Dossier Szpunberg: Los Exilios y doble espacios de Alberto

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Dossier Szpunberg: Los Exilios y doble espacios de Alberto

24 Agosto 2019

Por Boris Katunaric

No me voy a detener demasiado en contar mi historia con Alberto Szpunberg, ya que fue demasiado breve y con muy poca mística. Sin embargo, no por eso, menos significativa y de un tremendo peso específico en mi vida. Yo era un poeta más de los que se les acercaban y recibía una brutal generosidad de su parte.

El diálogo fue creciendo y transformándose en proyecto. Al ser editor de la sección de Cultura de la Agencia Paco Urondo en ese momento, no podía no pedirle algún “textito” que él quisiera incluir, la idea creció hasta convertirse en sección. Una serie de doce textos que Alberto me envió regularmente cada dos semanas.

Me reuní con él en su casa y ya tenía lista una página y media de Word en letra grande y al estilo de columna. Él insistió en que los textos lleven por título Exilios, yo insistí en numerarlos (ya ni sé por qué). Ambos estuvimos realmente de acuerdo. A la hora de leer el texto la humildad de Alberto y mi soberbia se hicieron presentes. “Decime si ves algo para corregir” me dijo. “Lo único que veo acá es un doble espacio”. “Ah que bueno, yo no me di cuenta la verdad”. Esa es una aproximación del diálogo que tuvimos.

A la hora de publicar el texto me sentí culpable de haberle hecho notar ese detalle, y no sólo culpable. Sentí que estaba en un error, que el error era mío y que no tenía sentido que yo le corrigiera algo a Alberto, sino que, a pesar de su humildad, había algo más ahí, en ese doble espacio, algo por llenar. Tanto le di vueltas al asunto que decidí dejar el bendito doble espacio antes de quitarlo y que la culpa me carcomiera hasta el fin de mis días.

El primer Exilio tuvo por título Plaza Sant Felip Neri. Me los enviaba unos días antes del cierre con total puntualidad, creo que los jueves. Con Miguel Martínez Naón lo leíamos antes de que se publicaran. Lo hacíamos con una emoción comparable a si estuviéramos leyendo algo en la clandestinidad, privilegiados por un secreto, una victoria sólo nuestra. Además, es obvio, quedábamos maravillados por estos Exilios “Viste los que es eso”, nos decíamos.

El doble espacio, error de tipeo bastante usual y aceptable en cualquier redactor, no es algo grave. Pero en Alberto creo que venía a poner en relieve algo que a mí me pasaba con sus textos. Un doble vacío que vino a llenar de alguna manera. Los Exilios de Alberto son un género literario en sí mismo, con esa doble connotación; la crónica y la poesía. Viene a ser ese momento del recuerdo que tiene ese doble sentido que Alberto tiene en su poesía. No son memorias ni anécdotas. Son momentos de una vitalidad extrema, con la iluminación que sugiere la idea y creación de un poema. De esa manera Alberto escribe sus Exilios. Iluminados por el poder de la vida y la muerte. La belleza y la miseria. Plaza Sant Felip Neri describe ese camino y lleva la foto del mismísimo Alberto. Que lo disfruten. Al texto y al doble espacio. 

Exilios #1: Plaza Sant Felip Neri

Sé cómo llegar, no se preocupen, pero siempre es a ciegas, como el primer día. Hay que subir por la callecita del Bisbe Irurita, que bordea la Catedral de Barcelona, y doblar a la derecha, justo por donde  más huele a rancio, a velas mal apagadas, a confesionarios nunca redimidos, y hay que avanzar por ese pasaje donde uno extiende los brazos para mantener separadas las paredes aquejadas de gravedad, y así, sin perderse en el laberinto de algún grafiti, sortear la meada del último yonqui, y dejarse llevar por el empedrado que rueda desde hace siglos hacia el final, ahí, ahí, donde de pronto se ensancha un portal que da al mundo, y ciega la luz, no la luz sino el murmullo, no el murmullo sino el silencio, el parloteo del agua que brota siempre de la misma fuente a la que siempre vuelve, en el centro de la plaza, rodeada en círculo por altos muros, apenas techada por unos árboles que aún creen en el cielo y por eso crecen más alto que la iglesia, aunque nunca cubrirán el muro donde todavía se ven las marcas de los disparos, que antes de rasgar la piedra rasgaron la carne, y antes que la carne el silencio, excepto ese muchacho que todas las tardes, de cuclillas, se cuela entero por el tubo del dejiridú, tan grave su sonido pero incorpóreo como un hilo de aire que aún sangra... "Todas esas muescas en la pared son los fusilamientos", me señala. Y es cierto, sigue siendo cierto: yo llegué a la plaza Sant Felip Neri en junio de 1977, desde una Buenos Aires que sangraba, y en el espejo de esa fuente, en el reflejo tembloroso de un rostro entre las lágrimas, descubrí lo que ahora ya sé y nunca olvidé ni olvidaré jamás. La pila que contiene el agua es un gesto inútil: la transparencia horada la piedra, incluso la del gesto más duro y desesperado. Por eso no hay otro lugar donde el silencio hable tan claro como en este desgarro que se reitera. ¿Escuchan? Estamos llegando. Esas son las campanas que doblan, y ya sabemos por quién, pero qué importa: en algún rincón del mundo, hoy es siempre todavía.

Alberto Szpunberg