Maduro y Hendrix: no hay revolución sin rock

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Maduro y Hendrix: no hay revolución sin rock

14 Abril 2015


"No se puede hacer la revolución con canciones, pero no existen las revoluciones sin canciones"

Silvio Rodríguez

 

Por Rodrigo Lugones

Soy admirador de Jimi Hendrix”. Con ésta frase el presidente de la hermana República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro,  dio a conocer un dato que, hasta ahora, para quién escribe (y posiblemente para muchos otros) era desconocido; en su juventud fue guitarrista de rock and roll. Recordando que solía tocar Voodo Child, hizo mención a la famosísima performance de Hendrix en el festival de Woodstock, cuando, pasadas las 10 de la mañana, improvisó una versión eléctrica del himno estadounidense plagada de acoples de guitarra y sonidos que emulaban el lanzamiento de las bombas de Napalm sobre Vietnam. Un país invadido por la potencia militar más grande del planeta, que luchaba heroicamente por su liberación, atravesaba la Fender Stratocaster blanca de Hendrix.

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Maduro conoce el sentido de la interpretación de Jimi en Woodstock (una de las manifestaciones del arte más hermosas de crítica práctica a una guerra imperialista, una definición por la paz, pero no cualquier definición, sino una planteada desde el ceno mismo del imperio agresor). El espíritu de la época estaba siendo expresado por un músico negro (una de las razas más castigadas de la historia de la humanidad, raza a la cual Obama pertenece). Maduro recoge esa herencia para ponernos a pensar sobre una temática hostil (para muchos izquierdistas): Rock y Revolución.

Para pensar al Imperio hay que hacerlo desde una totalización que integre todas las parcialidades (contradicciones incluidas), ahí apunta el mandatario caribeño. Saber de su poder destructor, de su belicosidad, de su defensa de la muerte como instrumento opresor, de la eficacia de su complejo militar-audiovisual-industrial, y también de sus más sublimes manifestaciones políticas, sociales y culturales. Las que buscaron expresar que puede existir otra cara del país del “Mal”, conocer su historia nos puede ayudar, esa historia despreciada por Obama porque, evidentemente, le muestra una verdad insoportable. Una más humana, que apuesta por la paz, el amor y la libertad: la de Woodstock, la de Mailer, Ginsberg y William Burroughs, la de los 7 de Chicago, esos yippies como Abbie Hoffman que siempre buscaron construir otro mundo (sabiendo que ese otro mundo estaba adentro de éste), la de las  Panteras Negras con Malcom X, la de la música y la escritura, la de la politización y la lucha por los derechos civiles, la de Kerouac recorriendo las carreteras, mitificando la Ruta 66 y susurrándonos al oído que: “La única gente que le interesa es la que está loca, loca por vivir”, la de la Psiquedelia de Timothy Leary, la de Frisco y su Verano del Amor, la de Zappa, Morrison, y Hendrix, la de Dylan y su The Times They Are A-Changin que decía, sin temblar, desde el corazón del infierno: “La línea está trazada. La maldición está hecha. Los lentos ahora, serán rápidos después. Y el presente ahora, será pasado después. El orden esta rápidamente desapareciendo. Y los primeros ahora, serán los últimos después. Porque los tiempos están cambiando.”

Lennon, que pensó en todas estas cosas, en un reportaje dado a un diario de izquierda en los años 70, clarificó bastante la síntesis entre los movimientos de liberación y el rock and roll, reflexionando sobre lo que éste último podía aportar al respecto. Entendiendo la ideología del rock (movimiento cultural que propone, cuando es coherente, una alternativa frente a la cultura hegemónica) como hermana de los procesos de liberación del hombre:

"Es lo que estoy tratando de hacer con mis álbumes y en estas entrevistas. Lo que estoy tratando de hacer es influenciar a todos los que puedo: A todos los que siguen soñando, y sólo provocar un gran signo de interrogación en sus mentes. Ya pasó el sueño ácido, es lo que trato de decirles... Y también me gustó cuando el movimiento en USA usó ’Give peace a chance’ [Da una oportunidad a la paz], porque en realidad lo que quise hacer al escribirla fue eso. Esperaba que en lugar de cantar ’We shall overcome’ [venceremos] de 1800 o algo así, tendrían algo contemporáneo. Sentí una obligación incluso de escribir una canción que la gente cantaría en el pub o en una manifestación. Por eso quisiera escribir ahora canciones para la revolución..."

El discurso de Maduro, la posición de Cuba y el discurso de Cristina en la cumbre de las Américas nos hacen comprender  que el legado de una América (toda) libre y lejos del imperialismo sigue vigente y no murió junto al Dakota el 8 de Diciembre de 1980. En contra de lo afirmado por Lennon, en su emotiva canción God y a favor de lo que planteó el Indio Solari, seguir con los puños en alto deseando, al final, hacer la revolución con una canción de amor. Venezuela, siendo coherente, le dio una oportunidad a la paz.