Rock con los tapones de punta

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Rock con los tapones de punta

29 Octubre 2017

Por Javier Tucci

Volver al primer amor, a las calles perfumadas de eucalipto, un árbol que se planta en territorios militares para camuflar y aislar el ambiente de ¿todo lo que subvierta el orden? Upa… ¿concepto complicado, no? Pero no tanto para uno que se crió entre rejas que separan una ciudad: de un lado, el territorio “civil” y del otro, un distrito militar naval, en calles por las que se paseó libremente Alfredo Astíz o, en las que me animaría a decir, por las que caminan muchxs nietxs que todavía no fueron recuperadxs por los organismos de derechos humanos. Este es el contexto en el que crecí, pero no reniego de mi "origen", ya hicimos las pases gracias al diván porteño.

Esta nota viene por lo que se genera en ese pedazo de territorio hostil, de esa sociología también porteña rodeada de cabarutes, que convive con la Marina como sustento económico. Allí, donde se da un crisol de culturas proveniente en su mayoría del norte de nuestro país que llegan para estudiar y hacerse, como le decimos allá… "ganchos", o militares a secas. En esa convivencia tan rígida, hermética, milica, es que me hice persona y un día me fui en busca de otros aires. Pero están los que se quedaron, quienes son hacedores de grandes huevos y ovarios para hacer de esa tierra un lugar mejor o al menos desempolvar las luchas y reconfigurarlas en pos de generar mejores seres.

Éramos tan punkies

Mirando para atrás en el calendario rememoro con cierta vitalidad y nostalgia aquellos años noventosos, donde lo colectivo de la mano del hazlo tú mismo había generado una cápsula contracultural como único refugio frente al entretenimiento y ocio que el menemismo y el neoliberalismo instalaban en el país. Épocas en que las razzias nos levantaban por el simple hecho de tener el pelo largo, y por otras cosas también ¡Sí gente, no sólo en el conurba o en la capi te pedían documentos o te levantaban para terminar en un frío calabozo de comisaría! En Punta Alta la policía, diría envalentonada por los aires milicos, te la ponían siempre, y a veces terminábamos en los viejos micros de la compañía La Acción que te transportaban hasta alguna comisaría de Bahía Blanca. Y no termina ahí…te cagaban bien a trompadas y hasta te pelaban, sí, como escuchó, como si fuéramos catapultados a los oscuros años del terrorismo de Estado.

Pero tanta chatura amoldada a esas cuatro paredes no pudo con la inventiva y necesidad adrenalínica de los piberíos amuchados en los barrios. Fue así que la juventud de los 90 en Punta Alta se unió al clamor de sus propias necesidades, después de todo teníamos que tratar de pasarla lo mejor que pudiéramos frente al desencanto. 

Recuerdo que siendo el año 1994, al barrio que fueras encontrabas fácil tres bandas por manzana, no exagero. Y lo más loco era que se daba una especie de embudo, un microclima tipo ghetto donde todos los estilos convivían tranquilamente. Tenías el punk de Garage, Dificultad Respiratoria, Genocidio y Muermo; las más rockeras como Sansón y La Ruca y las metaleras y trasheras como Neoplasia y Blasfemia, (perdón si me olvido de algunas otras).

Los cassettes TDK grabados que circulaban de mano en mano eran la excusa perfecta para una escapada a la plaza y ver quién estaba y así mostrar esa nueva banda que habías conseguido. De punk, metal o alguna otra de rock alternativo como Los Brujos o Peligrosos Gorriones que traían los primos o hermanos de amigos que estaban estudiando en la capi o en La Plata. Siempre en dosis que llegaban tarde, aunque nunca tanto como para encerrarse a escuchar en la pieza de algún amigo que tenía a sus padres todo el día laburando. Y si ese padre que se iba temprano a laburar de "civil" a la Base Naval Puerto Belgrano (BNPB), que a su vez tenía otra changa-de tapicero- para bancar la parada…ya sabés, si tu viejo es zapatero o tapicero, zarpale la lata!

Y así transcurrían los primeros, casi mediados de los 90 en Punta Alta, entre mensajes encriptados —no de wasap— que enviaba Kurt Cobain y Los Ramones desde la MTV, o de las escapadas al Parque Sarmiento, el predio de la FISNA, el galpón de la estación del Ferrocarril Solier, el salón del Partido Intransigente (PI) o a los bares Peter y Bubba, donde podíamos convivir por un largo rato con bandas que nos hacían saciar las ansias de lobos hambrientos, en un lugar donde no hay mucho para hacer. Ese pertenecer a algo por fuera de lo que establecía el mandato societal, ese "nosotros" donde se codeaban pibes de entre 14 y veintipico, nos devolvía las ganas de ser alguien en el mundo. Encima nos enterábamos de lo que pasaba en nuestro país y el mundo por las canciones que emitían y aullaban esas bandas que uno siempre guardará como piezas de formación.

La chispa adecuada

Ese germen contracultural que supo concebirse en épocas de gatillo fácil, convertibilidad y desmantelamiento del Estado —a nivel nacional— está nuevamente tomando forma, luego de 15 años donde primó el cover, el asesino de la creatividad y la conciencia, en un contexto social, político y económico que comienza a parecerse mucho al de aquellos años. Y está tomando forma, decíamos, gracias a muchos de los que formaron parte de bandas en los primeros 90, sea Bossi Smith con un proyecto que se cargó al hombro desde Punta Alta Hardcore y su banda Nadie Save Nada, como los ex Dificultad Respiratoria y otras bandas más, las nuevas, que encuentran hoy en ese contexto la chispa adecuada para desentrañar la historia, para gritar bien de cerca que no les cabe ser oprimidos. 

