Ulises Martino: “Escribo porque hay dolor, pero sobre todo con la esperanza de que suceda un milagro”

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    Ulises Martino
NARRATIVA ARGENTINA

Ulises Martino: “Escribo porque hay dolor, pero sobre todo con la esperanza de que suceda un milagro”

12 Febrero 2023

La intensidad del mundo literario de Ulises Martino no está en las palabras con las que escribe sino entre las palabras. En su capacidad para imprimir una enorme fuerza narrativa en los mundos que construye su literatura y dan soporte a los textos. “Contar una historia sin nombrar eso que no hay que nombrar, eso de lo que hablaba Piglia y antes que él, también, Hemingway. Esa ausencia debe adquirir presencia por su propio peso. Pero no lo estudio demasiado. Voy con el olfato, aunque a veces me equivoco. A veces releo un cuento y hay una palabra que está mal. Inmediatamente la cambio. Soy ordenado, pero principalmente intuitivo. Sin olfato no se puede escribir”, explicó a AGENCIA PACO URONDO el ganador del Concurso Nacional de Cuento y Poesía Adolfo Bioy Casares, edición 14º (Las Flores), 2020, con su libro El mundo de las mujeres.

Agencia Paco Urondo: En el prólogo del libro, la escritora Esther Cross describe tu literatura como "inusitadamente intensa". ¿Reflexionaste de donde viene esa intensidad? 

Ulises Martino: No soy del todo consciente de esa intensidad. Es una definición que me gusta. Tengo la opinión contraria, que voy hacia esa intensidad, pero que todavía falta lo mejor. Convivo todo el tiempo con esa idea que voy hacia allí. Estoy en camino, de hecho, estoy anotando siempre cosas. Cuando estoy escribiendo vivo con lo que estoy escribiendo en mi cabeza. Termino con algo y encuentro que le falta algo, tres palabritas que tienen que estar. Eso puedo decir con respecto a esa intensidad que vos me presentás. 

APU: ¿De dónde viene la necesidad de escribir? 

U.M.: De la necesidad de reflexionar sobre la condición humana. Del dolor. De haber pasado por el dolor. Escribo porque hay dolor, pero escribo sobre todo con la esperanza de que suceda un milagro. Siempre está presente eso. Casi siempre el milagro no sucede, pero tengo la firme esperanza de esa posibilidad y voy detrás de ese milagro. A los 41 años me empecé a ordenar. Antes escribía cosas muy desordenadas, sin ningún objetivo claro. Escribía como quien toma mate o cerveza. Había hecho una obra de teatro. En ese momento estaba muy con el teatro; actuaba, escribía y me puse a dirigir. Una obra que se llenaba Medicina pasto que se hizo en Boedo 21. Ahí me di cuenta que tenía algo con la escritura, que algo me pasaba. Pero recién cuando me convertí en padre, a los 41 o 42 años, tuve la firme convicción de que tenía que hacer algo más. Todo sucedió simultáneamente. 

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tapa el mundo de las mujeres

APU: En ese momento empezaste ir a taller… 

U.M.: Me convierto en padre, me lleva al taller el libro de Pablo Ramos, La ley de la ferocidad. Me impactó ese libro. Después actué intuitivamente, fui a tocarle timbre. Jamás había hecho un taller literario ni tenía pensado hacerlo, ni tampoco creía en ello. Muy ignorante de mi parte, hoy banco a los talleres literarios. Pablo Ramos de alguna manera ordenó ese desorden, yo era todo desorden. Sigo siendo desordenado, pero ahora de una manera ordenada. En mi vida hay un antes y un después de haber conocido a Pablo Ramos. Le debo haberme ordenado, haberme limado como persona. 

APU ¿Cómo fue el proceso de la corrección de los cuentos?

