Cómo llegamos hasta acá y cómo seguimos

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    Marcha de Antochas en recuerdo a Evita
    Foto: Noelia Guevara
EL DÍA DESPUÉS

Cómo llegamos hasta acá y cómo seguimos

20 Noviembre 2023

¡Qué difícil es ir más allá de la angustia! ¡Qué horrible sensación de extrañeza respecto a nuestros compatriotas! Como dijera el poeta peruano:

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!

Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,

la resaca de todo lo sufrido

se empozara en el alma… ¡Yo no sé!

Pero necesitamos encauzar ese dolor para no caer en la parálisis. Esa es la prioridad número uno. Poner las palabras que sirvan a las reflexiones y guíen las futuras acciones. Para ello, primero, repasemos distintos factores que confluyeron en el fenómeno Milei. Luego, identifiquemos provisoriamente los caminos de la resistencia y la superación del momento actual.

Entre los afluentes que condujeron a este estado de cosas, podemos enumerar cuestiones de tipo estructural y otras más coyunturales, en los planos económico, político, cultural y subjetivo. Sin pretender la exhaustividad, encontramos,

A nivel económico:

  • Deterioro generalizado producto del lugar en que Argentina (y gran parte de América Latina) quedó en la actual etapa del capitalismo mundial. En particular, expansión de un sector marginal, precarizado, excluido de los derechos de la sociedad integrada.

  • Frustración respecto a las expectativas depositadas en el gobierno del Frente de Todos, en particular en relación con la economía y, puntualmente, con la inflación.

  • Cambio de eje en los viejos mitos económicos de ascenso mediante el estudio o el trabajo; la promesa se desplazó de un Estado benefactor (educación pública que garantice la igualdad de oportunidades) al individuo autosuficiente (emprendedor, competitivo).

  • Esperanza en que mediante la dolarización se produzca la estabilidad y un “retorno a la normalidad” (vista como un orden que permita crecer desde lo individual).

A nivel político:

  • La precarización de la vida para un amplio sector produjo una pérdida de sentido de lo público y lo común, la sensación de que todo lo sólido se desvanece en el aire, y un deseo de destrucción del statu quo.

  • Surgimiento de un liderazgo carismático como el de Javier Milei, en el que distintos grupos sociales se identificaron desde la desazón, la rabia y el anhelo de cambio.

  • Elaboración de un discurso mesiánico de resonancias bíblicas (“las fuerzas del cielo”) y apocalípticas (purificación mediante la destrucción). Como señaló Franz Hinkelammert en los ochenta, ambos elementos presentes desde el origen del neoliberalismo en los Estados Unidos.

  • Construcción de “la casta política”, y por extensión, el Estado, como chivo expiatorio de todos los males.

  • Nuevo repertorio de acciones y discursos: ya no las estructuras territoriales, los pasacalles, la publicidad en la vía pública, la militancia organizada y los conceptos de la política asociados a lo políticamente correcto, sino acciones mediante plataformas emergentes (en particular, TikTok), concentraciones “espontáneas” (sin estructuras organizativas), micromilitancia, y un discurso disrruptivo en cuanto a valores como el de igualdad, que fueron dominantes en otro tiempo (hoy vividos como vacíos de significado por un vaso sector de la sociedad, en especial de la juventud precarizada).

  • Crisis de representación endémica de las democracias occidentales en la reestructuración neoliberal de los últimos cincuenta años. Como aspecto notable, las principales mediaciones institucionales se opusieron a Milei (desde clubes de futbol, a sindicatos, pasando por grandes medios de comunicación y un variopinto arco de dirigentes políticos), sin embargo, esto no hizo mella en su desempeño electoral.

  • Vaciamiento del peronismo y sus banderas, que no logró superar el corsé de un Estado neoliberal, democrático-formal y neocolonial. La adopción de un perfil progresista-liberal condujo a un desplazamiento de lo nacional-popular en el movimiento, y a una militancia y un discurso autorreferenciales.

  • En el plano geopolítico, un factor de primer orden: en el contexto de la puja geopolítica con China, la intervención norteamericana sobre la región apunta al mayor control posible en lo que conciben como su patio trasero y su última área de influencia hegemónica en el tercer mundo. En ese marco, han desarrollado esfuerzos permanentes por socavar toda posibilidad de desarrollo autónomo en la región.


A nivel cultural:

  • Neoliberalismo de masas, ya no es una mera economía de mercado, sino una sociedad de mercado; aspecto que fue fortalecido paradójicamente con las políticas de inclusión mediante el consumo (sin considerar la dimensión cultural del ser humano y de un proyecto popular, sino solo su aspecto económico).

  • De la mano con lo anterior, individualismo, indiferencia colectiva, pérdida de sentido de pertenencia a la comunidad, incluso del sentido de nacionalidad (elementos a su vez fortalecidos ideológicamente por usinas intelectuales posmodernas).

  • Antiperonismo (gorilismo) consolidado en una porción de la sociedad, que cree que lo peor que puede pasarle al país es el “populismo” y va a votar cualquier cosa que se le oponga.

  • Diseminación de noticias falsas en burbujas de realidad virtual que llevan a percibir la realidad según el prisma de las propias frustraciones y deseos; fragmentación en la percepción de la realidad conduce a una disolución de referentes y valores compartidos, y, por lo tanto, a una dificultad de establecer un ámbito viable de comunicación.

  • Reacción conservadora frente a políticas y discursos que identifican como “ideología de género” y “marxismo cultural”, vistos como ataques a la sociedad tradicional, en particular al núcleo familiar (resguardo subjetivo y emocional frente a un mundo incierto).


