Súbete a mi moto: una serie a imagen y semejanza de la mirada de Edgardo Díaz

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Súbete a mi moto: una serie a imagen y semejanza de la mirada de Edgardo Díaz

16 Octubre 2020

Por Marina Jiménez Conde

Siempre que una película o serie retrata el camino al éxito de alguna celebridad trae como correlato el reproche de algunas personas por no estar conformes con cómo se los representa, o también denuncias porque no se condice con la realidad. La serie Subete a mi moto, que se estrenó el viernes pasado por la plataforma Amazon Prime, está teniendo ese mismo tipo de repercusiones, pero de una forma mucho más agravada, ya que varios ex participantes de la banda Menudo han salido a criticar que la historia está centrada en la mirada de Edgardo Díaz, creador y productor del grupo, a quien varios vienen denunciando por abuso sexual desde hace tiempo.

Al abarcar los 20 años de duración de la banda ─de 1977 a 1997─ y con la gran cantidad de recambio de integrantes, el hilo conductor debía ser alguien estable. De hecho, el mismísimo Ricky Martin, que es el ex Menudo más famoso, no es un personaje muy central, aunque se lo destaque bastante cuando aparece. Cobra sentido entonces el interés en la figura de Díaz para construir el relato.

Lo que no se puede perder de vista es que Díaz tiene denuncias por abuso sexual por parte de ex integrantes que en ese momento eran menores de edad y estaban mucho tiempo bajo su tutela y fuera de sus casas, por lo que resulta inaudito dar la versión de lo sucedido desde su perspectiva.

Más aún cuando se presenta al personaje de Díaz como un manipulador obsesivo del trabajo, que entiende perfectamente cómo funciona el negocio de la música y cuyo único fin en la vida es enriquecerse. Un personaje que, adémas, de alguna u otra manera siempre se sale con la suya. Un antihéroe al que todo le sale bien. Justamente, a través de esto, se busca generar cierta empatía hacia él. Además, se utiliza el recurso de la mirada a cámara del personaje, que en ciertos momentos, hace acotaciones dirigidas al público en búsqueda de complicidad. 

En uno de los episodios, luego de que un ex integrante lo denuncie públicamente por abuso, se muestra un careo entre Díaz y el joven en un programa mediático de TV. El tratamiento que se le da al tema desde los medios de comunicación es propio de la época, revictimizando y cuestionando todo el tiempo al chico que se animó a hablar. Por ejemplo, la conductora le pregunta por qué no se fue de la banda en el momento en el que pasó.

Díaz sale airoso de la acusación y lo inquietante es que, en un determinado momento, mirando a cámara dice "si lo hubiese planeado, no me sale tan bien”, con un marcado cinismo. Si se analiza esa imagen puede resultar escalofriante pensar en el tipo de complicidad que se está queriendo establecer entre la audiencia y Díaz.

Si bien la serie eligió no escaparle al tema de los abusos sexuales, se le dedica tan sólo un episodio de los 15 que tiene, eligiendo tomar una sola de las denuncias cuando existen varias. Se pasa página rápido y Díaz aparece, no sólo fortalecido ante la opinión pública de ese entonces —lo que efectivamente pudo haber sido así—, sino que también —y esto ya no debería ser valedero— frente a los espectadores del presente. Su inteligente personalidad hace que siempre se las ingenie para sobreponerse. Pero igualar la denuncia de abuso con cualquiera de las otras instancias conflictivas de su vida es, en realidad, minorizar la denuncia en sí misma y, por ende, la violencia y el daño que implican.

Claramente, la justificación está en que el relato se hace a partir de Edgardo Díaz. De hecho, no hay escenas previas que puedan instaurar alguna sospecha sobre el comportamiento del productor. Sólo algún que otro comentario, al pasar, donde un personaje le advierte sobre “lo que se suele decir de quienes les gusta estar rodeado de chicos”. 

