Martín Rodríguez: "No alcanza la explicación económica para explicar la derrota del Gobierno en las PASO"

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Martín Rodríguez: "No alcanza la explicación económica para explicar la derrota del Gobierno en las PASO"

10 Noviembre 2021

Por Martín Massad

El periodista Martín Rodríguez, dialogó con AGENCIA PACO URONDO RADIO (La Palabra Justa, domingos de 10 a 12, FM La Patriada) las perspectivas del gobierno de cara a las elecciones legislativas, y principalmente el día después. "Para el gobierno, lo más importante que tiene delante es cómo salir de la elección del 14 de noviembre", apuntó. 

Agencia Paco Urondo: Empecemos por lo más reciente. ¿Qué opina de las recientes declaraciones de Patricia Bullrich sobre Cristina Fernández y su reciente operación?

Martín Rodríguez: Eso es pirotecnia de campaña. Una especie de tribunería para los propios. No me suscita ningún análisis. No me parece tampoco tan grave, me parecen boludeces de campaña, frases olvidables.

APU: ¿No daña el sistema democrático eso?

MR: El vocabulario político de Bullrich es fuerte. Es una mujer muy preparada, lleva cuatro décadas enchufada a la política y al Estado argentino. Me da un poco de gracia cuando ella dice casta. Eso me resulta muy de época. Ella seguramente debe tener argumentos sólidos para explicar su paso por la vida política, no haría ningún juicio de valor estrictamente sobre eso. Pero sí diría, una mujer tan consagrada en la vida política, que ha estado en todos los cargos, ha estado en varios gobiernos. No solo en el de Macri, fue funcionaria de la Alianza, que para mí fue el peor gobierno de la democracia. Ha sido parte de Menem en el primer momento, luego ha tenido una ruptura. Tiene una trayectoria zigzagueante pero que ella hable de casta, habla de cómo esa palabra hoy organiza cosas, cómo organiza a la época. O por lo menos, esta parte porque no me gustaría ensalzar tanto la idea de casta. Pero no es verosímil que Patricia Bullrich diga “no porque la casta política”. Si uno se pondría estricto, diría, Bullrich es parte de la casta. Es como el meme del hombre araña.

APU: Y lo de Macri diciendo que lo de la deuda la habría arreglado en cinco minutos... ¿Es consciente la sociedad argentina, o debería ser consciente de la deuda que tomó Macri y del daño que le implica eso a la sociedad argentina de aquí a un futuro bastante lejano?

MR: Macri cree que su sola presencia garantiza una cantidad de acuerdos y sintonías finas. Como cuando fue presidente y el tema de la lluvia de inversiones. Hablo incluso de antes de tomar esa deuda con el Fondo, hablo de con qué ímpetu llegó al poder y en qué cosas creía. En un sentido había una gran ingenuidad en cuanto a creer que ell sólo efecto de su llegada al poder cambiaba el clima político y que todas las miradas externas sobre Argentina iban a ser mágicamente distintas. Para una parte del mundo Argentina es un sólo país, gobierne quien gobierne, y es un sólo Estado, gobierne quien gobierne. Macri creía que por su sola presencia iba a generar un clima distinto. Y creo que se vió a partir de 2018 cuando se cortó el chorro del endeudamiento, la inconsistencia de su programa y los pies de barro de la reconstrucción macroeconómica que estaba haciendo, que básicamente era casi deuda para gastos corrientes. Era una situación muy delicada. En los últimos días, Macri adquirió de nuevo un lugar central. No sé medirlo pero en principio diría que es un cierto beneficio para el gobierno que Macri aparezca en el centro de la escena, porque sigue teniendo un rechazo enorme de la sociedad que sufrió su gobierno.

APU: ¿Cómo cree que fue el saldo de la gira de Alberto Fernández por Europa? ¿Cómo lo vió?

