Ley de interrupción voluntaria del embarazo con los designios del FMI. Es notable la cercanía con la opinión de monseñor Aguer, representante de la ultraderecha católica. Él habla de ‘imperialismo biológico’, como modo de controlar la natalidad en países dependientes. Cuando en verdad estamos hablando de una legislación que contemple las diversas opciones de las mujeres a la hora de enfrentarse a un embarazo no planificado. Las que deben afrontar, en el mejor de los casos, con la humillación de la clandestinidad, en el peor, con riesgo para su vida y su salud. Desde un pensamiento auténticamente cristiano, se debería escuchar y acompañar, pero no juzgar, ni mucho menos alentar los niveles de violencia que en estas horas están llevando adelante los grupos anti derechos: mostrando mujeres ahorcadas con pañuelos verdes, estigmatizando e inclusos tratando a las mujeres de criminales. Violencia que desde los púlpitos abre el camino a las acciones más intolerantes, además de habilitar la fenomenal presión sobre decisorxs políticos.

A días de que se defina la suerte del tratamiento de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en el Senado de la Nación, y luego de un triunfo histórico para el movimiento de mujeres como fue conseguir la media sanción en diputados, resulta llamativo cómo se han enfrascado algunos grupos y dirigentes del espacio nacional y popular en criticar a  Mayra Mendoza. La señalan por la foto de la noche del día 13 de junio, cuando salió junto a diputados y diputadas de diversos bloques y, en especial, porque está al lado de Lipovestky del PRO. Por esas horas, las afueras del Congreso estaban bañadas de una marea verde imposible de dimensionar y sólo equiparable con uno o dos episodios populares de nuestra historia. Quiénes hacen la crítica, maliciosamente  sostienen que salió a festejar (cosa que no estaría mal), pero no fue así. La realidad es que esa foto fue realizada cuando el debate recién estaba promediando las largas 20 horas y cuando los números estaban en contra de la sanción de la Ley. Era imprescindible llevar la calle y la plaza al palacio. Y demostrar en el recinto, donde todavía seguían jugando al gato y el ratón, que no había manera de soslayar el veredicto popular en favor de terminar con al aborto ilegal y clandestino. El reclamo de las mujeres, cual cabildo abierto, tenía que ser escuchado. Es necesario también mirar lo sucedido con una lectura de contexto, pero con perspectiva histórica. Aclaro, por si hace falta a esta altura de lo dicho, que banco a Mayra y lxs que se pusieron en la tarea de tejer el entramado parlamentario que posibilitó el número ganador. Dejo mi sospecho abierta sobre el interés real de las críticas sobre un suceso tan secundario como esa foto: ¿están queriendo decir que no es importante el aborto legal?

Todas las legislaciones que han posibilitado avanzar en los derechos de las mujeres y las identidades no hegemónicas, han sido producto de alianzas transversales con las fuerzas con representación parlamentaria. Podemos remontarnos a mediados del siglo pasado con la ley de voto femenino, desde allí y hasta aquí, esto ha sido una constante. Por mencionar algunas, vamos a listar las principales conquistas a partir de nuestra treintañera democracia: divorcio vincular (1987), patria potestad compartida (1987), cupo electoral (1991) y sindical (2002), la inclusión de los tratados y convenciones de derechos humanos en la reforma constitucional (1994), violencia familiar (1994) y luego violencia integral contra las mujeres (2009), salud sexual y reproductiva (2003), educación sexual integral (2006), matrimonio igualitario (2010), identidad de género (2012), paridad para cargos legislativos (2017), y por supuesto, la reciente media sanción de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). Si puntualizamos las fechas de estas legislaciones podremos verificar que hubo un poco de todo: gobierno de Alfonsín en los albores democráticos, primer período menemista, antes de su alineamiento con las posiciones vaticanas y más retrógradas del mundo, muchas de los gobiernos kirchneristas y  las dos últimas de este período de refrito neoliberal. En todos los casos hubo apoyos y detractores en las fuerzas mayoritarias. En casi todas las legislaciones de avanzada, el voto de los diversos peronismos fue central para hacer realidad la conquista normativa. En esta reciente votación, la fuerza política que más votos aportó a favor fue el bloque FPV-PJ y la que más rechazos puso en juego fue el interbloque oficialista Cambiemos.

Cuando ponemos en la balanza no sólo la normativa, sino los períodos políticos que hicieron de las necesidades derechos conquistados para las mayorías, sin dudas nos debemos referir a los gobiernos populares, donde justicia social, soberanía política e independencia económica eran el modelo. Fueron tiempo que lograron reducir las brechas entre planos formales y reales de igualdad: me refiero al primer peronismo de Evita y de Perón (1945 - 1955) y a los gobiernos de Néstor y Cristina (2003-2015).

Aunque en debates como el del aborto los votos de una parte del oficialismo acompañen en el parlamento, no nos confundimos. El aborto va a ser legal, seguro y gratuito gracias al movimiento feminista del país que tuvo persistencia, supo construir alianzas y en este último tiempo nutrirse de la gigantesca capacidad de movilización de masas. Las y los cientos de miles de jóvenes que se vistieron de verde y salieron a celebrarlo en la vigilia de la noche más fría del año lograron poner calor, voces y color a un reclamo que hizo posible la media sanción de la ley IVE. Pero no se quedarán allí: avanzarán en revisar las formas de las violencias, injusticias y discriminaciones actuales e históricas. Esa juventud, en muchos casos muy pibitxs, están politizados y aprendieron que el ágora multitudinaria es el mejor lugar para soñar y vivir la realidad. De eso no es fácil volver. Esa es una potencia de transformación social de la que se debe tomar nota cabal.