Reset: reivindicar a quienes se entregan por el equipo

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Reset: reivindicar a quienes se entregan por el equipo

13 Junio 2020

Por Marina Jiménez Conde

Fabricio Oberto, el pívot cordobés de la selección de básquet –que supo conseguir la medalla de oro en Atenas 2004 y un anillo de campeón en la NBA– es el protagonista de Reset. El documental se estrenó el pasado 4 de junio en Cinear, y se centra en las dificultades que el ex jugador tiene para superar su retiro de la actividad profesional. A lo largo de los 77 minutos de duración, se ve a Oberto dialogar sobre este tema con sus compañeros de la Generación Dorada. Aparecen en pantalla Pepe Sánchez, Alejandro Montecchia, Rubén Wolkowiski, Carlos Delfino, Hugo Sconochini, Luis Scola, Andrés Nocioni, Emanuel Ginóbili, y hasta Rubén Magnano, ex director técnico de aquel recordado equipo.

El nombre Reset viene dado por el vínculo entre esta complicación que atraviesa Oberto para asumir su retiro y los distintos “reseteos” a los que se sometió, debido a sus problemas cardíacos, para poder seguir jugando al básquet. Su corazón era detenido completamente durante unos segundos en esos reinicios. De ahí la idea de que, tras el abandono del básquet, necesita un nuevo “inicio” para finalmente cerrar su etapa como jugador profesional.

Prácticamente todo lo que se muestra está centrado –quizás demasiado– en el tema del retiro. Se ve al cordobés indagando sobre esa cuestión con cada uno de los integrantes de la Generación Dorada y parece que ninguno lo sufre tanto como él. Para suplir la ausencia de la competición realiza un conjunto de inagotables actividades que van desde tocar con su banda de rock, ir a pescar con Magnano, tomar clases de canto, ir a entrenar, comentar partidos de básquet, subir el Aconcagua, andar en moto por el desierto e, inclusive, enseñando básquet, en su faceta como docente.

Parte de lo más destacable del documental se da a partir del inicio, con una frase de Greg Popovich –su entrenador en San Antonio Spurs, con el que fue campeón de la NBA en la temporada 2006/07–, que destaca al trabajo en equipo como la mejor virtud del argentino. Y, tal vez, el mayor logro de Reset tenga que ver con reivindicar la importancia de jugadores como el ex pívot, que ha quedado un poco relegado, como otros tantos, detrás de los tres estandartes de la selección de básquet: Emanuel Ginóbili, Andrés Nocioni y Luis Scola.

En otro pasaje del documental, mientras está entrenando a un grupo de jóvenes, Oberto los reúne y les explica que en el básquet hay tres puestos principales que lideran el goleo del equipo, pero que, aun así, hay otros nueve lugares para jugar y aportar. Pequeña enseñanza que va en contra de a lo que se aspira comúnmente, demostrando la humildad y el nivel de competitividad que también existe en quienes saben que su mayor aporte es perfeccionar su trabajo para el resto.

Esta última idea aparece reflejada cuando se muestra a Alejandro Montecchia y Rubén Wolkowiski practicando tiros detrás de la línea de tres. Dependiendo de dónde está ubicado Fabricio, logran encestar o no. Lo llamativo es que el cordobés sabe dónde colocarse para que fallen y dónde ponerse para que emboquen, dando muestras del grado de conocimiento que tenía de sus compañeros.

Oberto era especialista en cortinas, sabía cómo interponerse entre el tiro de un compañero y la marca del rival que lo perseguía, para dar esos centímetros de distancia que hacen la diferencia entre un lanzamiento cómodo y uno forzado. Esos valiosos movimientos que luego no aparecen en las estadísticas, pero son esenciales para el juego.

Aunque en Reset hay varias imágenes de archivo, no se explora demasiado en los logros conseguidos por el ex jugador o la Generación Dorada a través de éstas. Y, si bien está presente la idea de reivindicar a los “Obertos”, los tres pesos pesados del básquet nacional cierran el documental aunque no aporten algo más relevante que todos los que aparecen antes.

Ginóbili es el que deja una curiosa idea cuando, al hablar con su ex compañero en San Antorio, reflexiona que podría haber muerto en un accidente automovilístico antes de Atenas 2004 y que todo es cuestión de suerte, entonces. Esa conclusión del máximo referente del básquet del país –y se podría decir del deporte nacional, si en Argentina no prevaleciera el fútbol– pone en primer plano al azar, dejando de lado otras cuestiones, como las que destacan ellos mismos cuando dicen “después está el trabajo, el sacrificio”.

Una generación de basquetbolistas que, en su mayoría, nació en plena dictadura –Oberto nació un año antes, en 1975– y que debutaron en la Liga Nacional en la década del 90’, no pueden ser más que destacados por su personalidad competitiva, su sacrificio, su trabajo por mejorar; y por lo irrepetible de una situación en la que un conjunto de chicos, que comienzan a jugar al básquet juntos, terminan por colgarse una medalla de oro en un Juego Olímpico.

Por lo épico de esa hazaña, un documental como Reset siempre deja un sabor melancólico; el mismo que tiene Oberto, por todo aquello que ya no está. Sin embargo, quienes son amantes del deporte en general, y del básquet en particular, deberían preguntarse cómo hacer para volver a ver atletas nacionales competir en la élite del deporte mundial. Alguna muestra de esto dio la selección de básquet en el pasado mundial de China del 2019.

La respuesta no está en la suerte, ni en lo irrepetible de las personalidades ganadoras y competitivas. Se sabe que no va a haber otro igual a Michael Jordan, pero, sin embargo, después de él apareció Kobey Bryant, Lebron James  y Stephen Curry, por nombrar sólo a algunas de las estrellas de la NBA. Además de que el básquet es el deporte por excelencia en la primera potencia mundial, la llave del éxito norteamericano se encuentra en la relación entre las universidades y el desarrollo profesional del deporte.

Como el azar no se puede controlar, entonces lo único que queda por hacer en nuestro país es trabajar desde la implementación de políticas públicas y la presencia del Estado –que ha aumentado gracias al Enard– para posibilitar nuevas hazañas. Y, volviendo al documental, vale la pena preguntarse si esa dificultad de Oberto para decirle adiós al deporte que ama –y el hecho de recurrir al grupo del plantel de 2004 para cerrar su historia–, no responde a que él encontraba algo más que la mera satisfacción del ego propio en ese deber colectivo.

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