¿Ahora qué? Un Espejo Roto y el regreso a la esencia plebeya
Tras la derrota en las urnas del domingo anterior, el desgobierno neocolonial de Javier Milei ha conseguido un respiro, pero, la pregunta crucial resuena: ¿Qué sucedió realmente? ¿La sociedad corrió a la "derecha", como claman los militantes progresistas que se reúnen frente a donde Cristina Kirchner cumple su injusta condena? ¿Era necesaria esa fanfarria luego de haber perdido de manera tan grotesca?
La realidad compañeros, es que "los nuestros" se han corrido del camino del pueblo para "representar" a una clase media que invariablemente los deja a pata.
La dirigencia, desde 2017 a la fecha, ha optado por dirigirse a la clase media con prepaga antes que al trabajador de a pie y a los más humildes, careciendo, en síntesis, de esencia plebeya.
La voz de un compañero y luchador del barrio 21-24, luego de perder, fue un puñal certero: “Estamos cansados de los Grabois, de ese Itai, de Ofelia Fernández, que romantiza la pobreza y la delincuencia; los que van a hacer circo al barrio, los que bajan al territorio (¿de dónde bajan?), los que llaman a votar bien a los humildes, los que no se toman un bondi, los que no saben cambiar una garrafa y hablan de sectores populares”.
Aquí es donde la autocrítica se vuelve urgente. ¿Cuál es la diferencia entre estos "iluminados" y aquellos que dicen que realizamos nuestras necesidades en un balde? El efecto es el mismo: la descalificación y el desconocimiento de nuestra identidad popular.
La tilinguería, el partido y la pérdida de la mística
Hemos permitido que los sectores medios y progresistas insectifiquen al peronismo, reduciendo a un mero partido político al movimiento popular más grande de Hispanoamérica. Promueven un sectarismo morboso: bajan al territorio a "civilizarnos" con la luz de las usinas extranjeras, desoyendo las urgencias de la barriada. Para ellos solo somos "buenos salvajes" a los que hay que educar.
Arturo Jauretche nos dio el concepto clave para entender este desvío: la tilinguería. La dirigencia se ha contagiado del "medio pelo argentino", esa gente de sentidos invertidos a la que nada le parece bien cuando se trata de lo nuestro, y que solo imita las formas y los lenguajes de lo foráneo, desvalorizando la cultura y el pensamiento nacional. Como dijo el mismo Jauretche: "No se trata de cambiar de collar, sino de dejar de ser perro." No podemos seguir mendigando la aprobación de quienes ven a la Patria a través de un prisma colonial.
El filósofo Alberto Buela nos lo advierte: el peronismo ha perdido su capacidad de sanción interna, se ha transformado en un "gran naranjal" donde el desorden es la norma y se tolera al que actúa mal. La dirigencia perdió la conducción al abandonar el principio peronista de que "la realidad es la única verdad", enredándose en discursos que ignoran la materialidad de la vida del pueblo.
El General Juan Domingo Perón fue categórico: "El movimiento Peronista no es un partido político; no representa una agrupación política. Es un movimiento nacional; esa ha sido la concepción básica." Cuando el movimiento se reduce a una máquina electoral sin mística ni doctrina, inevitablemente, como dice Perón, el egoísmo y los "intereses personales" privan sobre la colectividad, y nos combatimos entre nosotros.
El Silencio del Espejo y la Batalla de la Realización
Pero no todo es culpa del progresismo ilustrado. Hay otro factor crucial: nuestro discurso ha quedado inmerso en un círculo pequeño. Hace años que hemos perdido la capacidad de interpelar al otro, escuchar al otro y de interpretar al otro. Olvidamos la advertencia del General: "Mejor que decir es hacer, mejor que prometer es realizar." El pueblo ha votado el hacer (destructivo, pero percibido como acción) por encima del decir sin sustento.
El historiador del pueblo, José María Rosa, cuyo trabajo siempre fue hacer "Historia para el pueblo, no para tilingos", nos enseñó que la historia argentina es un relato de lucha constante entre el proyecto nacional y el anti-nacional. El Movimiento se debilitó cuando la dirigencia cortó la "tradición oral" con el pueblo. Hemos perdido la mística porque olvidamos contar nuestra propia historia con orgullo, permitiendo que la versión colonial (las "zonceras" que criticaba Jauretche) se imponga en la conciencia de las nuevas generaciones.
El resultado es que un 40% de la población decidió no ir a votar. No apoya este modelo de desguace y entrega que apalea jubilados, recorta pensiones y está salpicado de corrupción. Pero tampoco confía en nosotros.
El historiador Norberto Galasso nos da la perspectiva de la lucha: "Ningún gobierno logra el 100% de lo que se propone, porque también el enemigo se propone un 100% opuesto." La dirigencia no puede permitirse distraerse; debe volver al enfrentamiento real contra el proyecto que arrasa a la Nación. Galasso nos recuerda la esperanza: "No se puede gobernar contra el pueblo de manera persistente durante mucho tiempo." Pero para capitalizar ese hastío, el pueblo debe vernos en la trinchera, no en el palco.
Volver al movimiento para volver a la victoria
Esto no es una derrota final ni tampoco el último clavo. Es una reflexión que realizamos a modo de catarsis para poner las cosas en su lugar: debemos dejar de ser un partido político y volver a ser el Movimiento Nacional Justicialista.
Para ello, es menester volver a las bases con propuestas concretas y, sobre todo, escuchar.
Escuchar al compañero trabajador, al laburante no registrado, a los humildes, a las organizaciones libres del pueblo.
Volver a colocar como columna vertebral —al movimiento obrero organizado— como centro, tal como ocurrió en el origen del justicialismo.
Abrazar, en lo político, la simpleza y la honestidad que exigen las mayorías, recordando la admonición de Perón: "La única fuerza consecuentemente nacional eran los trabajadores."
Recordemos siempre qué “no debe haber nada mejor para un argentino, que otro argentino”. Por esto y por nuestro futuro, debemos dejar de mirar el ombligo de la tilinguería y volver a representar a la mayoría popular que nos dio origen y que sigue esperando, en silencio, un gesto de lealtad a su historia.