El Eternauta: una serie para el futuro Argentino
Juan Salvo se duerme algunos minutos dentro de un auto en plena avenida. No recuerda la última vez que durmió. El blanco nieve, el sonido de la respiración por la escafandra, lo estuvo acompañando durante el último recorrido por las calles desérticas, y tóxicas, del conurbano bonaerense. Todo es nada. La muerte aparece en cada esquina, en cada persona que yace en la calle. Es imposible continuar. De repente despierta, con un suspiro hondo. Se recupera y de forma automática gira la llave para encender el vehículo: irrumpe la voz de la Negra Sosa, Mercedes, con esa belleza del “Todo Cambia” para matizar esa esperanza eterna que siempre está anclada a nuestro Ser Argentino.
La serie El Eternauta, al menos estos primeros seis capítulos, marcha a convertirse en lo mejor que se ha hecho en el Cine Argentino. No solo por la capacidad en efectos especiales que son deslumbrantes, sino por captar al detalle el Ser Argentino. Cuesta recordar algo tan masivo -sólo en nuestro país ya la vieron 7 millones de personas- que haya tenido tanto que ver con ese nosotros que nos hemos cansado de rastrear, de forzar y de rearmar en tantísimos films, libros y series; charlas de mate y sobremesas de asados y pastas domingueras. Ahora está y, para sorpresa de muchos dirigentes, en Netflix.
Dentro de ese corpus lo primero que tira por tierra Bruno Stagnaro, director de la serie, es esa idea tan común de, a priori, las censuras, condicionamientos o conveniencias de Netflix que impedirían abordar la historieta escrita por Germán Hector Oesterheld desde un posicionamiento político, no partidario, pero político al fin.
Y, sumado a esto último, también se destaca que en la historia no hay una linealidad construida, no hay un lente “militante” para Salvo y su grupo -hombres y mujeres bien de barrio- para que tengan todo resuelto para encarar la solidaridad, la honestidad, el dar la casa, el poner la otra mejilla, sino que Stagnaro lo construye en todos los capítulos a partir de la contradicción de los personajes, de su exposición al peligro, a las dudas, las necesidades, los miedos y, sobre todo, porque ellos erran, pierden y hasta cambian de parecer algo que no está para nada permitido en estos tiempos. También, algo aún más loco: se perdona. Esto de la contradicción de los personajes, de sus miserias, también ya estaba planeado, por supuesto, en la narrativa de 1957.
Es común destacar por medios periodísticos o bien por los usuarios de plataformas, más ahora con las redes sociales y sus posteos, la cantidad de guiños o detalles que aparecen en series o películas. Por ejemplo una camiseta de fútbol que use tal actor o actriz, un libro que lea o una canción que escuche, es compartido, replicado hasta el hartazgo. Esto en la serie El Eternauta se torna infinito, porque justamente todo su arco narrativo transita la argentinidad : entonces no se pueden sustraer los elementos por separado, sino que resulta necesario entenderlos como parte de ese todo que expresa la Argentina. Otro acierto.
¿Qué se podría subrayar? El Torino rojo, la Estatua de la Libertad de Munro, la camiseta del lobo platense, las tortillas santiagueñas, el llavero de la Scaloneta, el graffiti del gol de Diego a los ingleses, el Gauchito Gil, la IKA Estanciera, el infranqueable Puente Saavedra, el 59, el folclore meta bombo en las rondas, y así durante los seis capítulos donde lo que importa no es la parte sino como esa parte se resignifica en ese todo argento. Y, desde una mirada, humana y terrenal.
Después las Islas, otro enorme acierto. Una genialidad. Nuestro querido Juan Salvo -aquel que atraviesa todos los tiempos- muta, se transforma, en un combatiente que estuvo a los tiros en Malvinas defendiendo la Patria. Este ingrediente novedoso, Stagnaro lo introduce poco a poco: unos calcos en una garita de seguridad donde el protagonista se detiene, unos recuerdos difusos, la palabra de Elena: “Juan volvieron las islas”, y el diálogo significativo con el Rengo.
El punto más alto de esta caracterización patriótica emerge cuando un plano recorre el cielo sereno de la ciudad de Buenos Aires mientras que el comunicado, la convocatoria, que llama a la resistencia avanza palabra por palabra para terminar en una arenga que no hay a quien no le erice la piel: “Viva la resistencia, viva Argentina”. Poesía pura.
Y, en segundo lugar, existe una llave que termina de encorsetar toda la historia, y que lleva por nombre comunidad.

