Un Estado para una comunidad organizada

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Un Estado para una comunidad organizada

05 Diciembre 2018

Por Daniel Ezcurra* 

Comparto los 6 ejes principales de mi exposición en el panel “La autonomía del Estado. ¿Concepto vigente o perimido?” del II Congreso de Filosofía y Geopolítica Nestor Kirchner, esperando que resulte un aporte al intercambio y el debate sobre los desafíos que vienen para el movimiento nacional y popular.

1- El Estado como botonera neutral

Aprovechando una polémica de días pasado entre una periodista y un mediático dirigente social queremos decir algo rápidamente: pensar que un proyecto popular, porque llega a tener la temporal conducción del gobierno durante 4 años, puede implementar su voluntad política de transformación con cualquier equipo técnico-político más allá de su ideología, es tener una idea muy superficial sobre cómo funciona el Estado y la relación social que expresa. Esta visión comprende para nosotros dos graves errores: 

El primero; pensar que el Estado es una botonera neutral que está ahí para que nosotros solamente apretando las teclas correctas elaboremos políticas públicas populares. El segundo, es imaginar que existe la neutralidad técnica; justamente cuando uno de los grandes problemas que padecen los gobiernos populares (que siempre sufren la carencia de cuadros técnicos-políticos) es que muchas veces la potencia de las orientaciones más transformadoras se disipa, deforma, esteriliza en la larga cadena de procesos que implica convertirlas en políticas públicas.

2- La disputa por el sentido común

Si aceptamos entonces que el Estado-Nación, como producto histórico, es la institucionalización de una determinada relación social, y que entre sus competencias esta ser el garante último de esa relación pero a la vez actuar como arena de la disputa por la definición de “la cosa pública” que debe ser atendida por ese Estado: Seguramente coincidiremos en que debemos proponernos incidir en el sentido común de la sociedad en la que se funda. Y esto porque como alguien dijo la política no es otra cosa que la disputa por el sentido común.

Alguno podrá, con alguna pretención acadámica, llamar a esto último la dimensión axiológica de la sociedad: (es decir el cuerpo de elecciones ancladas en los valores morales, éticos, estéticos y espirituales).

Si como colectivos políticos abandonamos (y si no lo hicimos deberíamos apresurarnos a hacerlo) la idea de que podemos cambiar el mundo sin tomar el poder y su contracara; pretender que llegando a conducir el Estado ya podemos hacer todo lo que nos imaginamos y soñamos; entonces podemos pasar a aceptar otro nivel en las verdades de Perogrullo: llegar a conducir el Estado es un importantísimo punto de acumulación que nos habilita a pensar nuevos avances que significarán obviamente, nuevos conflictos.

3- El Estado en tiempos de globalización

Siguiendo al general Perón, diremos que esos conflictos no se dan en el éter ni ocurren en el vacío, sino en un contexto de relaciones económicas y geo-estratégicas mundiales. “La única política es la política internacional” decía el General enfatizando este concepto.

Centrándo nuestra mirada sobre el Estado, vemos que hoy la parte más violentamente agresiva del capital financiero ve en el Estado y sus regulaciones una molestia que es necesario eliminar para alcanzar la total libertad de circulación de capitales, datos, bienes, servicios y energía humana.

Y esto dicho cuando nos toca pensar el Estado en momentos en que 8 personas tienen la misma riqueza que la mitad de la población mundial, donde el 70% de la economía está en manos de 11 mil multinacionales y sus proveedores, que a su vez forman las Cadenas Mundiales de Valor; y que están sólidamente vinculadas a los paraísos fiscales porque allí van a parar y no al Estado el 40% de sus ganancias. Así podemos empezar a mensurar los desafíos que enfrenta el Estado en esta etapa del capitalismo financiero donde pierde competencias hacia arriba y hacia abajo.

4- El conflicto político

Es en este contexto de grandes transformaciones globales donde el Estado aparece como cuestionado y debilitado; debemos pensar ¿qué Estado necesitamos? para una nueva oleada del proyecto nacional.

Entendemos imprescindible debatir profundamente en qué y para cuál sociedad. Porque esta pregunta habilita el debate sobre cuáles son l@s sujetos de la construcción de nuestro proyecto, en tiempos donde pesa con mucha fuerza la idea de que el único relato global que parece haber quedado en pie es el del Mercado.

Y aquí vamos a hacer una interpretación, que también es un balance, sobre una de las frases para nosotros más estimulantes de Cristina Fernandez de Kirchner en su discurso de Clacso: ella dijo: “Se requieren nuevas arquitecturas institucionales para preservar la democracia”.

