A 75 años del 17 de octubre: la reconstrucción del espíritu de una época

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A 75 años del 17 de octubre: la reconstrucción del espíritu de una época

17 Octubre 2020

Por Aldo Duzdevich* | Foto: Enrique Morán

El 1 de septiembre de 1939 se inicia la Segunda Guerra Mundial, que cesa el 2 de septiembre de 1945, pocos días antes del 17 de octubre. Durante esos seis años el escenario internacional y local estará dominado por la guerra.

La oligarquía e intelectualidad pro-europea dividirá sus simpatías entre en Eje y los Aliados. Manuel Fresco (gobernador de Bs As ) y su amigo Roberto Noble (fundador de Clarin) serán entusiastas defensores del Eje. En 1939 gobernaban los conservadores de la década infame, su presidente Roberto Marcelino Ortiz (abogado de los ferrocarriles ingleses) luego reemplazado por Ramon Castillo deciden mantener la neutralidad.

La neutralidad que se mantuvo hasta marzo de 1945, respondió a varias razones. Una de ellas fue que Argentina era principal proveedor de carnes y granos a Inglaterra y mantener una bandera neutral permitía a los buques cruzar el Atlántico sin ser hundidos.

La guerra nos trajo como beneficio colateral, el inicio de un proceso de substitución de importaciones industriales que Inglaterra no nos podía abastecer. Esto dará origen a un conjunto de nuevas industrias en el cordón sur del gran Buenos Aires. Muy pronto llegarán del interior corrientes de “cabecitas negras” en búsqueda de una nueva vida; y se irán a mezclar con los trabajadores de origen europeo ya instalados desde principio de siglo. Esta es la amalgama cultural que se va a expresar por primera vez en el centro del Bs As el 17 de Octubre de 1945.

Ahora saltemos al 4 de junio de 1943, cuando un grupo de oficiales nacionalistas nucleados en el GOU (Grupo de Oficiales Unidos) decide poner fin a la Década Infame y toma el poder. Uno de los líderes de este grupo, es un desconocido coronel Perón.

Perón pide hacerse cargo de una devaluada dependencia. Así lo cuenta él: “Me di cuenta que la gran palanca en ese momento del país y del mundo estaba en un olvidado departamento que se llamaba Trabajo y Previsión. Cuando se lo dije, comentaron “¡Este está loco! ¿Para qué querrá eso?” Y allí empecé. En la Argentina había tanta necesidad de comprensión y justicia que todos empezaron a seguirme”

Desde allí Perón fue dando respuesta a cada uno de los reclamos de los trabajadores, la generalización de la indemnización por despido, jubilaciones para empleados de comercio, Estatuto del Peón de Campo, beneficio de aguinaldo, descanso dominical para los obreros de la carne y vacaciones pagas para todos los trabajadores, hospital policlínico para los trabajadores ferroviarios, escuelas técnicas para obreros, prohibición de las agencias de colocaciones, derechos de las trabajadoras del servicio doméstico creación de los Tribunales de Trabajo, etc. instalando la negociación colectiva, como regulación básica de la relación entre el capital y el trabajo.

Comenzó lo que Perón llamó “la etapa carismática de la revolución” : “Si llegaban diez, les hablaba; si llegaban dos, también les hablaba; si eran diez mil, mejor. Así el número fue creciendo, y cuando quise acordarme tenía el predicamento político que yo necesitaba para comenzar a accionar. Yo siempre prefería, en vez de hablar a hombres, hablar a organizaciones”.

Pero en la medida que crecía su figura entre los trabajadores, crecía la desconfianza y oposición de los sectores oligárquicos que veían violentados sus privilegios y de los partidos políticos conservadores, radicales socialistas y comunistas que lo pintaban como la encarnación del nazi-fascismo en la Argentina.

El 8 de octubre de 1944 cuando establece el Estatuto del Peón Rural, la Sociedad Rural indignada, expresa que: el Estatuto “sembrará el germen del desorden social, al inculcar en gente de limitada cultura, aspiraciones irrealizables, las que en muchos casos pretenden colocar al jornalero sobre el mismo patrón”. Incluso el Partido Comunista se suma a las críticas pues “el Estatuto, bajo la apariencia de proteger al peón es, en suma, un estatuto contra los campesinos”

A su vez, 300 asociaciones patronales lanzan el Manifiesto de la Industria y el Comercio donde denuncian “el ambiente de agitación social” y “clima de descontento” que es “instigado desde las esferas oficiales”, generando “reclamos permanentes”. Señalan que dicho clima se ha instaurado “desde la creación de la Secretaría de Trabajo”, y sostienen que “durante 25 años, desde la Semana Trágica de enero de 1919, el país ha vivido dentro de una casi perfecta tranquilidad social”. Perón les contesta “parecerían reclamar una nueva Semana Trágica, para asegurarse otros 25 años de tranquilidad. Este gobierno no lo hará. No asegurará ni 25 años, ni 25 días de tranquilidad a los capitalistas siguiendo el ejemplo doloroso de la semana de enero de 1919.”

