El FIT y el voto en blanco: error táctico que favorece a la reacción

El FIT y el voto en blanco: error táctico que favorece a la reacción

17 Noviembre 2015

Por Rodrigo Lugones

El Frente de Izquierda ha llamado a votar en blanco en el balotaje del próximo 22 de noviembre. Lo fundamentan entendiendo que ambas opciones son “lo mismo” porque tanto Macri como Scioli representan los mismos intereses. De allí se desprenden algunos interrogantes que intentaremos resolver: ¿son “lo mismo”?, ¿es el voto en blanco una táctica acertada en una coyuntura como la que atraviesa la Argentina?, ¿dicha táctica es coherente con la metodología marxista que dicen sostener los partidos que componen el FIT? Algunos clásicos del marxismo nos van a ayudar en esta tarea.

¿Son Macri y Scioli lo mismo?

Podemos conceder que Scioli y Macri, aislados de las circunstancias particulares que hoy los atraviesan, tienen muchos puntos en común. Sus gestiones en la Provincia y en la Ciudad son similares e ideológicamente puede que no estén muy lejos el uno del otro. El problema, aquí, es que no se trata de elegir entre uno u otro, sino de entender que detrás de cada uno existe una coalición particular, un sistema de alianzas que agrupan, por un lado, con sus alcances y límites, a un amplio sector del campo popular, que expresa, sin duda, a través de esta alianza, un grado de conciencia acumulado en sus luchas particulares en un momento dado del desarrollo (desigual y combinado) de nuestra historia. Y por el otro a los sectores más reaccionarios de las clases dominantes, agrupados con el objetivo claro de derribar todas las conquistas atesoradas por el pueblo en éstos últimos 12 años.

Aunque las juzguemos escasas, aunque muy lejos estén de lo que, como pueblo, entendemos que merecemos, las clases dominantes no se equivocan, quieren volver a un esquema de acumulación sin redistribución del ingreso y sin inclusión social. Hoy, el punto más alto de la discusión que alcanzamos (síntoma del desarrollo de las contradicciones internas de un país que todavía no puede resolver la cuestión nacional, y de un mundo que se debate entre la intervención del Estado o la no intervención del mismo, ya no entre la revolución o el capitalismo) expresa con claridad cuál es la dicotomía real que asume la llamada lucha de clases en Argentina en ésta etapa de la historia. Pararse por fuera es no comprender cómo se desarrollan las discusiones reales en la Argentina actual (y en el mundo). No hay tercera vía posible, en tanto y en cuanto la realidad marca, sin abstracciones, dos posiciones claras (más allá de los nombres propios, lo que se pone en juego es la continuidad de una intervención Estatal o la destrucción de todo lo logrado).

En política, nunca se trata de elegir a Juan o de elegir a Pedro, sino de analizar una circunstancia, comprenderla en su real complejidad (con todos los “paralelogramos de fuerza” que actúan sobre ella), y extraer las conclusiones que nos permitan actuar de manera adecuada, siendo coherentes con la defensa de los intereses populares. Aquí no elegimos entre Juan o Pedro, sino que, en todo caso, Juan y Pedro son las expresiones que asumen, en un momento dado de la historia de nuestro país, en condiciones definidas por nuestras tradiciones económicas, culturales, políticas y sociales (así como también de la contingencia y el azar que son factores presentes en la historia) la contradicción que se pone en juego en nuestra época. Ya lo recordaba Lenin: “el marxista, al analizar el momento, no debe partir de lo posible, sino de lo real”.
¿Es posible que, entendiendo esto, sostengamos que, más allá de todo marco de alianzas que comprenda uno u otro sector, ambos continúan siendo iguales?

Basta retomar aquel viejo texto de Lenin, El Estado y la Revolución, que dice: “Si Engels dice que en la república democrática el Estado sigue siendo “lo mismo” que bajo la monarquía, “una máquina para la opresión de una clase por otra” esto no significa, en modo alguno, que la forma de opresión le sea indiferente al proletariado, como “enseñan” algunos anarquistas. Una forma de lucha de clases y de opresión de clase más amplia, más libre y más abierta facilita en proporciones gigantescas la lucha del proletariado por la supresión de las clases en general”.

Para entender que, si bien ambas fuerzas políticas proponen reformar el Estado burgués y no reemplazarlo, no toda forma de opresión bajo el Estado burgués es igual y que, tampoco, esa diferencia le es indiferente a los sectores populares.

El izquierdismo, vieja enfermedad contra la que combatió Trotsky

En otro viejo texto leninista: “El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo”, el revolucionario ruso explica, con mucha claridad, cómo rehusarse a asumir “compromisos” o alianzas transitorias con sectores burgueses, entendiendo cuál es la contradicción principal presente en una escenario determinado, no es más que un infantilismo pueril. La actitud que elije tomar el FIT frente al escenario nacional parece más orientada a preservar su “pureza ideológica y práctica” (poder decir, en el futuro, que, jamás, en ninguna circunstancia, y bajo ninguna coyuntura, se plegaron, ya no a una alianza, sino a cualquier política que mínimamente los acerque, aunque sea en calidad de apoyo táctico, a un sector al que critican) que a plantear una política clara que comprenda que las formas, aunque hablemos siempre de las formas del Estado burgués, no deben ser indiferentes a los marxistas.