Esos nuevos aires que intentan dar otro sentido a una ciudad que vive por y para una historia anclada en los valores militares, vienen de la mano de lo que comenzó a darse una década atrás con los juicios de lesa humanidad en Bahía Blanca, hecho que reflotó una militancia que se encontraba acallada por los vaivenes y cajonamientos de la historia local. Y también provienen de un mar que no hemos sabido cuidar, de un ADN alterado en las generaciones que van en busca de la verdad de su génesis y se dejan atravesar por la más maravillosa música que critica, denuncia y deja esperanzas en ese mismo aire que nos vició, no sólo la petroquímica bahiense, sino la historia no contada de centros clandestinos de detención y de proverbios que todavía resuenan a la voz de “en eso no te metas” o “algo habrán hecho”.

Brío Producciones y la importancia de la autogestión cultural colectiva 

Ariel Minimal, cantante de Pez, deja más que claro que si no fuera por Mate, esa increíble banda conformada por los hermanos Ramón y Víctor Vargas y compañía y su proyecto autogestivo cultural Producciones Brío —que encabezan junto a otros amigos del pueblo— era casi imposible que Pez, Litto Nebbia, Javier Martínez, Massacre, Gran Martel, El Soldado, Flopa Minimal, Palo Pandolfo, Fútbol, Científicos del Palo, etc. aterricen alguna vez en suelo puntaltense. Y como el mate es cultura popular y debe circular de mano en mano, de oído a oído —sin que te queme la yerba— acá les compartimos dos links para que descarguen directamente sus dos discos: Ser y Alma.

Y siempre que hay una buena para compartir viene a colación de alguito que faltó y falla, y para esto me quiero dirigir a la gestión política cultural de la ciudad. Porque si bien se hizo muchísimo en la gestión anterior de Fred Quiroga y seguramente ahora Gustavo Bouscayrol, hombre de intachable trayectoria, debe estar haciendo lo suyo, es indispensable hacer un llamado a que no se deje siempre al rock en el último lugar. 

Históricamente, la municipalidad, esté quien esté de turno, no ha apoyado a las bandas, y si lo ha hecho le puso dos bafles de morondanga. Hace poco me enteré de que iluminaron un show en la vieja estación Solier con la luz de un auto que tuvo sus faros encendidos hasta finalizar la jornada. Eso no puede pasarnos, porque apoyar a las bandas, a los músicos de cualquier estilo ¡también es CULTURA!

Todo bien con Bahía, pero cuidemos la cultura puntaltense

Banda que googleo aparece en programas de TV y radios de Bahía Blanca. No digo que los medios locales no le den voleo al semillero cultural local, pero deberían rosquear —en el buen sentido de la palabra— un poquito más a los artistas que surgen del pueblo. Y dicho reclamo, que uno hace a la distancia —y estando a la distancia es muy facilito hablar— va en sintonía con algo que ocurre históricamente por aquellos lares. No puede ser que una ciudad que supo contar con tres cines hoy tenga una pantalla Hoyt en el Teatro Colón (ojo que me encanta que exista tal pantalla). No me quejo porque sea adicto a la queja; yo no vivo allá hace muchísimo tiempo, pero tengo familia, amigos y conocidos que les encantaría quedarse en su tierra y contar con la posibilidad de asistir a ver una película, una muestra o lo que fuera, sin la necesidad de hacer los 30 kilómetros que los separan de Bahía Blanca. Con tanta guita gastada en viajes, refrigerio y la mar en coche, se dejan enormes cantidades de mosca que bien podría quedar en los comercios o salas de espectáculos o movidas y centros culturales independientes locales… pero la realidad es que si a la sociedad no le ofrecés nada, se toman el palo a otro lugar.

Lo mismo pasa con artistas plásticos, muralistas, actores y actrices y músicos. Si no les das un espacio que los llene, que los incentive a seguir creando por y para un proyecto de sociedad… se toman el palo, y el pueblo sólo brilla por la BNPB, y he ahí el bichito de la identidad e idiosincrasia. 

Por suerte las canciones son las que te salvarán siempre y la juventud en Punta Alta viene a retomar su rol protagónico, cultural, social y político. Porque gracias a esos pibes y pibas que se van a Arroyo Pareja —playa local— y componen sus canciones mientras observan un atardecer más transparente, sabiendo ahora que allí cerquita, donde muchos inocentes jugábamos cuando niños, alguna vez se torturó y se mantuvo en cautiverio a decenas de compañeros y compañeras hoy desaparecidxs.

A continuación compartimos un poco de ese arte que tanto pibe y piba, y no tanto, están buscando para redefinir la historia de mi querida Punta Alta, como así también dejamos algunos discos y canciones de bandas de los 90 para que los más guachines sepan que en otro momento también se apostó fuerte a la música y la cultura desde la autogestión. Después de todo, la cultura cura las heridas y da VIDA.

Bandas de ayer y hoy de Punta Alta

Garage
Dificultad respiratoria
Punta Alta Hardcore Nadie Save Nada
Ferer
Limbofree 
CERDO 
Nampula Roots 
Panaderos
Alrepalazo  
Aboriginal
Bocasaurios
Pillpelet
Ariones  
Cardynal 
13 puñaladas
Se me va la pinza
Roberto Mostruo 
Bloodfeast
Los pardos
Fisura nativa
Lea Dibártola