Victoria Palacios: “‘Primer zarpazo en la noche’ fue producto de intervenciones feministas más que del feminismo como idea”

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    Victoria Palacios
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APU ENTREVISTA A APU

Victoria Palacios: “‘Primer zarpazo en la noche’ fue producto de intervenciones feministas más que del feminismo como idea”

28 Abril 2024

Agencia Paco Urondo es una agencia colectiva de información con más de 10 años y que está conformado, entre otros oficios, por no pocas escritoras y escritores que trabajan diariamente en la comunicación, con compromiso militante. Para a dar a conocer el trabajo escriturario de una de sus integrantes es que conversó con Victoria Palacios, poeta, docente universitaria y de secundarios, profesora en letras, siendo Alambique, El bosque de Pitra y Primer zarpazo en la noche, algunos de sus títulos publicados. También forma parte de Mutágenas, colectivo de artistas feministas del conurbano.

Agencia Paco Urondo: Cada tanto se genera esta discusión sobre si se es escritor o poeta, si puede ser poeta y escritor, por qué lo escindimos. ¿Cuá es tu opinión? Y también me interesa que nos metamos con los términos poeta/ poetisa y poema/ poesía.

Victoria Palacios: Empiezo por lo último. Estoy totalmente de acuerdo con Tamara Kamenszain que poetisa es, de alguna manera, ningunear el término y el valor de la escritura. Nunca me cuadró y a partir de una experiencia personal no uso el término para ninguna poeta. En cuanto a la diferenciación entre escritor y poeta, me parece que es una interpretación, que ser escritor tiene que ver con la profesionalización del trabajo. Por ejemplo, con una actividad en los medios de comunicación, una actividad más intelectual. En el valor que yo le doy, la actividad de la poesía trasciende esa actividad intelectual, se relaciona más con poner el cuerpo a gran escala y pasa por la experiencia. En una lectura posterior de esa experiencia, hay una construcción del sujeto poético, hay una construcción ficcional. Y también, en relación al tipo de intervención que se puede hacer con la poesía. Hay algo de estar presente en un espacio y en un tiempo determinado que se vincula con la construcción del cuerpo. Como cuerpo social, también.

APU: ¿Y cuando decimos poema o poesía?

V.P.: Poema es el hecho individual, es el objeto. Poesía ya es el género. Es una cuestión más de definiciones. En mi casa había toda una atmósfera en relación a la escritura y a la poesía que llega a través de las canciones de cuna. Mi abuela tenía un tío escritor, Víctor Luis Molinari, que era poeta. Le interesaba la poesía de Galicia y fue fundador de Brújula, con Rodolfo Puiggrós, que firmaba con el seudónimo Rodolfo del Plata, antes de ser peronista, en su parte más socialista, y Víctor Luis Molinari se encargó de trabajar con la poesía de Rosalía de Castro, hizo un estudio que lleva por título Rosalía de Castro y su mundo poético. Esto estuvo superpresente desde que yo era muy joven.

Al ser mujer, una nena en ese tiempo, me sentí identificada con Rosalía y fui a leerla. Tiene una poesía muy musical a través de la repetición, una poeta que tenía mucha noción de lo que era el pueblo, le interesaba la voz de Galicia. Ahora siento que esa cercanía es la culpable de que yo haya pensado la figura de la poeta asociada a Rosalía de Castro. Es una poeta que se puede relacionar con Lorca, que de alguna manera pueden recuperar la voz del pueblo. Es algo inmenso y que parece de muchas pretensiones, para hoy. Con la recuperación de un dialecto y una voz.

APU: Tenés ese despertar, ¿y cuándo tomás en tus propias manos esa palabra?

V.P.: Siempre hablo de una profesora de literatura que tuve en la secundaria, Mónica Beatriz Correa. Ella estaba muy vinculada a los talleres de poesía de La Matanza en la postdictadura. Cuando comenzó la Democracia hubo un boom de talleres para trabajar en los barrios populares y Mónica traía un montón de técnicas que yo utilizo como profesora, influenciada por otro profesor y poeta que era (Ernesto) Camilli. Apellido bastante conocido hace un tiempo; María Moreno hizo una nota en Página/12 para recuperar su laburo en el conurbano porque él tenía toda una técnica a partir de “las colecciones de palabras”. No trabajaba con la definición de la clase de palabra, que era algo bastante difícil de apropiar para los adolescentes y los niños, sino que trabajaba directamente con la función de la palabra. Mónica tomó esto y hacía cantidad de colecciones de palabras a partir de distintos poetas y lo llevaba al aula. Era increíble lo que generaba eso. Hoy, lo llevo a la escuela y cuando veo que hay un grupo que está trabado con la escritura, la lectura, les doy colecciones de palabras e inmediatamente empieza a funcionar.

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APU: ¿Y qué criterio utilizás para armar esa colección de palabras?

