1973: Un hospital de niños en el Sheraton Hotel

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1973: Un hospital de niños en el Sheraton Hotel

11 Marzo 2021

Por Miguel Martinez Naón | Fotografías tomadas del archivo personal de Roberto Baschetti

Qué lindo, qué lindo, qué lindo que va a ser, un hospital de niños en el Sheraton Hotel (Cantito de los 70)

Corre el año 1973, Pink Floyd lanza su disco “Dark side of the moon”, en Alemania se regula mediante una ley la utilización médica de los rayos X; el ejército republicano irlandés hace estallar bombas en Inglaterra, y  el británico Richard Sharples, gobernador de las islas Bermudas, es asesinado fuera del Palacio de Gobierno por un grupo de afroamericanos del Black Power. Federico Fellini estrena “Amarcord” y Julio Cortazar publica “El libro de Manuel”.

En Argentina Luis Alberto Spinetta graba el disco “Artaud”, Sui Generis “Confesiones de invierno” y Mercedes Sosa “Traigo un pueblo en mi voz”. El Cuarteto Cedrón compone junto al poeta Juan Gelman la "Cantata del Gallo Cantor” recordando los trágicos hechos de Trelew sucedidos el 22 de agosto del año anterior. Leonardo Favio estrena su película “Juan Moreira” y el cantor popular Jorge Cafrune recorre el país junto al niño Marito.

El 11 de marzo de ese año hay elecciones. Nueve fórmulas compiten por la presidencia. 

En ese marco y en los ámbitos de la militancia (más concretamente de la tendencia revolucionaria del peronismo) se escucha por las calles, peñas y festivales el “Cancionero de la liberación”, un LP donde participan gran cantidad de músicos y actores como Marilina Ross, Oscar Rovito, Piero, Marta Larreina, Leonor Benedetto, Piero, entre otres, grabado en vivo y en tiempo récord, con el ímpetu de dar un testimonio vital y poético sobre los años de la represión y la proscripción, y a la vez convocar a la campaña del FREJULI: “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. En el disco hay un tema titulado “Chamamé del Tío”, con letra y música de Juan Carlos Gené y Alejandro Mayol, que dice así: “Cámpora es el delegado del gran plan del General, el plan que es del pueblo entero pa la victoria total…”

Las organizaciones que conformaban el Frente temían un posible fraude de las fuerzas armadas, las movilizaciones estaban prohibidas. Aquel día cientos de personas se congregan en los alrededores de la sede del FREJULI para defender los votos, los comicios oficiales tardan en anunciar el triunfo y los militantes resisten a la policía, se repliegan  en cada esquina.

 A las 23 hs se comunica la victoria del justicialismo por un 49,5 % y al día siguiente la dictadura reconoce los resultados. No es un simple triunfo electoral, significa el fin de una larga noche de proscripciones y un horizonte de liberación nacional.

La fórmula “Campora – Solano Lima”

Héctor José Cámpora había sido electo diputado en 1946 y presidió la Cámara entre 1948 y 1952. Fue encarcelado tras el golpe de Estado que derrocó a Perón en septiembre de 1955 y al año siguiente se fugó a Chile, junto a sus compañeros Jorge Antonio, Guillermo Patricio Kelly, John William Cooke, Pedro Gomis y José Espejo.

En el año 1965 volvió a su pueblo, San Andrés de Giles, y allí fue elegido como concejal, pero duró poco en ese cargo, al ser derrocado el presidente Arturo Illia se ve obligado a renunciar.

Vicente Solano Lima, fundador del Partido Conservador Popular, fue candidato a vicepresidente en el año 1951 acompañando a Reynaldo Pastor, un diputado conservador, anti peronista, que en el año 1947 se opuso a la ley que habilitaba a las mujeres a votar en las elecciones. Con el tiempo Solano Lima se integró al Frente Cívico de Liberación Nacional (FRECILINA) que luego se sumaría al FREJULI. 

Viajando en reiteradas ocasiones a España, para visitar al General Perón en el año 1970, formó parte de “La hora del Pueblo” un frente de partidos políticos que se reunieron para persuadir a la dictadura militar a abrir una salida electoral. Tras el fracaso del GAN (Gran Acuerdo Nacional) hubo un circunstancial acuerdo entre el líder radical Ricardo Balbin y Perón pero duró poco y nada.

