Cristina, la última diez, por Branco Troiano

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Cristina, la última diez, por Branco Troiano

10 Diciembre 2019

Por Branco Troiano

Son cerca de las doce del mediodía y Macri bosteza. Hace todo para disimularlo pero la amplitud de la mandíbula, acostumbrada a no necesitar de reparos, lo deja en evidencia. Segundos antes, había ofrecido una lapicera que quedó en manos de nadie. De fondo, y a los costados, y arriba, y en diagonal suena la marcha peronista. Pero todo es lejos, para Macri todo es lejos; para Macri, en estos últimos cuatro años, todo lo que debió interpelarlo estuvo lejos, bien lejos, lejos y borroso.

Sin embargo, cerca, ahora, pasan cosas, como han pasado en su mandato, y eso sí lo advierte porque a eso vino, a cuidar y robustecer las cercanías. A menos de un metro está Alberto Fernández. Alberto se acomoda para iniciar el discurso. Al lado, Cristina, que hace instantes volvió a inmortalizar una acción: en este caso, un apretón de manos con mirada esquiva. Cristina entiende el juego como pocos y pocas, eso ya lo saben hasta sus peores detractores. Ahora bien, sería un grave error reducir la gambeta a los ojos de Macri a eso, a otro gran quiebre de cintura. Porque sí, lo fue, porque si el discurso de Alberto iba a dejar algún cabo suelto, las bombas de quienes aún guardan pólvora del 55 no irían allí, sino a lo que acababa de hacer la vicepresidenta.

Pero, decía, sería un grave error quedarnos en el efecto hipnótico del acto entendiéndolo solo como otra gran maniobra de la última diez del peronismo. Cristina es Cristina por su mirada, destreza y fuerza política, pero también es mujer, es mamá, es amiga, es compañera: y es humana. Es humana. Y a la Cristina humana, a la Cristina que tanto se ha dejado de lado, le entran balas, como a cualquiera, como a vos, como a aquella, como a aquel, como a mí. Y el tipo (en este caso no es Macri, no es el Presidente saliente, es un tipo, un tipo más), el tipo que está a punto de estrecharle la mano dijo que había sido el peor mal de las últimas décadas, que el país ahora pagaba sus desatinos; y, además, el tipo, ese tipo que se acerca, fue quien se encargó de que todo su séquito disfrazara a los terribles padecimientos de su hija Florencia de otra jugada política más de quien no hizo más que dividir a los argentinos y mentir. Entonces Cristina humana tiende la mano y no solo aprieta como se le aprieta a quien ha hecho tanto daño, sino que nunca le dirige la mirada. Quizás, porque no lo merece; quizás, porque desconfía de los blancos y puros de ojos color cielo.

Ese instante, ese acto, esa foto hoy será tapa de algunos diarios, objeto de debates fútiles, de rabias y golpes, pero mañana, no se necesitará de mucho tiempo; mañana, ese instante, ese acto, esa foto, pasará a graficar una parte de la historia grande de la Argentina.