V.P.: Al comienzo empecé improvisando y las armaba yo. Ahora les digo a los grupos “vamos a hacer una colección de palabras según Marosa di Giorgio” y trabajamos con ella. Para el 24 de marzo lo hicimos con unos libritos muy lindos que sacaba Abuelas, de afiches y poemas, y armamos las colecciones. Es muy libre, pero tiene como una consigna, para que no quede tan abierto.

APU: Hablabas de una conexión de la poesía con la música y pareciera que en las escuelas secundarias funciona mucho trabajar desde ese lugar, porque salen producciones muy interesantes, ¿es así? ¿Sentís que lográs que se canalice la voz del pueblo de este momento?

V.P.: Sobre todo el rap, el trap no sé, si tratan de improvisar, es un poco más difícil, pero hay algo con la rima, que para quienes nos formamos en letras siempre fue “el terror”. Y sin embargo sigue funcionando y ellos lo traen con mucho placer, les encanta y sienten que están trabajando con algo identitario. Hay un diálogo en donde “vos traés tus libros y yo te voy a cantar un rap”.

APU: Funciona y se enganchan con esta manera de producir.

V.P.: En general, estoy abierta a todo lo que traigan. También hay grupos que quieren leer algún clásico y ven, quizás, un poco desprolijo que se trabaje solamente con las propuestas que traen les estudiantes. Quieren ese material y necesitan ordenarse, tener algún parámetro en relación a la clase. A mí me interesa, de hecho, que lean material clásico, pero cuesta mucho más enamorarlos por ese lado, hacerlos entrar en el contexto. Hay que hacer más investigación para poder trabajarlo, y leerlo en clase, siempre.

APU: Hay como un prejuicio, debido al avance tecnológico y a los nuevos lenguajes, de que los jóvenes no leen. ¿Cómo lo ves desde tu espacio, el aula?

V.P.: Hay grupos que leen muchísimo y hay otros que no, que tienen más resistencia. Hay edades, quizás en los más chiquitos, tienen más resistencia al libro como objeto, como que lo sienten caduco o antiguo, pero hay un pasaje en la secundaria, a los 15, 16 años, que ven el libro como otro tipo de búsqueda, quizás más personal. Hay cantidad de plataformas donde leen libros a los que nosotros no accedemos, como Wattpad, leen libros muy de moda que, quizás, no me interesan. Ahí les comento que cuando fui adolescente leía cantidad de libros por fuera de la escuela que a mí me interesaban y, quizás, a los profes no. Tampoco tengo que llevar todo al aula. Y hay un montón de libros que llevo con muchísima pasión y no pasa nada.

APU: Otra forma de apropiarse de la literatura en los tiempos que corren, donde muchas veces ellos nos enseñan a nosotros nuevos formatos o distintas maneras de leer.

V.P.: Por ejemplo, el manga. Se lee de una manera diferente; hay una competencia que va de derecha a izquierda. No sé qué está pasando ahí a nivel cognitivo, cambia la forma de leer.

“Empecé a trabajar con la repetición, con el paralelismo, con cuestiones que quizás había desechado”.

APU: En tus obras trabajas temas de feminismo, de Derechos Humanos ¿Para vos de qué está hecho el poema o cuáles son tus disparadores?

V.P.: Primer zarpazo en la noche, que es mi último libro, publicado por la editorial Mutanta, fue producto de intervenciones feministas más que del feminismo como idea, que se produjeron acá en la zona, a partir de mi relación con Mutágenas y las artistas del conurbano, y también de distintas propuestas en lo que fue la movilización por la Ley del Aborto para leer en la calle.

La que más recuerdo fue "Operación araña", la que se hizo en el subte, donde cerraron todo, se tomaron los vagones y en cada uno había como una intervención de artistas diferentes. Había un vagón que era de poetas, llegué ahí por mi compañera Natalia Fontana que es del colectivo Ni una menos. A partir de esas intervenciones es que empiezo a escribir de otra manera, que tiene que ver con estar parado y leer frente a gente que tiene una impronta diferente a aquellos que van a un ciclo de poesía. Acá es otra cosa, hay que llegar a un público que está en tránsito, que no tiene ese interés de escucharla.

Empecé a trabajar con la repetición, con el paralelismo, con cuestiones que quizás había desechado. Tiene algo de musical, este libro, lo siento así, casi tanto como el primero.

 

Acá falta Una. Agitamos. Abrimos la boca agria, desenredándola de tanta saña: Daniela Carrasco, perla en la noche. desplaza sus manos en el aire como quien enuncia un sortilegio: lo impersonal es político. Acá   falta  Una.

En este presente, en las censuras de lo viviente, decimos con los ojos: María Patricia Arce: que le demuestren por su madrecita la crueldad intensa de los santos.

Es la que el barrio pasa con la brigada desnuda del silencio: No es mudez. Acá falta Una. Arropada por la basura, semilla de lenguajes imaginarios que nadie pudo nunca escucharle: “U puksi´ik al ko´olel”. Paula sabe agradecer cada pedacito de cielo, migaja que comen los pájaros.

“Yohualtotomeh platantinemih”. Su hija mayor nunca volvió. Cuando sobre la Tierra amanece, la luna muere”. Acá falta Una.

