Italia: el tour mediático de la oposición venezolana

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Italia: el tour mediático de la oposición venezolana

09 Mayo 2016

 

Por Geraldina Colotti (*)

Que la propaganda sea un fuerte motor de la política en todas las latitudes es un hecho, para causas más o menos nobles. Sorprenderse no ayuda. Ver a la gran prensa a remolque de una sola campana, hasta el punto de voltear los términos de la cuestión, todavía causa efecto.

¿Es posible -nos preguntamos- que a nadie le pase por la mente verificar las informaciones que se transportan, los currículums de los personajes y las pertinencias de sus afirmaciones? En cambio, no: la visita en Italia de algunos representantes de la oposición venezolana ha sido auspiciada a caja cerrada y sin un mínimo de contraste, sea a nivel mediático como político.

Los protagonistas de una kermesse que durará algunos días son Leopoldo López Gill, Vanessa Ledezma y el sociólogo Tomás Páez. Apoyados por un grupo de empresarios y fuertes lobbies internacionales, el grupo ha organizado también un encuentro en un gran hotel romano, del que han participado un centenar de personas.

En una atmósfera “coppoliana”, entre un premio al “buen papá” e invocaciones a la Virgen de Coromoto, entre una lagrimucha y un chiste racista, desde la mesa pasa una secuela de afirmaciones falsas o atolondradas, dignas de los tiempos en los que los comunistas “se comían a los niños”. Difícil escapar a un efecto distanciante, frente a un López Gill transformado en un sufriente querubín, perseguido por una feroz dictadura. El pedigree del conferencista de Voluntad Popular es el de un exponente de la alta burguesía venezolana, que por veinte años ha estado en la dirección del periódico El Nacional.

Figura entre los firmantes del Decreto Carmona, con el que el jefe de la local Cofindustria, Pedro Carmona Estanga, llevado al poder por un golpe de Estado, suspendió todas las garantías institucionales y dio lugar a una enérgica represión: fue durante el golpe contra el presidente democráticamente electo Hugo Chávez, en abril del 2002. Un golpe decidido en Washington y orquestado por la oligarquía local con la complicidad de las altas jerarquías de la Iglesia católica. Duró sólo dos días, porque el pueblo llevó a su legítimo representante nuevamente a su puesto.

En aquellos días, Leopoldo López, hijo de Gill, entregó a la historia una serie de performances nada pacíficas. Entre éstas, el secuestro del personal de la embajada cubana, perpetrado junto al futuro candidato presidencial, Henrique Capriles Radonski.

Actos que, como demuestran numerosos videos, López ha repetido durante las violencias en las plazas del 2014, que han provocado 43 muertos y más de 850 heridos: la mayor parte de las víctimas (fuerzas del orden) han sido asesinadas con disparos de arma de fuego, otros (trabajadores que regresaban a sus casas en la noche) han sido decapitados por los hilos de fierro tendidos para hacer caer a los motorizados. Víctimas provocadas por la campaña lanzada por López hijo, Antonio Ledezma y María Machado (“la salida”) para echar por la fuerza a Maduro del gobierno. Todos grandes amigos de Washington y destinatarios de sus anuales financiamientos, directos o disimulados (como la Red Democrática Universitaria de Tomas Páez).

En efecto, nadie ha hecho misterio de que las organizaciones de apoyo en el exterior sean “nacidas en Miami”: allí actúa el gran perturbador de la economía venezolana, el lugar del cambio paralelo Dolar Today, donde termina buena parte del río de dinero sustraído por las grandes empresas al gobierno para inversiones que no se hacen nunca, y donde han huido banqueros fraudulentos y golpistas que la coalición de López quisiera amnistiar.

Páez y López han acusado a Diosdado Cabello de dirigir un cartel mafioso. Y sin embargo en los Panamá Papers figuran numerosos nombres de la oposición (uno de ellos, el jefe de la coalición parlamentaria Julio Borges), pero no el de Cabello y su compañeros. Y las confesiones de un destripador inscrito en Voluntad Popular exponiendo todos los trapos sucios (y violentos) de la oposición.

Pero las acusaciones a Cabello han tomado forma en Miami y en Madrid, donde los López han obtenido ciudadanía gracias también a sus consonancias en la idea de “soberanía” con la corona española.

Tumbar la estatua de Colón –ha escrito López Gill- es igual a las estatuas tumbadas por el Isis en Palmira, porque Bolívar y Miranda eran españoles.

Que la “feroz tiranía” dirigida por Maduro sea pasada a través del consenso de las urnas, tanto que la oposición ha vencido en las últimas parlamentarias, poco importa. Y los políticos detenidos por hechos gravísimos, aún cuando como Ledezma estén ya en arresto domiciliario, son “prisioneros políticos” bárbaramente torturados. Aún si –como testimonian videos y documentos– gozan de todas las garantías. Sin embargo, “la tumba” -un subterráneo donde torturaba la policía política junto a los anticastristas de Miami– ha existido sólo durante la IV República, bajo el Consenso de Washington que López y los suyos quisieran restaurar.

 

(*) Periodista del diario Il Manifesto, de Roma, Italia. Traducción de Gabriela Pereira.