Decodificamos el desafío que lanza nuestra conductora pensando que las categorías de inclusión más fuertes en el último gobierno popular fueron el consumo y los derechos. Siendo ambas deseables y necesarias, también sabemos que el consumo construye consumidores que quieren seguir consumiendo y que una sociedad de derechos es una sociedad de ciudadanos que no necesaria, ni fatalmente, se constituye en una comunidad organizada.

Y aquí es donde empiezan las dificultades. Porque si la capacidad de consumo y la efectivización de derechos son introyectados en el sentido común como “garantías individuales” que el Estado tiene la obligación de resolver per se; se pierde de vista el conflicto político que implican por un lado, la definición de la “cosa pública” que debe atender el Estado y por otro la distribución de la riqueza socialmente producida; por lo que cualquier decepción de las expectativas se decodifica, no desde una mirada colectiva y pública, sino como queja individual que erosiona la legitimidad del gobierno del Estado fortaleciendo del darwinismo social y la antipolítica.

5- El Estado al servicio de la comunidad

Esa sociedad moldeada por el sentido común neoliberal es una forma de sociedad “compuesta de públicos o gente, y no de clases o pueblo; formada por consumidores más que por ciudadanos; dependiente más del espectáculo que de su historia; más impulsiva-sentimental que épica-patriótica; más identificada con sus celebridades que con sus próceres”. (Pablo Hupert). Desde esta perspectiva, tal vez no sea una opción para nosotras y nosotros añorar lo que no existe ni contentarnos en administrar lo existente.

Desde ese lugar queremos hacer hincapié en la necesidad de resignificación política de la división clásica entre lo privado, lo Estatal y lo público: o dicho de otra forma entre el ciudadano consumidor, las políticas públicas y lo colectivo que no es estatal que podríamos nombrar también como comunidad organizada.

Entendemos que las nuevas arquitecturas institucionales del Estado deben estar diseñadas y puestas al servicio de la extensión, el fortalecimiento y la capacidad de intervención de esa comunidad organizada que hoy no se expresa con la fuerza suficiente para hacer realidad el apotegma peronista que dice que gobernar es hacer lo que el pueblo quiere.

Fortalecer lo público, lo colectivo, lo comunitario es “crear pueblo” y fortalecer la democracia. Y es también fortalecer la capacidad de acumulación de fuerzas para que el Estado responda, en un sentido nacional y popular, a los desafíos que la distribución de la riqueza, la definición de la “cosa pública” y la batalla cultural (como conflicto por el sentido común) traerán en el futuro inmediato.

6- Un Estado y un orden para la comunidad

Muchas veces nuestra práctica nos encuentra apelando a épicas, formas de construir sociedad, imaginarios simbólicos y sujetos que aparecen severamente cuestionados en su capacidad de reunir y convocar.

Nuestra intervención política no puede partir de la nostalgia de momentos políticos que no existen, ni de estrategias para sujetos que no están presentes o no tienen la misma centralidad de antaño. Sino que tiene que proponer horizontes deseables y pensar cómo construir mayorías que los hagan posibles.

Cristina supo anunciar con claridad el corazón del proyecto de sociedad de los que hoy gobiernan cuando dijo que vinieron a desorganizarnos la vida. Y nuestra tarea será volver a movilizar el deseo colectivo en tiempos donde nuestros compatriotas están atravesados por la Incertidumbre, la inseguridad y la desprotección, frutos de de re-estructuración de lazos sociales que trae el neoliberalismo.

Estamos convencidos que frente a la incertidumbre y la desprotección nuestro proyecto debe convidar a la construcción de un orden como horizonte deseable. No hay que tenerle miedo a la idea de orden. Cuando Nestor nos convocó a construir un país normal luego de la catástrofe del 2001, no llamaba a participar de un orden. Construir un pueblo es construir masa crítica para establecer un orden popular. Pensar el Estado es pensar la herramienta que pone en tensión la construcción de ese orden.

Y ese orden debe ser un puente emocional y doctrinario como la memoria histórica de los años más felices de nuestro pueblo: Debe ser el orden del trabajo. El del pan en cada mesa. El de saber que nuestros hijos van a estar mejor que nosotros. El de un Estado fuerte para cuidar a los viejos, a los niños y a la comunidad de quienes buscan lastimarla. El orden capaz de fijar a fuego la vivencia de que nadie se realiza en una comunidad que no se realiza.

Nuestra tarea, además de blindar a nuestra conducción y construir fuerza popular organizada en unidad para llegar a gobernar; es ayudar a pensar y construir juntos las estructuras institucionales de un Estado al servicio de la construcción de esa comunidad organizada y de ese orden nacional, popular, democrático e igualitario en todos los sentidos.

* Historiador. Asesor parlamentario. Secretario General de Kolina Buenos Aires.