Agitamos con la boca seca de tanta saña, Bajo los abrazos de la luna humilla, “Ummiyya, Al-Balisiyya” recitaba poemas de amor a su amante, el de las mejillas rosadas, filtrando información sobre su tirano, el de los pómulos calientes, el de los jubiles ajenos. Lenguas cautivas de las afectuosas del Al-andaluz. Lo impersonal es político.

Ochenta páginas de bibliografía en Las vanguardias latinoamericanas, cinco mujeres inolvidables por sus vínculos filiales, que se den por aludidos. Acá falta Una.

No es mudez, la que mira para atrás, la de las garras tan afiladas como felinos, la de las piernas zancudas, las que se mueven en la cola de la lengua de serpiente. Lo impersonal es político.

Acá falta una. La de las alitas como luciérnagas de las estampitas, la del otro lado del espejo, la carroña, la femme fatal.

Acá falta una. La de los brazos partidos, la decapitada. La jauría se alimenta de nombres, de las indias, del idioma keshwa o inqa, de las halladas en los suburbios del país de la Cobra Grande. Acá falta Una. Lo impersonal es político. Entrecerramos los ojos y parpadeamos tanta saña.

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Victoria Palacios
Foto: Noelia Guevara

APU: Utilizás mucho la repetición y la desaparición del nombre propio.

V.P.: Tiene que ver con esto de la lectura, la recuperación de algo oral para hacerlo presente.

APU: Y encontrar belleza entre tanto dolor.

V.P.: Cuando escribí mi primer libro, Alambique, trabajé mucho con mi amiga Tania García Olmedo que publicaba a Las cantoras, y que también tiene un familiar desaparecido. Ese era un tema que nosotras conversábamos todo el tiempo. Cómo trabajar estos temas en poesía sin que sea morboso. No quiere decir que no esté mencionado el horror, porque es inevitable hacerlo explícito, pero que no atente contra el lector. Quizás, por nuestra cercanía de vivirlo como dolor buscábamos otra manera de decirlo.

APU: Tu obra está atravesada por tu experiencia personal, la de tu tío y los Derechos Humanos.

V. P.: Mi tío Jorge Agustín Palacios Alcaraz (usamos el apellido de mi abuela, también, porque ella estuvo en la búsqueda mientras vivió, hace como 20 años) era con su compañera Rosa Kazgudenian parte de Montoneros, de acá, de zona oeste. Vivían en la calle Río Piedras, esquina Buen viaje, ahí fue su última casa en la clandestinidad. Como casi todos los familiares de desaparecidos, no sabemos la verdad de lo que sucedió. Tenemos una idea. Tuvimos por cierto durante muchísimos años, hasta este juicio Brigadas que terminó hace poquito, el relato de que los dos murieron en un enfrentamiento. Ella estaba embarazada de cuatro meses. Tenemos el legajo del Hospital Posadas a través del hermano.

Hace poco, con el juicio Brigadas, empezó a ver mayor información disponible en la Web, y hay un listado en el que aparece el nombre de Rosa Kazgudenian asociado al Pozo de Banfield. Estamos leyendo, viendo los testimonios, si alguien la nombra. No está ahora en el último listado que acabo de ver. Es tremendo, porque en realidad uno no quisiera que hayan pasado por un centro clandestino de detención, en un punto daba alivio pensar que habían muerto en un enfrentamiento, pero también es esperanzador pensar que puede haber un primo, una prima que esté viva.

Yo nací en 1976, él desapareció a los 6 meses, me dejó un muñeco y yo estoy muy cerca de mi abuela, siempre, desde la infancia. Como que estaba muy atenta a la búsqueda. El trabajo en sí, con esta experiencia, me costó mucho y me sigue costando. Está en mi poesía, en Alambique hay poemas que hacen referencia a lo que fue vivir la infancia en dictadura. Mi papá también era militante. El miedo, el terror, estaba ahí, constantemente. Por otro lado, la primera vez que le escribo a mi tío Jorge fue hace 15 días. Lo hicimos para un una intervención que se llama Barrio y había una chica que me pidió para llevar a la escuela un poema de Alambique y se ve que le di las hojas donde estaba el poema a mi tío. La puedo localizar a ella, así que lo voy a buscar.

Mi tío era coleccionista de monedas y con los años una va recuperando gestos, gustos de la persona, para recuperar su vida. Trabajé en este poema esa idea de los coleccionistas que trabaja Benjamin de poder extraer algo que va más allá del valor en uso, del valor mercantil de la moneda. Agregué el afecto, algo que no tiene esa utilidad. Había trabajado con eso y con la idea del ardor, algo que está tan presente en Paco Urondo y creo que en todos los poetas de la agencia.

APU: También tenés un libro para las infancias.

Sí, El bosque de Pitra, que vamos a ver si lo puedo sacar de otra manera porque la primera edición fue muy artesanal. La tapa es una foto de Valeria Dincoff con una intervención de Carla Crisantemo, ambas de Mutágenas. Quiero decirte que Alambique está en Internet, en la plataforma archive.org, al igual que Turbantes.