¿Es que entonces le exigimos al FIT que se haga kirchnerista? Desde luego que no. No se trata de sustituir ninguna identidad, sino de asumir una política coherente, que comprenda qué está en juego en el próximo balotaje. Tal como lo señala Lenin, un marxista puede asumir el “compromiso” de entender qué está en juego en estas elecciones, llamar a votar en contra del avance del neo-liberalismo, y explicar, con todo detalle, las salvedades que crea oportunas, sin plegarse, a libro cerrado, a las propuestas de Daniel Scioli.

Lenin desarrolla un ejemplo que puede servirnos para pensar una táctica posible: “Si los Henderson y los Snowden se niegan a formar un bloque con los comunistas, éstos saldrán ganando en el acto, pues conquistarán la simpatía de las masas, mientras que los Henderson y los Snowden quedarán desacreditados; sí como resultado de ellos, perdemos algunas bancas en el parlamento, es algo sin importancia para nosotros. No presentaríamos candidatos sino en muy pocos distritos electorales donde nuestras candidaturas no puedan dar ninguna banca a los liberales a expensas de los candidatos laboralistas. Participaríamos en la campaña electoral, distribuiríamos volantes haciendo agitación a favor del comunismo, y en todos los distritos electorales donde no presentamos candidatos, invitaríamos a los electores a votar por el candidato laborista contra el candidato burgués. Es un error de los camaradas Pankhurst y Gallacher creer que esto es una traición al comunismo o una renuncia a la lucha contra los socialtraidores. Por el contrario, la causa de la revolución comunista indudablemente ganaría con ello… y si se objeta que ésta táctica es demasiado “sutil” o demasiado complicada para que las masas puedan comprenderla, que esta táctica dividirá y dispersará nuestras fuerzas, que nos impedirá concentrarlas en la revolución soviética, etc., responderé a los impugnadores “de izquierda”: ¡No atribuyan a las masas el doctrinarismo de ustedes!”

En ésta caso todo resulta mucho más sencillo, ya que no se trata de un acuerdo electoral entre dos fuerzas, sino que el FIT conservaría toda su independencia y no debería negociar absolutamente nada con Daniel Scioli, sino que simplemente hablaría “con las masas” para explicitar qué está en juego en las próximas elecciones, y cuál escenario favorecerá más a los sectores populares, y lógicamente, también, preparando las condiciones para ofrecer resistencia a cualquier intento de retornar a las políticas del pasado.

Cuando León Trotsky tuvo que exiliarse en el México de Lázaro Cárdenas, llevó adelante diverso tipo de actividades políticas y desarrolló un aspecto teórico de su obra que es el menos visitado por la dirigencia de la trotskismo argentino. Además de releer el concepto de “Bonapartismo”, repensando, según las complejidades de América Latina, el concepto y hablando de un “Bonapartismo sui generis de izquierda” para analizar gobiernos como el de Cárdenas, Trotsky tuvo que plantar posiciones muy claras con respecto a la política llevada adelante por el líder mexicano (jamás se plegó a un apoyo indulgente, sino que llamó a un apoyo crítico de los avances sustanciales que produjo el proceso para el movimiento obrero local). Clásica es la pelea con sectores del trotkismo de México, encarnados en la figura de Luciano Galicia, y Trotsky.

En el momento en que Lázaro Cárdenas decide llevar adelante la nacionalización del petróleo, Galicia se opone a la medida porque caracteriza, abiertamente, de burgués al gobierno de Cárdenas y, al mismo tiempo, rechaza el pago de la indemnización por la expropiación del crudo. Sin ir más lejos, hemos visto una reacción similar del FIT en Argentina, cuando fuera nacionalizada YPF. Trotsky, sin embargo, discute intensamente con éstos sectores infantiles, y plantea la defensa de la medida (indemnizaciones incluidas) y llama a comprender el carácter anti-imperialista de la nacionalización del petróleo. Comprendiendo la contradicción principal y la complejidad y las características particulares del proceso Latinoamericano, Trotsky excluye a estos sectores ultraizquierdistas de la Cuarta Internacional y los expone como izquierdistas infantiles, sentando un precedente histórico entendiendo, por ejemplo, que: “El Frente Popular no tiene en América Latina un carácter tan reaccionario como en Francia o España. Puede tener un carácter progresivo en la medida que está dirigido contra el imperialismo”.

Como vemos, no se trata de trasladar, mecánicamente, análisis que han nacido en realidades foráneas para ser coherentemente marxista, sino de partir de lo posible y de lo real para construir un futuro que realmente comprenda como posibilidad la liberación social. En una elección determinante para el futuro de los sectores populares no se puede permanecer indiferente a la forma que asume la discusión política en nuestro país (aunque dicha forma no sea la que esperamos en términos de deseos personales). De lo que se trata es de, con las cartas en juego, asumir la posición más coherente posible para sentar las bases de construcción de una superación del proceso actual. Votar en blanco es un error táctico anti-marxista, que favorece al avance de la reacción.