Hasta la victoria siempre, compañera Susana Dieguez
A los 75 años, falleció la dirigente peronista Susana Dieguez, una noticia que conmocionó a la militancia política. De larguísima trayectoria, Dieguez fue una sobreviviente a la dictadura genocida - militó en la Juventud Peronista en Montoneros. Con el regreso de la democracia, tuvo una extensa participación política y gremial. Desde 2003, Dieguez abrazó con pasión las políticas llevadas adelante por el kirchnerismo. Entre 2011 y 2015 fue legisladora provincial por el Frente de Todos.
Con mucho dolor, AGENCIA PACO URONDO acompaña a sus familiares y compañeras y compañeros de militancia en este duro momento.
Para sumar a los merecidos homenajes a Dieguez, AGENCIA PACO URONDO comparte una entrevista realizada en marzo de 2020, que permite acercarse a parte de su pensamiento político. "Nosotras nos salimos del molde. Nosotras peleamos para ir a militar codo a codo con nuestros compañeros. Nos salimos del mandato cultural. Eso se vio reflejado en las detenciones que tuvimos. Cuando a mi me torturaban, me decían “esto te pasa porque no te quedaste en tu casa cuidando a tus hijos".
La entrevista completa:
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cómo fue su experiencia de participación política?
Susana Dieguez: Mi participación no es la común del resto de las compañeras porque vengo de una familia con mucha militancia política. Mi abuelo era anarquista y mi mamá vivió toda esa militancia y persecución. Por el otro lado, mi papá fue peronista y tuvo sus persecuciones también. Mi vieja, más allá de la militancia que tuvo, se tenía que quedar con sus hijos para que mi viejo saliera a militar. Así que fue una casa militante. El contexto nacional de mi crianza fue entre el peronismo y el anti peronismo. En el Pueblo se debatían esas antinomias. Era todo rápido e intenso. Yo empecé en la Juventud Peronista en Montoneros. Militaba en la villa de Retiro en Capital Federal y en la unidad básica de mi viejo, “Felipe Vallese”. Cuando empecé en Retiro estaba recién recibida de maestra y tenía amigas que no militaban. No entendían por qué yo iba a la Villa y juntaba libros para los pibes.
APU: ¿Cómo fue la participación política de las mujeres en las organizaciones políticas en los años 60 y 70? ¿Considera que existía una división sexual del trabajo dentro de la militancia?
S.D: Nuestra militancia no era fácil. Eran conducciones verticalistas y machistas. A veces no te dejaban participar, por más revolucionarios que eran. Además, tampoco lo podíamos decir, porque estaba naturalizado. Había poca mujeres en las conducciones, por lo menos en la parte que me tocaba a mí, que era la Juventud Trabajadora Peronista. Éramos pocas trabajando en las fábricas también, pero aunque las hubiera, los delegados eran hombres. Hemos hecho un camino muy largo para ser delegadas. Antes las mujeres estábamos a los codazos para poder tener voz en las decisiones dentro de las organizaciones; era el lugar de los hombres y eso era natural. Hoy las mujeres participamos políticamente de otra manera. Nos costó muchísimo llegar a donde estamos hoy. Igualmente, en esa época también se daba esta discusión porque era un “todo” revolucionario. El debate era constante. Practicábamos el feminismo sin darnos cuenta, eso lo aprendí después. Yo peleaba para ir trabajar, para que el papá de los chicos se quedara con ellos para ir a militar. Nosotras poníamos el cuerpo todos los días, no nos poníamos a pensar en si la conducción era de hombres o no. Íbamos para adelante. Asimismo, había mucha solidaridad con el otro. No usábamos la palabra “otra”. No nos fijábamos en el género, nuestra militancia era el todo. No por ser mujeres teníamos menos horas de militancia. Los compañeros sabían que no había una excusa por ser mujeres o porque algunas fueran madres. Militábamos a la par.
Nosotros no sabíamos si al otro día vivíamos o no vivíamos, aunque nuestra opción fundamental era la vida. Igualmente, discutíamos cómo arriesgábamos la vida, no era porque sí, sino que le dábamos un valor porque era nuestro bien más preciado.
APU: ¿Qué llegada tenían los planteos del feminismo en la militancia política? ¿Puede establecer un contrapunto respecto de la actualidad? ¿Considera que la experiencia de los 70 se ha revisado a la luz del feminismo actual?
S.D: Yo soy de la generación de “el otro soy yo”. Cristina Fernández de Kirchner dijo “la Patria es el otro” pero nosotros decíamos “el otro soy yo”. Hoy viendo las cosas a la distancia, nosotras no nos dábamos cuenta que éramos discriminadas. Tomábamos como natural determinadas actitudes de los compañeros.
En mi caso, hasta actitudes de mi viejo, que así y todo me “dejó” participar en la política. Siempre me quedó como anécdota: tenía 16 cuando iba a la escuela de danza del Teatro Colón y tenía que concursar, pero en ese momento, estábamos siendo perseguidos y mi viejo vendió la casa en Villa Devoto para alquilar unidades básicas clandestinas, y me dijo “La unidad básica o el Colón”. Yo me hice un esguince y nunca más pude bailar. Era un mandato la militancia en mi familia. Cuando sos chica no comprendes mucho, pero después te das cuenta que lo tuyo no es individual, es colectivo. Yo nunca entendí la vida sin militancia.
APU: ¿El Terrorismo de Estado tuvo efectos diferenciados sobre los cuerpos según la condición de género de las personas que militaban?
S.D: Nosotras nos salimos del molde. Nosotras peleamos para ir a militar codo a codo con nuestros compañeros. Nos salimos del mandato cultural. Eso se vio reflejado en las detenciones que tuvimos. Cuando a mi me torturaban, me decían “esto te pasa porque no te quedaste en tu casa cuidando a tus hijos, cambiando los pañales o haciendo la comida”. Cuando yo declaré en el juicio por mi detención y las torturas, buscaba que alguna mujer más haya hablado de violación y abuso, pero era todo un silencio. Fue un proceso poder comprender lo que era la violación en el centro de detención y cuál era el mensaje sobre nuestros cuerpos. También pude entender que cada una tiene su tiempo.