Los profetas del odio

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Los profetas del odio

02 Septiembre 2015

Por Facundo Castro

El establishment argentino no sabe ganar elecciones, y tampoco aprendió a digerirlas democráticamente cuando las pierde. Sabe que si el curso de los acontecimientos no varía drásticamente, el 25 de octubre volverá a ganar el FPV.  El establishment arrastra su incapacidad histórica de conformar un partido político que sea capaz de traducir sus intereses y disputar el poder institucional en el terreno electoral. Siempre que ha accedido al ejercicio del gobierno, lo ha hecho a través de las dictaduras cívico-militares o valiéndose de la cooptación de dirigentes de los partidos históricos, que defraudando la voluntad popular accedían gentilmente a representar sus intereses. En consecuencia, ante la inminencia de la consagración del cuarto mandato del FPV, el establishment se ha propuesto hacer lo que mejor sabe para garantizar sus intereses: presionar al poder político a través de los intentos de desestabilización y la permanente amenaza de caos.

El FPV hasta el momento, ha demostrado ser un movimiento político en cuyo interior conviven una variada multiplicidad de actores,   ordenados bajo la indiscutida conducción de Cristina y con un proyecto político y económico de crecimiento y desarrollo con inclusión social. En su contra, se encuentra una oposición dispersa, sin agenda y de discursos y alianzas fluctuantes. Aquí nos es útil traer como herramienta el principio de diferenciación. Todo espacio político que pretende disputar el poder, a medida que se constituye como tal, cuando va estableciendo sus principios y su proyecto, se va afirmando en su identidad y, consecuentemente, diferenciándose de los demás. Cuanto más  se afirma así mismo, más se diferencia de los demás. Y a mayor diferencia, mayor será el conflicto. En efecto,  allí donde no hay ninguna diferencia, tampoco hay ningún conflicto porque son lo mismo. Esto ocurre con los partidos opositores, sus diferencias se reducen a los nombres que compiten por los cargos, pero no existen diferencias esenciales entre ellos, así como tampoco existen mayores conflictos. Esto es lo que permite que sus dirigentes sean tan versátiles y las alianzas tan endebles como variopintas. Por esto mismo, se pudo ver en este maratónico año electoral algunos casos curiosos, como  Larreta y Louteau compitiendo por la jefatura de la CABA mientras integran la misma alianza nacional; o las permanentes idas y vueltas para una alianza entre Macri y Massa a nivel nacional, o también en que en algunas provincias como en Tucumán o Mendoza, una alianza congregara a todos los partidos opositores.

Pero si la diferencia entre los partidos políticos se reduce a la competencia por los cargos ¿Qué es lo que los hace esencialmente iguales? La respuesta es muy sencilla, y está en que todos proponen un mismo programa económico, que a lo sumo esbozan discursivamente diferente, dependiendo del color ideológico de la ropa con la cual se visten. Al igual que los médicos de Moliere, quienes para cualquier enfermedad siempre recetaban una sangría del cuerpo, la oposición postula como solución para todo problema económico, el ajuste. El retraso cambiario – sostienen - dispara la inflación, para lo cual sugieren una devaluación que de por tierra con el poder adquisitivo del salario y el costo laboral de las empresas, disminuya el consumo, haciendo caer en consecuencia las importaciones y aumentando los saldos exportables. Después, como hemos visto tantas veces,  vendrán sus médicos forenses a explicarnos porque todo esto genera estancamiento, ya que el ajuste no fue suficiente y sugerirán a aumentar la dosis. No estamos inventando nada nuevo, el lector puede comprobarlo,  basta con “googlear” lo que dicen los economistas opositores ahora, con lo que decían en el 2001, en los noventa o en la última dictadura.

El problema es que la mimetización de los partidos políticos opositores con los intereses del establishment, así como su pobreza discursiva, falta de propuestas y dependencia de la agenda que imponen los medios de comunicación, les impide generar el capital político con el cual desbancar al FPV, y hace que el sostenimiento de un hipotético gobierno sea una utopía que aparece en un horizonte nublado, y que no se alcanza nunca por más veloz que se corra. Cerrada  la posibilidad de una victoria electoral opositora, el establisment recurre a la desestabilización política desesperada, con la esperanza de que un desgaste del FPV redunde en una mayor posibilidad electoral de su candidato y colega, Mauricio Macri.