El Partido Comunista atado a la política exterior soviética en plena guerra, asumió una posición aliadófila, que lo llevo a cultivar una política de alianzas con las empresas de capitales ingleses y norteamericanos. El “enemigo de la clase obrera internacional” paso a ser el fascismo, y los aliados de Moscu sus amigos. Entonces el PC no solo caracterizo a Perón como fascista sino que tejió alianzas con los intereses ingleses y yanquis, dando espalda a los conflictos que los trabajadores tenían con los capitales de ese origen. Hay que recordar este triste papel de los comunistas argentinos de aquellos años para poder entender esa bronca ancestral de parte del sindicalismo peronista hacia los partidos de izquierda.

Para fortalecer a las fuerzas aliadófilas en mayo de 1945, desembarca (como en Normandía) el nuevo embajador norteamericano Spruille Braden, un hombre de negocios vinculado a la minera Braden Cooper Company en Chile, y la petrolera Standard Oil; una especie de Donald Trump del siglo pasado.

Braden es recibido con algarabía por el antiperonismo. Como si fuera un candidato electoral, sale a recorrer el país. En Santa Fe, lo reciben en el Jockey Club y en la Universidad del Litoral con carteles que decían: “Democracia sí, nazis no”. Cuando regresa de su viaje, una muchedumbre lo aguarda en Retiro, lo agasaja y ovaciona. Su gran baño de multitud lo recibirá el 19 de septiembre en la Marcha por la Constitución y la Libertad. Ese día, cerca de 200 mil porteños recorren las calles de Buenos Aires. Según relata Félix Luna : (los estancieros) “Don Joaquín de Anchorena, y Antonio Santamarina contestaban los aplausos con elegantes galerazos; (los comunistas) Rodolfo Ghioldi, Pedro Chiaranti y Ernesto Giudice, con el puño izquierdo en alto; Alfredo Palacios, con vastos ademanes que no descomodaban su chambergo” . La vanguardia intelectual cantaba la marsellesa en francés (una delicadeza), en claro contraste con las marchas de obreros sudorosos donde se podía escuchar el “yo te daré patria hermosa una cosa que empieza con P! Peron!”. En Plaza Francia con el aplauso generalizado Spruille Braden se suma a la cabeza de la marcha.

Para esas fechas (en que los aliados sellan su triunfo en la guerra) la presión contra el coronel Perón que todavía no había explicitado su voluntad de crear un movimiento político, alcanza su punto máximo. En octubre los universitarios de la FUBA arrancan el mes con un paro (contra el nazi-fascismo). Y el día 9 el general Avalos y el Almirante Verlengo Lima encabezan un planteo militar contra Perón, exigen su destitución y posterior apresamiento.

Sin una estructura que lo sostenga Perón acepta ser confinado a Martin García. Evita todavía no goza del predicamento que lograra después, y solo puede hacer algunas gestiones y presentar un habeas corpus. Los dirigentes sindicales reciben el malestar que surge de sus bases, pero oficialmente como CGT, no se deciden a pedir por la libertad del coronel Peron. Luego de muchos cabildeos resuelven convocar una huelga general (en defensa de las conquistas obreras) para el día 18 de octubre.

Desde Tucumán la FOTIA ya había convocado huelga para el 15. En Rosario hay manifestaciones. En Berisso miles de obreros recorren las calles de la ciudad. La rebelión obrera se instala desde abajo, sin una dirección centralizada que indique que hacer. La madrugada del 17 en columnas de algunos miles cruzan al Riachuelo hacia Plaza de Mayo. Chocan con la policía, pero la desbordan y pasan.

Al mediodía Perón es trasladado al Hospital Militar en Palermo. A las pocas horas mas de 300 mil manifestantes rodean el hospital. Y siguen llegando columnas a Plaza de Mayo. ¿Quién lo hizo? ¿Quién esta atrás? Ni Perón lo entiende bien. Le pide a Mercante que salga a la calle y le cuente que está pasando. Perón pone sus condiciones: la renuncia de Avalos, de Verlengo Lima, pide nombrar ministro del Interior, el nuevo jefe de policía, los jefes de Campo de Mayo y otras guarniciones. Finalmente le dice a Farrel: “convoque a elecciones”. El gobierno va dando noticias para aquietar a los manifestantes y pedir que se retiren; nadie se mueve “queremos a Perón” es el grito que los une.

Finalmente pasadas las 23,30 hs de ese 17 de Octubre un pueblo y su líder caminan a encontrarse con la historia.

Así lo pintó Raúl Scalabrini Ortiz : “Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad. Un hálito áspero crecía en densas vaharadas, mientras las multitudes continuaban llegando. Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de los talleres de la Chacarita y Villa Crespo, de las manufacturas de San Martín y Vicente López, de las fundiciones y acerías del Riachuelo, de las hilanderías de Barracas. Brotaban de los pantanos de Gerli y Avellaneda o descendían de las Lomas de Zamora. Hermanados en el mismo grito y en la misma fe iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor mecánico de automóviles, la hilandera y el peón. Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la Nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto. Era el substrato de nueva idiosincrasia y de nuestras posibilidades colectivas allí presente en su primordialidad sin reatos y sin disimulos. Era el de nadie y el sin nada en una multiplicidad casi infinita de gamas y matices humanos, aglutinados por el mismo estremecimiento y el mismo impulso, sostenidos por una misma verdad que una sola palabra traducía: Perón.”

*Autor de “La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Peron” y “Salvados por Francisco”.