 

A nivel subjetivo:

  • Efectos psicosociales de la pandemia, en especial sobre una camada juvenil ya muy golpeada psicológicamente por la incertidumbre y la falta de perspectivas.

  • Infantilización colectiva, crisis del principio de realidad en torno a la pérdida de la figura paterna, constitución subjetiva centrada en el deseo, en un yo infantil, dificultad de establecer responsabilidades y compromisos, desestabilización emocional, psiquis endebles.

  • Crisis de la racionalidad argumentativa y comunicativa, descomposición del lenguaje, pérdida de confianza en la razón (y, por ende, en la representación mediante el discurso y las instituciones modernas).

  • Fin del requisito de coherencia subjetiva individual, proliferación de inconsistencias múltiples sin que sea vivido como un problema.

Por supuesto, estos factores se encuentran con distinta fuerza en tal o cual sector, y explican en diverso grado el estado actual de las cosas. Además, hay contradicciones entre algunos de ellos. No obstante, esa primera enumeración, creemos, sirve para ir poniendo un orden al caos de sensaciones y pensamientos en que estamos inmersos.

En cuanto a lo que podemos esperar del gobierno que inicia el 10 de diciembre, es evidente que estamos frente a un escenario mucho más adverso que el de 2015-2019. En aquel momento, Mauricio Macri asumió con una memoria colectiva de los doce años de kirchnerismo, en una alianza con sectores que obligaba a moderar sus acciones y discursos. Hoy la memoria inmediata es del mal gobierno del Frente de Todos, y la Libertad Avanza asume sin alianzas que lo condicionen (más allá de las que deberá establecer para poder aprobar leyes en el Congreso). Es cierto que el macrismo contaba con más poder político territorial, mientras que Milei asume la presidencia sin una base organizada por debajo. No obstante, esa inserción se la dará el PRO y gran parte del radicalismo, que se plegará al oficialismo. En síntesis, pésimos pronósticos.

Las políticas económicas que impulsarán han sido explícitamente formuladas, no hay mucho más que agregar allí. Respecto a la necesaria represión para llevarlas adelante, hay que destacar un punto importante: necesitarán legitimidad para reprimir y encarcelar. Es muy probable que el instrumento para eso será la categoría de “casta”, que dejará de ser solo la clase política, para convertirse en todo aquello que se oponga a las transformaciones. Es decir, no ya meramente los políticos, sino también los sindicatos, los movimientos sociales, las universidades, los intelectuales, etc. En fin, todo lo que los enfrente. Si avanzan en su versión más extrema (y lo intentarán), es probable que “la casta” sea reelaborada como concepto que legitime la exclusión del otro del estado de derecho. En menor medida, es lo que pasó en el gobierno de Macri con el concepto de “funcionario kirchnerista”, que permitió aberraciones jurídicas como la doctrina Irurzún, la causa de los cuadernos y otras. Dependerá de las relaciones de fuerza en los meses porvenir si serán o no capaces de desplegar una represión a mayor escala articulada en torno a la categoría de casta.

Pero al pesimismo de la inteligencia, debemos contraponer el optimismo de la voluntad. Ellos querrán quebrar nuestra voluntad de luchar. Por eso el pesimismo es nuestro peor enemigo. Necesitamos desesperadamente del optimismo de la voluntad para reducir daños, e ir prefigurando el momento político pos libertario. Algunos aportes para la resistencia que comienza hoy mismo son:

  1. Recuperar la cotidianeidad, la mística del estar-juntos, la comunidad, el cuerpo y la comunicación cara a cara (frente al diluvio verbal de las redes, la individuación y la virtualidad).

  2. Aprender de los procesos de recomposición social y subjetiva que han desarrollado organizaciones de la economía popular, que trabajan sobre el segmento excluido y precarizado de la sociedad, base fundamental de un proyecto popular, cuyo voto fun clave para el triunfo de La Libertad Avanza.

  3. Revalorizar la organización colectiva, haciendo frente a los procesos disolventes que con distintos ropajes condujeron a la división y desaparición de innumerables agrupaciones y movimientos.

  4. Establecer mecanismos permanentes de formación política, sin lo cual nuestra propia militancia, funcionarios y base social son ideológicamente formateados por el neoliberalismo y el posmodernismo.

  5. Volver al trabajo de base como vía privilegiada de militancia; ni la gestión ni las redes sociales ni las políticas pensadas desde el yo pueden reemplazar nunca más el valor del encuentro con el otro, del acompañamiento a sus padecimientos, del compromiso físico, real, con sus luchas que vendrán.

  6. Centrar los esfuerzos en la inserción y la batalla cultural sobre la juventud y las provincias del interior, ámbitos en que los libertarios se hicieron fuertes.

  7. Prepararse para la represión que se viene, aceitar los mecanismos de defensa jurídica, la solidaridad, las organizaciones de derechos humanos y los vínculos nacionales e internacionales para impedir caer en el aislamiento.

  8. Conectar con los sentimientos de la mayoría popular, evitar adoptar agendas de minorías que conducen a una militancia autorreferencial; procurar lemas unificadores, movilizadores, con mística y fuerza emocional, pero también un sentido racional emancipador.

  9. Aceptar de una vez por todas la crisis del viejo esquema fordista, de la Argentina de hace setenta años, y esbozar nuevas respuestas a nuevos problemas, nuevos discursos para nuevas subjetividades.

  10. Perder el temor a la autocrítica, necesaria para rectificar y superar nuestras limitaciones; porque, como dijo Rodolfo Walsh: “si corregimos nuestros errores volveremos a convertirnos en una alternativa de poder”.