Ficciones del anarquismo

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Ficciones del anarquismo

17 Noviembre 2018

Por Sebastián Stavisky

El jueves, un periodista de un portal de noticias –de esos cuyos lectores escriben en sus comentarios algunas de las páginas más infames de los diarios del odio– buscó contactarse con colegas para conocer cómo piensa un investigador esta suerte de comedia trágica que se está haciendo nuevamente por estos días de la persecución a espacios anarquistas y afines. Luego de que varios rechazaran el ofrecimiento, terminó dando conmigo y, tras pensarlo un poco, acepté responder sus preguntas con la condición de que fueran por escrito. El espacio que finalmente otorgó a mis palabras y a las de un compañero que también entrevistó se redujo a unos pocos recortes sueltos que, aunque parecieran hechos sin mala intención, no terminan de dar cuenta de la complejidad de lo que está sucediendo y que creo necesario pensar. Comparto lo que escribí entonces para las preguntas que me hicieron.

1) El miércoles una mujer que se manifestaba anarquista quiso poner un explosivo en la tumba de Ramón Falcón y terminó herida. ¿Cómo lees el suceso desde tu lugar como alguien que ha estudiado al movimiento anarquista? 

Las primeras publicaciones anarquistas en Argentina surgieron hacia fines del siglo XIX, coincidiendo con una ola de atentados que por aquellos mismos años tuvo lugar en Europa, y cuyas noticias llegaban al país a través de la prensa comercial. Periódicos como La Prensa y La Nación comenzaron a construir entonces una imagen del anarquismo asociada al terror que, de algún modo, dejó una marca indeleble en cómo sería comprendido posteriormente el fenómeno. Sin embargo, y aunque muchas de las publicaciones anarquistas de aquel momento reivindicaban los atentados producidos en Europa, la situación en el país era muy distinta, en tanto acá no hubo atentados hasta entrado el siglo XX, y fueron realmente pocos. El primero que se produjo y que alcanzó su objetivo fue el asesinato de Ramón Falcón por Simón Radowitzky en 1909, del que el miércoles, precisamente, se cumplieron 109 años. Creo es importante reconstruir un poco esta historia acerca de, por un lado, lo que fue el anarquismo y, por el otro, cómo se lo construyó mediáticamente para comprender la distancia que se abre entre ambos procesos que, aunque estén lejos de coincidir, no por ello dejan de dialogar. Muchxs anarquistas aprovecharon, en los inicios del movimiento en el país, lo que la prensa decía de ellxs para hacerse de una imagen con fuerte impacto en el espacio público cuando su existencia real era en verdad muy reducida.

Con respecto al suceso específico, en los últimos veinte años, aproximadamente, surgieron varios trabajos académicos que intentaron trazar una genealogía del terrorismo a partir de los atentados anarquistas de finales del siglo XIX. En su gran mayoría, estos trabajos suelen parecerme bastante malos, en tanto pretenden enlazar fenómenos sumamente complejos y bien distintos entre sí. Pero hay uno de Uri Eisenzweig que se llama Ficciones del anarquismo que me resulta interesante. A grandes rasgos, el autor intenta comprender el fenómeno del atentado anarquista o propaganda por el hecho –tal como muchxs de lxs propixs anarquistas le llamaban– a partir del rechazo que éstos manifestaban no sólo a la figura de la autoridad, sino también a la idea de representación. El atentado vendría entonces a ser algo así como la búsqueda por sustituir a la palabra por el acto, un modo de decir, de expresar una rabia incontrolable, a través de una acción directa. No creo que esta forma de comprender ciertas prácticas anarquistas de hace más de cien años sea directamente trasladable a prácticas de la actualidad, pero sí creo que, tal vez, puede darnos algunas pistas para ayudarnos a entender. ¿Cómo se hace hoy día para expresar una disconformidad radical al estado de injusticias vigente, cómo manifestar y hacer escuchar un no rotundo cuando los canales para hacerlo se encuentran o bien cancelados para quien que no repita un guión prefijado, o bien saturados de expresiones sin ninguna relación con nuestra materialidad sensible, con lo que nos pasa en y por el cuerpo?

2) ¿En qué consiste ser anarquista hoy, en Argentina y en 2018?