U.M.: La mayoría de mis cuentos los trabaje en el taller, con Pablo. Recuerdo una de las primeras veces que lleve algo, un cuento al taller. Le digo “escribí algo antes de venir “y él me dice “¿Y vos quién sos para escribir algo antes de venir?”. Eso fue lo primero que me enseñó. A hacerse cargo de lo que uno va a presentar, defenderlo. Decir “lo corregí quinientas veces y si es una bosta, me la banco”. Porque no soy quien, ni me sobra el talento para escribir algo de taquito. Eso fue lo primero que me enseñó Pablo. Ahora corrijo un montón y lo persigo al cuento. No lo dejo tranquilo. 

APU: ¿De dónde surge el material? 

U.M.: Los cuentos aparecen en la calle. Salgo a comprar cigarrillos y me aparecen las historias. Armo un comienzo, una vez que lo tengo pienso que el final se hace inevitable. Tengo que trabajar para llegar a ese final. A veces me doy cuenta enseguida que hay un cuento. Escribo intuitivamente. El riesgo es que, a veces, la intuición falla. 

APU: La familia tiene mucho peso en tu escritura… 

U.M.: Escribo sobre todo lo que implica vivir. Los temas centrales son el amor, la soledad, la paternidad, los vínculos familiares. Las cosas que a uno lo agobian y, en mi caso, me hacen sufrir a veces y en otros momentos me dan mucha felicidad. Y escribo sobre la ruta y sobre los trenes. De que más podría escribir sino de lo que me está pasando. 

“Todavía estoy tratando de ser escritor. Tengo rechazo por todo lo definitivo. Si te afirmo que soy un escritor ya suena como algo definitivo”.

APU: A veces uno puede pensar que la vida familiar dificulta la escritura. Que implica un conflicto… 

U.M.: Creo que se puede llevar adelante una vida familiar y escribir. De todas maneras, está esa idea de escaparse para poder escribir tranquilo y mejor. Pero a la vez está el miedo a perderse algo bueno. Hay cuentos del libro que van hacia el lado del aire de la libertad, hablan sobre ese miedo a quedar atrapado. Y sobre el placer de escapar.

A veces supone un enorme placer agarrar el auto y fugarse. Que nada te importe, pero es lindo un momento. De todas maneras, eso lo tengo que jugar porque está dentro, pero también está en mí el temor a perderlo. El temor a perder el amor, el único milagro que existe. Al menos en mi experiencia personal no encontré otro.

Después, está la llegada de los hijos y el escapar, como en ese cuento cuando él se quiere escapar y la hija le dice al padre “Papá, puedo cruzar el río con vos”. Ahí se condensa todo. Aquello que se dice, pero lo más fuerte es aquello que hay que entender. Ahí está el amor. Y ahí es cuando el tipo se da cuenta que es un imbécil si deja todo esto.

Hay que ingeniárselas para escribir. Tengo un cuarto en la casa que alquilo hace 27 años. Ese es mi lugar de escribir. En cualquier horario. Puedo estar quince días sin escribir o dos días enteros escribiendo. Nunca me puse horarios. Tengo mi diario personal. Es importante tenerlo. Además, anoto en papelitos, soy muy desordenado. El otro día perdí un papelito donde había anotado una idea que cerraba un cuento y después escribí sobre mi relación con la escritura. Todavía estoy tratando de ser escritor. Lo que quiero decir es que no lo encontré. Tengo rechazo por todo lo definitivo. Si te afirmo que soy un escritor ya suena como algo definitivo. Me mueve más algo que está pendiente. Liliana Heker decía “Escritores son los otros”. 

APU: ¿Qué escritores fueron importantes para vos? 

U.M.: Muchos, pero para nombrarte algunos: J. D. Salinger, Raymond Carver y John Fante.

APU: El peso de tus cuentos no parece venir de las palabras sino de la estructura. De algo que no se dice, pero sin embargo tiene mucha presencia… 

U.M.: Contar una historia sin nombrar eso que no hay que nombrar, eso de lo que hablaba Piglia y antes que él, también, Hemingway. Esa ausencia debe adquirir presencia por su propio peso. Pero no lo estudio demasiado. Voy con el olfato, aunque a veces me equivoco. A veces releo un cuento y hay una palabra que está mal. Inmediatamente la cambio. Soy ordenado, pero principalmente intuitivo. Sin olfato no se puede escribir.