MR: Lo más importante que tiene el gobierno por delante es cómo salir del resultado del 14 de noviembre. Diría que el resultado está más o menos en lo previsto. Cuando se hacen encuestas previas a las PASO hay un margen de fantasía y de venta de humo y después las PASO, que es como la gran encuesta nacional, limita, condiciona más. Entonces aparecen ahora todos los encuestadores, propios y ajenos, que son muy afines a la venta de humo, aparecen un poco más sensatos o ajustando sus números, mirando por el espejo retrovisor lo que acaba de ocurrir que fue la elección y los resultados que dió ¿Uno diría cuánto puede cambiar el resultado de 14 de noviembre a lo que pasó el 12 de septiembre? Poco. Da esa sensación. La lectura de que faltó dinero, que faltó guita en los bolsillos, es una lectura primera. Sin esa lectura no se puede, pero con eso no alcanza. Me parece que la lectura política de por qué perdió el gobierno hay que vestirla de otras cosas. Si uno dice sólo fue porque el gobierno no puso guita en los bolsillos es una especie de reducción, es el “es la economía estúpida” llevado a extremos demasiados rígidos que no permiten otras lecturas. El gobierno está en una situación de debilidad y recibió en las PASO una sanción de la sociedad, sobre todo de un sector importante de la sociedad. Entonces eso parece que se puede repetir el 14 de noviembre. Si eso ocurre así el problema está en el 15, el problema es cómo reconstruye de cara a los dos años que le quedan. Ahí creo que va a ser inevitable ir hacia un acuerdo con el Fondo, ir hacia una suerte de normalización argentina. Y después qué va a ocurrir en lo político, ahí hay una gran duda: ¿Cómo va a procesar el Frente de Todos hacia dentro su derrota?

APU: Ya tuvimos la experiencia del post PASO…

MR: Claro, fue una semana donde se vieron todas las costuras. Me resulta inquietante, por ponerle una palabra el modo en que van a procesar eso. Ya que se puso de moda palabas como volumen o musculatura, toda una metáfora física del poder: ¿Con qué volumen, con qué espalda política van hacia, por ejemplo, el llamado a un acuerdo que en el fondo es mayor respaldo para acordar con el Fondo Monetario? Yo ahí lo veo difícil. En política habría un acuerdo efectivo, posible, cuando los pide el que tiene poder. En el caso de nuestra historia tenemos un ejemplo de acuerdo posible: En 1994, Argentina se dio una Constitución nueva. Quien buscó esa Constitución era alguien fuerte: Menem. A Menem le quedaba poco tiempo de mandato porque tenía un solo mandato. Buscaba desesperadamente la reelección, quería tener otro mandato más. Pero a la vez, era un gobierno que todavía tenía mucha fortaleza política, todavía le rendía la estabilización que había sido la convertibilidad en sus primeros años, porque el efecto tequila y todo, marcó sobre todo el segundo gobierno. Aunque la reelección fue con un índice de desocupación que fue una luz amarilla o diría, luz roja, pero todavía tenía el efecto de alivio que había sido haberle puesto un torniquete a la inflación. Entonces, sería un caso de un gobierno con poder que pide un acuerdo. Al acuerdo se sienta el partido radical. Para los radicales esa es su misión histórica, con Alfonsín o sin Alfonsín o lo que sea: ser parte del sistema de decisiones, que es lo que quieren los radicales. Quieren ser parte del sistema político, es un partido del sistema político. Y sobre ese famoso pacto, el que pagó más costo fue finalmente el radicalismo. Lo que quiero decir es que los acuerdos políticos que se han logrado en Argentina fueron impulsados por un gobierno fuerte. Después, la otra forma de acuerdo que para mí tiene Argentina es una especie de acuerdos por segmentos: las cosas que en Argentina se van haciendo, se van consolidando, se van consensuando, pero medio como en el camino, es decir, cuando el carro anda los acuerdos se acomodan. Uno podría decir, los juicios por delitos de lesa humanidad, la política social de asignación universal por hijo, el Mercosur. Son pasos que fue dando la política argentina y que los gobiernos que siguieron fueron heredando y respetando, pero no hubo una Moncloa de acuerdos. O, por ejemplo, diríamos la defensa de la democracia. A Alfonsín lo defendieron en el famoso balcón, en la primera sublevación de Rico, Antonio Cafiero, José Luis Manzano y  Ubaldini. Pero son situaciones que se dieron más de hecho.

APU: Abonando a lo que usted dice en la debilidad del gobierno en pedir un acuerdo, ya hay un sondeo de eso y la oposición se ha mostrado en desacuerdo.

MR: En esa línea, Alberto Fernández, en su momento estelar de gobierno, que fueron los primeros meses de pandemia, también de algún modo convocó. Hubo una foto donde estaban Alberto Fernández, la vicepresidenta, Horacio Rodríguez Larreta, Gerardo Morales, estaban todos. Diría que son acuerdos de cara a la negociación externa, la primera parte de la negociación con los privados que fue el éxito de gestión de Guzmán, y después, diría en la primera parte de la gestión de la pandemia. Ahí estaba Quirós, el ministro de Salud porteño, que no es el más querido por los halcones de Cambiemos, cada dos por tres es tendencia en Twitter, está bien que eso es un avispero que medio que tapa el bosque.

APU: Apoyó mucho las medidas de pandemia impuestas por el gobierno nacional.