Es verdad que no se lo presenta como un santo, sino que todo el tiempo se exalta su inescrupulosa personalidad. La explotación laboral por la que hacía pasar a los niños está desarrollada en detalle. Se muestra el recambio de integrantes en el grupo: el chico que cumplía 15 años, le salía vello facial, le cambiaba la voz o el cuerpo, era sacado de la banda. Eso hacía que la mayoría de los chicos sufrieran por algo tan natural como crecer, porque sabían que iban a ser cambiados. Pero, más allá de esta regla arbitraria que les imponía Díaz por contrato —que luego, con el tiempo, fue cambiando en tanto las demandas del mercado fueron extendiendo esa edad—, lo que realmente estaba detrás del recambio tiene que ver con el rédito económico.

Cuando las largas horas de ensayos, shows y giras mundiales se solapaban con la grabación de discos, novelas y películas, las quejas de los niños por el cansancio se hacían evidentes. Díaz argumentaba que solamente les estaba pidiendo unos pocos años de su vida, y que, a cambio, él les estaba dando un buen pasar económico. La cuestión es que, como en cualquier otro negocio donde el lucro prima, la productividad manda. Sacar a un integrante que ya venía desgastado servía para incorporar a otro que llegaba con toda la ilusión de ser un Menudo, con mucha mayor predisposición y ganas.

Ese afán por exprimir cada momento de éxito y, por ende, explotar laboralmente a los chicos, llevó a una situación límite en la que Ángelo García, uno de los integrantes de la banda, fue presionado a continuar actuando pese a tener un fuerte dolor en la panza que terminó en peritonitis, afectándolo gravemente. A lo largo de la serie, la explotación infantil y el maltrato psicológico y emocional son detectables.

A su vez, se muestra que dos integrantes de la banda fueron expulsados al ser detenidos en el aeropuerto de Miami por tenencia de drogas. Se deja en claro que Díaz estaba al tanto de la situación, pero, desde el relato, es uno de los propios adolescentes quien proveía los estupefacientes, sin intervención de los adultos a cargo. 

Sólo hacen falta un par de episodios para que el quinteto boricua cambie completamente. Marea un poco ver irse y, a la vez, ver llegar a tantos chicos, varias veces. A la par de estos vaivenes, se ve también una segunda historia encabezada por una periodista que entrevista a Edgardo Díaz en el presente, con el fin de conocer más sobre Menudo, ya que su madre era una fan de la banda. Hay un fuerte reclamo de madre e hija hacia el productor por su falta de cuidado hacia las fanáticas, que resulta bastante forzoso. 

Lo llamativo es que la chica que lo entrevista en varias oportunidades y le pregunta de todo, cuando se trata de las denuncias por abuso sexual, no profundiza. Solamente en uno de los primeros capítulos, cuando él le nombra a uno de los chicos, ella muy sorprendida le pregunta: “Ah, ¿ese es el que te denunció?”, y él esquiva rápidamente el interrogante. 

A todo cuestionamiento sobre sus decisiones, Edgardo Díaz responde que “lo malo fue mucho menos que lo bueno, y lo bueno fue épico”. La recuperación que hace Amazon de la banda en tono nostálgico, presentando a niños alegres, bailando, cumpliendo con sus sueños, publicitando una y otra vez el "Subete a mi moto", va en la misma línea. Es asumir la mirada de alguien que, como se muestra, ha tenido poder sobre un grupo de jóvenes, los ha usado y exprimido al máximo con una dudosa moral, pero que ha hecho el bien porque ha sido el creador de un grupo musical que le ha dado alegrías a miles de personas. 

¿Cómo evaluar si la actuación de Yamil Ureña en la piel de Edgardo Díaz es buena o mala? ¿De qué sirve señalar las incongruencias entre las edades, alturas y tamaños entre los chicos? ¿Para qué hablar de la linealidad en la historia? ¿Cómo hacer cualquier crítica, si hay toda una parte esencial de la historia que no se cuenta, y de entrada, ya corre el foco de la cuestión? 

Los portales ahora levantan los dichos de quienes fueron pronunciándose en contra de Díaz. Son sus nombres, sus caras, sus sufrimientos los que quedan expuestos, para señalar que tomar la mirada de Díaz, y hacerla serie, es un error. Contar la historia desde la posición de alguien acusado por abuso sexual, de forma reiterada y por varias personas, es tomar parte. Si se va a retratar una historia delicada para muchos, que al menos se cambie la perspectiva y que ya no se mire desde sino hacia el acusado.

 

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