"En la serie la comunidad brota: en la Iglesia y su frente de lisiados, en los playones de Campo de Mayo, en los queribles scouts, en las carpas armadas en el hipermercado donde sobra la comida y también la buena onda; en las acciones cotidianas: empujar una camioneta mientras se combate a los cascarudos, brindarse al de al lado, turnarse para los rondines en las guardias, abrazarse ante el miedo".
Cómo tantas veces, cuando las papás queman, cuando la pandemia COVID 19 se expande por contacto estrecho, cuando la nevada tóxica cae sin pausa lo que “salva” es eso que más o menos supimos construir hasta acá tejiendo lazos solidarios que se activan ante la inclemencia de los tiempos: como en las inundaciones de La Plata o Bahía, o como cuando un bebito necesita un tratamiento de urgencia o cuando un atleta debe recaudar fondos para viajar al mundial para así traer la medalla dorada a casa.
Aparece, entonces, la Comunidad. Ese lugar a medias entre el Estado totalizante, que despersonaliza, y el otro lado que es esa Libertad que se convierte solo en Libertad de Mercado. Aparece la organización de las personas, las filas para pasarse las donaciones, los clubes, los galpones, las rifas, la lotería familiar.
Como dijo el Santo Padre, allá por 2014: “Nadie se salva sólo”. Causalidad de los días que esta misma frase se inscribe en los carteles de publicidad callejeros de la serie de Netflix o que Cesar Troncoso (quien interpreta a Favalli) diga en el backstage: “qué es una frase suya”.
En la serie la comunidad brota: la Iglesia y su frente de lisiados, en los playones de Campo de Mayo, en los queribles scouts, en las carpas armadas en el hipermercado donde sobra la comida y también la buena onda; en las acciones cotidianas: empujar una camioneta mientras se combate a los cascarudos, brindarse al de al lado, turnarse para los rondines en las guardias, abrazarse ante el miedo.

"En menor medida, pero con una escena memorable, está el Estado. Concretamente el sistema ferroviario. El tren que salva. Cómo lo hizo Aerolíneas Argentinas trayendo vacunas de China hace poco más que un puñado de años".
También está el Ejército Argentino. Y concretamente desplegado en Campo de Mayo donde se emplazara uno de los CCD más sanguinarios de la historia, donde se estima que pasaron más de 5 mil personas que fueron detenidas desaparecidas, y en la serie aparece convertido en una fortaleza desde donde se desplegará la Resistencia, pero a la vez como lugar de refugio y de cuidado para los heridos.
En otra escena está el emotivo y esperanzador cruce en plena avenida entre Salvo, Favalli y un convoy de no más de cinco jeeps donde se destaca una pequeña bandera argentina que flamea en contraste con el blanco nieve totalizante.
El guión de la historieta escrito de 1957 en adelante no tenía un Ejército genocida como sí lo tuvo el guión de la historia desde 1976. Sin embargo, que esté, y en este rol tan decisivo para organizar la esperanza expresa una comunión con su pueblo. Además, aún no fue creada otra forma de echar a un ejército invasor que no sea con fierros, y mucho coraje.
En menor medida, pero con una escena memorable, está el Estado. Concretamente el sistema ferroviario. El tren que salva. Cómo lo hizo Aerolíneas Argentinas trayendo vacunas de China hace poco más que un puñado de años. O como lo hace el tren, llevando a millones cada día de la casa a su trabajo, y de su trabajo a su casa. En tiempos que corren hacia la privatización, bien vale tomar nota de estos puntos que demuestran el valor de un sistema que, ante los ataques, no para de revalidar su importancia año tras año.
Finalmente, el mensaje del Eternauta. Actual, y en diálogo permanente con un presente que, tomemos el Estado Argentino, se dirige en dirección contraria a lo esbozado de forma tan contudente por Hector Germán Oesterheld. Ni que hablar de las plataformas como Meta o Twitter donde directamente se opera violentamente para romper con el sentido más profundo de comunidad, la Patria y todo lo que huela a organización de Pueblo. Hoy, parte de la comunidad está demonizada. Por el poder político que dirige el Estado pero también por el establisment de las corporaciones mediaticas y las usinas de poder enquistadas en la Justicia. Sumados a los nuevo actores económicos -Mercado Libre, por caso- que se sirven de la comunidad pero profesan ideas neoliberales que la destruyen.
Cuanta necesidad de ese heroe colectivo, sólo posible cuando nos juntamos.