MR: Es muy sensato el hombre. Lo ví dos o tres veces en almuerzos de la tele y el tipo es muy sensato. El tipo no es como dicen ahora un terraplanista. Es un tipo muy sensato.

APU: Recién decía que la economía era un punto importante en la derrota del oficialismo en las PASO pero que no era el único. ¿Cómo ubica la pandemia en esta derrota, qué piensa del manejo de la pandemia y cómo pudo haber influido en la votación?

MR:  A mí me parece que lo de la economía es una parte. El manejo de la pandemia en principio fue bueno, la cuarentena, todas las medidas preventivas, donde se fijaron objetivos que el gobierno fue cumpliendo, el caso de aplanar la curva, sobre todo en la primera parte de la gestión de la pandemia que era un momento de mucha gestión en la incertidumbre. Había que ganar tiempo, tiempo para que inventen la vacuna. Como ocurre mucho en Argentina, y también podemos ir hacia atrás a buscar ejemplos, los argentinos nos enamoramos del instrumento. Voy a decirlo metafóricamente, es la segunda vez que lo nombro: Menem se enamoró de la convertibilidad. No entendió que la convertibilidad podía ser un instrumento para salir de la inflación o de la hiperinflación y que después se convirtió en el veneno de una economía que estaba carcomida por la desocupación y la recesión que fue lo que ocurrió en el 2001. Entonces, a mí me da la sensación que en una temporalidad más chiquita, hubo algo de enamoramiento de la cuarentena, de poder gobernar la sociedad, como si la cuarentena diera una forma de gobernar esta sociedad que estaba atravesada por la crisis económica y todos los problemas que ya sabemos. Entonces, se fueron subestimando muchos conflictos, microconflictos, la discusión con los runners, la discusión con los comerciantes, los que iban a cobrar y quedaban en las colas, el quilombo de ANSES que le costó el puesto al titular, la discusión de la presencialidad en las aulas que se fue incubando, incubando, incubando... 

Me parece que en algún sentido, el gobierno fue perdiendo sensibilidad en esa especie de defensa de la vida, se olvidó de la microrealidad. Entonces fue encontrando en la retórica ideológica la forma de salir. Es decir, los runners eran casi lo que el kirchnerismo ama odiar, el porteño que sale a correr y le importa tres pitos la Argentina, sería como esa caricatura. La presencialidad en las aulas, parecería ser una organización de madres de cadena de oración de zona norte, que piden que sus hijos puedan volver a la escuela privada, triple jornada. Estoy haciendo una caricatura, nadie dijo exactamente eso. Pero parecía que los reflejos políticos se asentaban más sobre prejuicios. Me parece que todo eso fue acumulando un malestar. Por abajo la cuarentena se empezó a romper. Primero se dice “quedate en casa”, la primera parte es un llamado de arriba hacia abajo en un estado de igualdad donde todo el mundo se tenía que quedar en la casa. Al mes y pico, lo que era evidente era qué casa tenía cada uno donde quedarse, porque parecía que la población eran todos chicos y chicas, jóvenes de Colegiales con Netflix. Argentina son 40 millones, donde más de la mitad se la rebuscan, entonces tienen que salir a laburar. Esos que salían a laburar no estaban contemplados en el radar del IFE, por eso cuando se abre el IFE aparecen más millones de personas de las previstas porque efectivamente el Estado no sabe todo sobre la sociedad. En parte sirve toda esta instrumentación de la economía popular que llevó adelante este gobierno, que tiene que ver con el RENAPER, que es tener una radarización más amplia de la economía real y de los trabajadores de la Argentina. Y estamos hablando de gente, no sólo de lo que más expresa la economía popular, de pobres que crean su propio trabajo, pero también hablamos de gente de capas medias, medias bajas, que viven de una especie de cuentapropismo, de la economía de servicios informal. Me da la sensación que al final, vivíamos dos realidades: el relato pandémico del gobierno y lo que hacía la sociedad con eso. Lo que se expresó en las urnas es eso, del “quedate en casa” y toda esa pavada de la remera de la Pedro Cahn, pasamos a la situación del hashtag "dejame que me salve yo".

APU: Claro, no hubo una transición a tiempo ahí.