En los últimos meses pudo observarse la puesta en práctica de viejas y conocidas maniobras desestabilizadoras, que se repiten como en espejo en contra de los diferentes gobiernos populares de la región:

  • La denuncia del fiscal Nisman, acusando de complicidad con el terrorismo a la mismísima Presidenta y a su canciller. Luego la muerte del fiscal, la cobertura mediática y las declaraciones opositoras atribuyendo la muerte a un asesinato ordenado por Cristina.
  • El temor fundado por la falta de acuerdo con los fondos buitre y las corridas cambiarias contra el dólar, para forzar una devaluación del peso. Los inspectores del Banco Central han encontrado 17 cuevas en la CABA abiertas con permiso del Gobierno de la Ciudad, en violación de la normativa vigente que indica que tal permiso solo puede ser otorgado por el Banco Central. Esto pone al descubierto las intenciones de las autoridades porteñas de facilitar el comercio del dólar ilegal para disparar su precio y alentar la devaluación.
  • La denuncia de las cuentas en el extranjero de Máximo Kirchner y Nilda Garré.
  • Las denuncias contra Cristina y su hijo por la causa Hotesur.
  • La denuncia en plena campaña contra Anibal Fernandez de haber ordenado el asesinato del triple crimen de Gral. Rodriguez.
  • La denuncia de asesinato político contra un militante radical en Jujuy.
  • Y ahora, las denuncias sistemáticas de fraude, tanto de los medios como de los dirigentes de la oposición, de toda elección en la que pierden. Preparando el camino para denunciar fraude en octubre.

El caso de las elecciones de Tucumán merece ser resaltado. A partir de allí, el discurso opositor tomó el formato de las oposiciones de otros países de la región, cuando  están convencidas de que no tienen chances de ganar las elecciones. Lo que hacen es acusar de fraude toda elección en la que pierden, no reconocer la derrota ni, en consecuencia, la legitimidad del candidato oficialista, para así difundir el malestar en la población, llamar a la desobediencia, agitar el caos y la ingobernabilidad. Una oposición que no reconoce en el oficialismo a un adversario con el cual tiene diferencias políticas, sino que lo presenta como un ser maligno al grito de corruptos, asesinos y fraudulentos, al mismo tiempo que no acata ni respeta los mecanismos institucionales y las reglas del orden democrático, constituye un peligro que atenta seriamente contra la estabilidad y la calidad de la Democracia.

La intención de los medios de comunicación y dirigentes de la oposición al formular las denuncias, por más disparatadas e infundadas que estas sean, no está dirigida a convencer a una parte importante de la población para producir consensos mayoritarios. Lo irreal de las denuncias lo impide de antemano. La finalidad está en inocular el odio en una pequeña porción de la población permeable a sus mentiras, pero que sea políticamente activa, y pueda ser instrumento para la desestabilización política. Ya sea fomentando la violencia o ayudando a crear la ilusión de  masividad en movilizaciones de varias decenas de miles de personas, insignificantes en relación al total de la población, pero presentadas como representativas de la totalidad de la misma. Así actúan, se valen de un par de imágenes, de argumentos y denuncias que sacan de contexto, que repiten permanentemente, y que después utilizan para justificar una determinada acción política.

 Quieren desgastar al FPV políticamente, para evitar que gane las elecciones de octubre como objetivo de máxima, o para condicionar al próximo gobierno como objetivo de mínima. No tienen propuestas, cuando lo hacen son abstracciones generales que nunca precisan como las van a llevar adelante. Acusan con disparates a los dirigentes del FPV y los tildan de agresores cuando se defienden de las mentiras. Agreden permanentemente desde los medios y acusan de intolerantes a quien les responde. Mienten, desorientan, estigmatizan, cultivan el terreno para el desorden y el caos, el odio es su negocio. Ya Jauretche los definió muy bien, son los Profetas del Odio.