Miserere: el corazón de Once y el centro neurálgico de la clandestinidad

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Miserere: el corazón de Once y el centro neurálgico de la clandestinidad

24 Octubre 2020

Por Manuela Bares Peralta

Once tiene su corazón en la estación de tren Miserere. Amanece con los vendedores que se abarrotan en la entrada esperando a que el guardia abra las puertas y se apaga a la noche cuando no hay más trenes ni negocios que la mantengan despierta. Un territorio de encuentro y de frontera, donde todo lo que la ciudad invisibiliza toma las calles. Miserere es un tránsito entre tanto ruido, un día de verano, un pedazo de realidad en la voz de quienes viven y trabajan la estación.

El trabajo sexual se contrapuso a la prostitución como sinónimo de trata y vergüenza. Los discursos abolicionistas dejaron de reinar sobre la palabra. Existen otras voces, las de las trabajadoras sexuales nucleadas en AMMAR, que reivindican el derecho a decidir sobre la realidad que les tocó. Pero, en el caso de los varones heteros-cis, el debate es otro o, quizás, ni haya lugar para el debate aún porque lo que no vemos, no existe.

Miserere es una película sobre el trabajo sexual masculino. Una experiencia en primera persona. Un testimonio donde los trabajadores sexuales son los protagonistas. La necesidad de contar de Francisco Ríos Flores, su director, nació de Once: “Viví muchos años ahí y lo que me pasaba con la estación y la plaza es que eran lugares de paso. A pesar de vivir a unas cuadras, mi paso por ahí era muy rápido, siempre corriendo de un lugar a otro. Un día venía caminando más relajado y me puse a charlar con un pibe que me dijo: estoy trabajando. Ese, para mí, fue un momento de inflexión. En Once había pibes trabajando, había pibes haciendo trabajo sexual. A partir de ese momento pasaron dos cosas en simultaneo. Dejé de atravesar el espacio y comencé a habitarlo, empecé a resignificar situaciones donde el trabajo sexual masculino estaba presente, pero yo no las había entendido. No haber visto lo que era visible, a pesar de ser un trabajo que sucede a plena luz del día”. Francisco convierte su propia experiencia en un proceso colectivo; ahora todos podemos transitar la plaza y la estación, desde nuestras casas, y podemos empezar a ver lo que antes no veíamos.

Seis voces en off marcan el tránsito de Rodrigo, Fabián, Rubén, Mariano, Carlos y Matías como trabajadores sexuales. El padecimiento de vivir en la calle, el agotamiento de la jornada laboral en el verano porteño de un barrio atravesado por vendedores ambulantes y requisas policiales. Sus testimonios están marcados por la clandestinidad, los estigmas y la violencia. El trabajo sexual masculino arrastra un doble estigma: ejercer la prostitución y tener sexo con hombres. Un atentado contra la construcción social de masculinidad de los varones hetero-cis.

“Me visto deportivo y la gente me mira. Me visto de traje y la gente me mira. Todos te miran y piensan que sos un delincuente más”, se escucha decir a la voz de Carlitos, uno de los protagonistas, mientras recorre la plaza de Once. El trabajo sexual convive con la portación de cara y las detenciones al voleo. A diferencia del trabajo sexual de las mujeres, travestis y trans, a los varones, generalmente, no los detienen por su actividad sino por su corporalidad.

El trabajo de investigación de la película duró casi cuatro años y su rodaje se realizó en dos etapas. Miserere es el resultado de un trabajo colectivo y de vínculos afectivos. Un largometraje colaborativo que se pudo ver en el Malba a fines de 2019. Hacerlo visible, romper con la clandestinidad, llevar el corazón de Once al epicentro de Recoleta es parte del trayecto de la película, que no se agota en ese día de verano.

Para Francisco, una de las cosas que más lo gratificó fue que a los trabajadores sexuales que participaron de la película les haya gustado: “Dos de los protagonistas no pudieron verse, pero al resto les gustó. Amigos de ellos la vieron y también les gustó. Sintieron que habían sido tratados con respeto y cariño, se pudieron ver en un cine, la gente aplaudió después de ver la película”.

“¿Por qué hacemos esto?”, se pregunta el Gallego, uno de los protagonistas. “¿Por dinero, por placer, por acostumbramiento, por necesidad?” Una pregunta que nos incomoda porque pone en debate nuestros propios prejuicios y pone en tensión a la clandestinidad.

La película se puede alquilar a través de la plataforma Mowies, parte de lo recaudado va a ser donado a AMMAR, el primer sindicato de trabajadores sexuales de Argentina.

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