El programa del FREJULI

El 20 de enero de ese año se lanza un documento titulado “Pautas programáticas para el gobierno justicialista de la reconstrucción nacional” escrito por el mismo Héctor Cámpora donde en líneas generales anuncia “reconquistar la soberanía política, la independencia económica y la justicia social, nuestras gloriosas banderas, a través de la liberación nacional, el desarrollo socio-económico y la socialización de la economía y la participación popular en todos los estratos del poder”. 

En materia regional propone crear una asociación estrecha entre los países del Tercer Mundo; un nuevo acuerdo de complementación económica, liberación comercial y armonización de políticas con aquellos países de América Latina que estén decididos a romper, en este campo, los vínculos de la dependencia con el imperialismo. 

Luego de describir una situación económica catastrófica heredada de la dictadura, el documento prevé una revisión total y “muy a fondo” del sistema impositivo y de recaudación, y una profunda reorganización de la administración pública, en forma coordinada con los programas de descentralización de la vida económica del país. Propone la nacionalización del comercio exterior (controlado a través de un organismo estatal) y augura una reforma agraria integral, y la creación de una industria nacional “eficiente y agresiva” que posibilite no solo la sustitución de importaciones sino también la coloque en actitud de competir en calidad y precio en el mercado internacional.

Nuevo sistema de comunicaciones, un programa de reactivación general intensiva de la minería, un alto grado de desarrollo científico y tecnológico, y la promulgación de nuevas leyes sobre Contrato de trabajo y Seguridad Social son algunas de las premisas, más muchas otras  en materia de Educación, Salud, Cultura y Asuntos Institucionales.  El documento concluye afirmando: “Hemos expuesto, en esta primera oportunidad, pautas programáticas que conforman nuestro pensamiento en materia de los asuntos públicos del Estado Argentino. Creemos que ellas constituyen herramientas adecuadas para combatir la explotación y la injusticia que el régimen lega, como nefasta herencia, al gobierno popular del justicialismo”

Un antes y después de la victoria

Tras el triunfo del FREJULI van quedando atrás los furiosos años de la resistencia, dando un merecido lugar en la historia al movimiento revolucionario, nucleado en la organización Montoneros, con un presente que marca ineludiblemente el ideal de un gobierno de las mayorías para las mayorías, y por delante un horizonte donde se vislumbraba la instauración de un socialismo nacional, pregonado por el mismo Perón, para acabar definitivamente con las minorías oligárquicas y con un sistema explotador que desmembraba sistemáticamente a la clase trabajadora.

Un factor imprescindible durante estos últimos años en la construcción de esta hegemonía fue la incorporación de las capas medias de la sociedad a los ámbitos de la militancia. Jóvenes de clase media que estrechaban sus manos a los vacinos de los barrios más postergados.

Así se crearon distintos frentes dentro de la organización como la Juventud Trabajadora Peronista, Juventud Universitaria Peronista, la Agrupación Evita (que nucleaba a las mujeres), el Movimiento Villero Peronista y la UES.

Con la llegada de Cámpora a la Casa Rosada se estaban materializando los tres valores supremos del justicialismo: Independencia económica, soberanía política y justicia social. Era posible construir un país que podía autoabastecerse (por ejemplo) en materia de hidrocarburos, un país exportador de grandes alimentos hacia el resto del mundo.

Los plebeyos, los marginados, los desplazados, los irredentos, eran hombres y mujeres que se asomaban a la vida diaria y volvían a ocupar las fábricas y las escuelas, sin tener que pedir permiso, sin sufrir cesantías ni barrotes. Ocupaban su lugar en el mundo, con su palabra empeñada, su experiencia en el trabajo, en la construcción, y podían debatir cara a cara con cualquier pibe que viniera de la Facultad. 

Eran la Juventud Peronista, la juventud maravillosa (como los llamaba Perón), los que soñaron en convertir al Sheraton Hotel en un hospital de niños.

Duró poco el sueño. Demasiado poco, sólo unos días, unos pocos meses. Y lo que pasó después, solo será posible seguir pensándolo con la alteridad y la coherencia que estos compañeros y compañeras depositaron en nosotros, más allá de la vida y de la muerte. Porque en verdad lo hicieron, lo lograron, dejaron una estela inamovible en el tiempo, inquebrantable, sobre la cual nos seguiremos encontrando todos los días en la reconstrucción de un proyecto de liberación nacional, que sin duda fue puesto en marcha nuevamente por dos sobrevivientes de aquella época: Néstor y Cristina. 

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