Bastardos sin gloria: cuando Tarantino todavía tenía vigencia

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Bastardos sin gloria: cuando Tarantino todavía tenía vigencia

21 Agosto 2020

Por Diego Moneta

En agosto del año 2009 se estrenaba Bastardos sin gloria, y ya nada sería igual. La película inauguró una impronta que, luego, su director, Quentin Tarantino, abordaría en otras oportunidades. El film brindó escenas magistrales de suspenso y se posicionó como una de las mejores obras del estadounidense.

En la trama hay dos historias que convergen. Por un lado, la joven Soshanna (Melaine Laurent) buscará venganza por la muerte de su familia, a manos de un grupo de oficiales del servicio secreto nazi, encabezados por Hans Landa (Cristoph Waltz) —catalogado como uno de los mejores villanos y personajes de la filmografía de Tarantino, y ganador del Oscar a mejor actor de reparto por su papel—.

Por el otro lado, años después, conocemos al teniente Aldo Raine (Brad Pitt), del ejército estadounidense. Raine recluta un grupo de soldados que, a diferencia de las operaciones de infiltración o de sabotaje en colaboración con la resistencia francesa, cambia su estrategia: se dedicarán a asesinar soldados alemanes con los métodos más violentos y terribles posibles, con tal de generar miedo en las filas nazis.

Los primeros minutos del film son una clase magistral de tensión y suspenso en el cine. Sucede con la llegada de Landa a la casa de Perrier LaPadite (Denis Menochet), quien busca interrogarlo debido a la desaparición de una familia judía. Son 17 páginas de diálogo, convertidas en una de las escenas más llenas de tensión de la época, a partir de la técnica “bomba bajo la mesa” , de Alfred Hitchcock. Un guión que le valdría su nominación a los premios Oscar, en donde finalmente ganaría El discurso del rey

Bastardos sin gloria inauguró un apartado ucrónico (reconstrucción histórica que no sucedió) dentro de la filmografía del director. La eliminación del Tercer Reich de la película luego daría paso al héroe afroamericano anacrónico de Django sin cadenas en 2012, y al salvataje de la vida de Sharon Tate en manos del Clan Manson, en la reciente Había una vez en Hollywood.  

La combinación de géneros, como el spaghetti western, el cine bélico, el cierre musical con David Bowie de fondo, sumado al nivel del elenco y a los elementos de la trama, le valieron para ser catalogada como una de las mejores obras del director. Lógicamente, la crítica en general coincide en que dicho ranking sigue encabezado por Pulp Fiction (Tiempos violentos).

Pero, ¿qué fue de Quentin Tarantino después de haber roto una vez más su techo? La posible crítica a su siguiente producción, Django sin cadenas, fue camuflada o evitada por la cosecha de premios que recibió. El Oscar a mejor guión y, nuevamente, la estatuilla por su papel como actor de reparto a Waltz. Pero, en Hollywood, ya empezaba a correrse la voz de que el director estaba perdiendo su estilo y no encontraba nuevo rumbo.

Los 8 más odiados no corrió la misma suerte. El reconocimiento a la banda sonora no alcanza, cuando ni siquiera hay lugar para nominaciones a tu labor o a la de tu elenco. La película, estrenada a finales de 2015 y situada pocos años después de la Guerra de Secesión, profundizó las críticas anteriores al director.

Al final del recorrido, nos encontramos con Había una vez en Hollywood, una obra en la que, sacando el desenlace, cualquiera que haya visto alguna película de Tarantino reconoce lo alejada que se encuentra de su estilo inicial. A este proceso, hay que sumarle la aparición y el reconocimiento que otros directores consiguen, y que otros demandan, reduciendo la valoración del estadounidense o cambiando el eje de la misma. 

La última premiación de los Oscar, y la revelación de Bong Joon-ho, son muestra de ello. Otros que piden pista son James Gunn y Taika Waititi. También podríamos incluir a aquellos que, con gran reconocimiento, disputan su lugar, como Sam Mendes, J.J. Abrams, o el mismo Scorsese.   

Quentin Tarantino sabe que, así como importan los desenlaces de las series y películas, también cobra importancia el final de una carrera como director. Tal vez, por eso considera que cerrar su filmografía con 10 títulos sea lo indicado. Por eso, su intención es que haya un hilo conductor entre su última obra y la lejana Reservoir Dogs (Perros de reserva), estrenada en 1992. Tarantino deberá sorprender a la audiencia una vez más, haciendo honor a su estilo, para poder finalizar su carrera filmográfica de la manera que su recorrido lo merece.