MR: Creo que esa situación es la que se fue desbordando. Después de algún modo, el gobierno de Alberto Fernández funcionaba como el rey del Principito, era el tipo que cuando el otro decidía irse le decía te doy la orden de que te vayas, que corría por detrás. Entonces iban reformulando las nociones del aislamiento a partir de lo que la sociedad ya había hecho. Pero son muchas líneas paralelas. Y después creo que hay una cosa más de fondo, que es lo que dispara una suerte de efecto dominó del déficit que tiene este gobierno, que es la ausencia de liderazgo. Guste o no, tal vez no es una situación cómoda para todas las sensibilidades del Frente de Todos, pero me da la impresión que de Alberto Fernández se esperaba un liderazgo propio. No hay presidencia sin liderazgo, no hay. Alfonsín fue líder, Menem fue líder, Duhalde fue un líder, Néstor Kirchner sin lugar a dudas, Cristina fue líder y Macri fue líder. Es decir, no hay presidencia sin visión histórica y sin liderazgo. Argentina se organiza así. Y la sensación que tengo es que Alberto creyó que su autoridad se fundaba en el mensaje de que no iba a construir su liderazgo porque a él le interesaba preservar la convivencia. ¿Hubiese sido incómodo? Sí ¿Hubiese sido difícil, para maniobrar, una presencia tan fuerte como la de Cristina? Sí. Pero también hubiese sido racional.    

APU: Después vino la foto y el vacunatorio VIP…

MR: Desde ya, sí. Pero yo me quisiera ir un poco más atrás donde yo creo que las cosas ya estaban difíciles en el 2020. Se había terminado el año con más problemas. Obviamente, la foto le quita ejemplaridad. Un detalle, que podría ser una intervención llamada el “diario del lunes”, pero creo que muchos dijimos en este tiempo cosas sobre estas situaciones, por ejemplo, yo creo que faltaron gestos de demagogia. Cuando se le pide a gran parte de la población trabajadora, sacrificios, se le pide que no utilicen su fuerza de trabajo, que es lo único que tienen, y que se queden en la casa. La política podría haber tenido gestos mayores de demagogia.

APU:  Baja de sueldo, por ejemplo.

MR: A los que hay muchos argumentos progresistas que son muy reacios “que no, que a la política no se le baja el sueldo porque cuando más se la necesita, se la necesita mejor paga”. Para mí, son formulaciones huecas que tienen que no tienen que ver con un estado de ánimo de la sociedad. Era el riesgo que una crisis que ponía tan a prueba la autoridad pública y la autoridad política, tenía tantas capas la crisis, porque era crisis económica, más crisis sanitaria, más temor, más todo eso. Bueno… se necesitaba a lo mejor una gestualidad más rotunda de parte de la política que le dijera a la sociedad “yo camino a la par tuyo y si me tengo que ajustar, también me ajusto”.

APU: ¿Cómo ve el proceso post PASO, la reorganización del gabinete, las medidas que fueron saliendo para achicar la diferencia?

MR: A mí los cambios de gabinete me gustaron, para no decir todas malas. Me pareció un poco más de repliegue a lo seguro. En su momento, al principio, Manzur mostró una dinámica distinta que creo que se puede acentuar. Creo que también se preservó para no desgastarse, es decir, para no ser un pequeño mariscal de una nueva derrota, en el caso que haya una nueva derrota. Esto es hipotético, a lo mejor hay un cambio de resultado y tenemos que hacer una nueva nota. Pero creo que Manzur fue un cambio hacia algunas promesas que estaban en la primera parte, en la hoja de ruta del Frente de Todos, que estaban bien. El Frente de Todos se organiza en una especie de frase muy potente “sin Cristina no se puede, con Cristina no alcanza”. A mí me parece que esa premisa que organizó el realismo con el que se creó el Frente de Todos, tiene que estar presente en el equilibrio de poder de este gobierno. La presencia en el sistema de decisiones, de hombres del interior, de hombres del peronismo del interior, hombres del movimiento obrero organizado, de otras expresiones del peronismo bonaerense, como la presencia de Massa. Todo eso da una ecuación más amplia, más plural. ¿Si uno diría que tiene que hacer el Frente de Todos de cara al futuro? Y tiene que ir a las PASO. Tiene que cortar un poco con esa especie de crónica con la lapicera, que a muchos periodistas les encanta narrar, pero que realmente la sociedad no mira o los que lo miran lo hacen con la cara contra el vidrio. Tiene que volver abrirse a la sociedad. Uno de los errores históricos que tuvo el kirchnerismo fue la tendencia a la endogamia, a contarse la historia a sí mismo, a creer que haciendo el relato para su propia tribuna alcanzaba. Creo que sin sobredramatizar, hay que hacer una reconstrucción sobre la base de la premisa originaria que tuvo el Frente de Todos para reconstruir el propio gobierno. Siendo ya que a esta altura del partido es indudable que el estilo de Alberto Fernández no va a tener una modificación sustancial. No es que va a convertirse en líder.