A lo largo de su historia, el anarquismo prácticamente no dejó asunto sin tratar como tema de reflexión y experimentación. A diferencia de otras corrientes de la izquierda que optaron por una u otra contradicción que creyeron fundamental y determinante a todas las demás, lxs anarquistas no crearon un sistema métrico con el cual medir la importancia de los problemas que los atravesaban. Lo que sí hicieron fue elaborar una perspectiva a través de la cual afrontar estos múltiples problemas, es decir, se dedicaron a construir una moral y una ética libertarias. Si hubiera que decir cuál fue la principal preocupación de los anarquistas, diría que se trata de la pregunta por el modo de hacerse en el presente una forma de vida capaz de satisfacer de manera inmediata sus deseos ingobernables de libertad. Esto es lo que hace que el anarquismo resulte tan incomprensible no sólo para los medios de comunicación y organismos de gobierno, sino también para muchxs militantes de izquierda que no conciben la posibilidad de un pensamiento y una práctica política que no sea en términos estratégicos, según una previa distinción y evaluación de medios y fines. Evaluar las acciones anarquistas según a quién favorecen y a quién no –o, como suele decirse, a quién son funcionales– es un error porque parte de una premisa que no es la que sostienen quienes llevan esas acciones a cabo.

Si bien hay hoy varias organizaciones y espacios que se reconocen como anarquistas, entiendo que el anarquismo no se trata tanto de una identidad capaz de asumirse de una vez y para siempre, como de la insistencia en un modo de ser y de relacionarse con otros. Es por ello que se pueden encontrar sensibilidades libertarias en diversos movimientos que no se identifican necesariamente con el anarquismo. En este sentido, podrían reconocerse formas libertarias de vida cada vez que emerge la pregunta por cómo despojarnos de las ataduras que nos gobiernan, cómo ensayar el arte de una inservidumbre voluntaria. Y esta pregunta puede aparecer en medio de reflexiones acerca de temas en apariencia tan disímiles como el consumo, la propaganda, la educación, la salud, el trabajo, la sexualidad, nuestro vínculo con los animales, con el medio ambiente, con nuestros amigos, nuestros vecinos, nuestros amores.

3) El gobierno salió, una vez más, a "demonizar" al movimiento, que tras lo ocurrido hoy está en boca de todos los medios. ¿Qué viste en este sentido? ¿Creés que hay desconocimiento? ¿Se tiende a generalizar? ¿A simplificar?

Por un lado, en esa demonización de la que hablás hay mucho desconocimiento, pero es un desconocimiento que no sólo se encuentra en el gobierno, sino también en muchos otros que, incluso reconociéndose progresistas o de izquierda, salen a señalar servicios cada vez que se encuentran con una acción protagonizada por quien lleva una bandera rojinegra o pinta una A encerrada en un círculo o en un corazón. Esto no quiere decir que no existan infiltrados. La infiltración de organizaciones populares es una práctica común de la policía y servicios de inteligencia que a lxs anarquistas de finales del siglo XIX y principios del XX ya preocupaba sobremanera, y que padecen desde entonces gran parte de los espacios de izquierda. El inconveniente es que tal señalamiento surge sin ninguna mínima investigación previa más o menos seria, y que colabora con la demonización que el gobierno realiza ya no por desconocimiento, sino como instancia bien elaborada de control social.

Así como los atentados anarquistas de hace más de cien años buscaban propagar un mensaje por medio de una acción, la espectacularización de la represión estatal que desde hace algunos años estamos viviendo nos envía también sus mensajes y llamados al orden no sólo a quienes podamos inscribirnos en el anarquismo. En estos mismos días se están allanando bibliotecas y archivos que llevan alrededor de 80 años de vida, espacios de derechos humanos y centros sociales y culturales; se está secuestrando y destruyendo material que costó muchísimo esfuerzo elaborar y conservar; se está procesando y encerrando activistas. ¿Alguien cree que se trata de acciones dirigidas simplemente sobre un conjunto delimitado de ideas? Ante hechos como éstos, y tantos otros que vienen sufriendo las organizaciones y militantes populares, tal vez la ética libertaria de cuidado mutuo, despojada de cualquier tipo de evaluación de medios y fines, tenga algo para enseñarnos acerca de cómo contrarrestar la violencia que se está ejerciendo sobre nuestros cuerpos.