Renata Schussheim: “La capacidad de asombro es una ventana a lo fantasioso que siempre tiene lo artístico”

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APU ENTREVISTAS

Renata Schussheim: “La capacidad de asombro es una ventana a lo fantasioso que siempre tiene lo artístico”

07 Enero 2024

La escenógrafa, ilustradora y vestuarista teatral Renata Schussheim conversó con AGENCIA PACO URONDO sobre su larga trayectoria artística, su incursión en el rock que sigue dejando tapas maravillosas, la relación con Charly y su actualidad. 

Agencia Paco Urondo: Cuando nos cruzamos en la inauguración de Fulguraciones, tu nueva muestra, me dijiste al pasar que lo conociste a Paco Urondo ¿Cómo sucedió?

Renata Schussheim: Lo conocí mucho. Él estaba casado con Zulema Katz y yo estaba en pareja con Víctor Laplace, que es el padre de mi hijo. Éramos muy jóvenes, no lo teníamos todavía a Damián. Era una especie de mentor, nos recomendaba lecturas, nos tenía como protegidos a Víctor y a mí, que debía tener unos 18 años. Lo recuerdo muy bien a él, ese brillo, tenía una mirada muy fulgurante. Salíamos a comer juntos, fue una época muy hermosa.

APU: Una corta edad que, supongo, tenía que ver con tu avidez por el cine, por la literatura, por el arte en sí mismo.

R.S.: Absolutamente por todo. Por conocer gente que intelectualmente me pudiese alimentar, era una grupie del intelecto y de lo artístico. Perseguía gente y le decía “quiero conocerte, quiero ser de tu amiga”. Escritores, actores, era muy atrevida en ese sentido, como que necesitaba alimento y no quería perder tiempo.

APU: ¿Llegaste a pasar por el Instituto Di Tella? Una gran usina en los años 60.

R.S.: Te voy a ser sincera: todos me asocian, pero en esa época recién hice mi primera exposición en El Laberinto, tenía 17 años. Yo merodeaba el Di Tella, no trabajé pero iba mucho, por ejemplo, a los laboratorios de fotografía y gráfica donde estaban Distéfano, ni más ni menos, y Alvarado. Me quedaba mirando como sacaban de la cubeta y aparecían las imágenes. Era algo mágico, con las pinzas las colgaban. Todo eso me fascinaba, merodeaba el Moderno, que era el lugar donde yo paraba, pero era bastante más chica que esa generación, no llegué a hacer nada. Iba a ver espectáculos, por supuesto, ahí lo conocí a Oscar Araiz, a Víctor cuando hacía Timón de Atenas, de Shakespeare, con la dirección de Villanueva. A Les Luthiers, porque eran el coro de Ingeniería y mi primo, Jorge Shussheim había estado con ellos.

APU: De muy niña incursionaste en el dibujo, y el mundo de fantasía que se genera en esa etapa te siguió acompañando a lo largo de tu carrera.

R.S.: Es una parte a la que uno no quiere renunciar, a su capacidad de asombro. No sé si a un mundo de fantasía, suena un poco Disney, si es una ventana a lo fantasioso que siempre tiene lo artístico, se te disparan mundos paralelos, algunos bastante increíbles.

APU: Empezaste a incursionar en la escena rockera de la mano de Charly en Obras Sanitarias, época en que Serú Girán hacía Bicicleta, allá por el año 1980.

R.S.: Él fue el disparador, el culpable. Me propuso hacer algo arriba del escenario y salió Bicicleta. Después continuamos una prolífica amistad y colaboración entre los dos, porque yo también le pedí a él. Cuando hice mi muestra Travesía, en Recoleta, le pedí que me dé músicas. Me acuerdo que tenía televisores, muy novedoso en ese momento, de donde caían unas gotas de sangre que había filmado, y la música era de Charly. Me la había dado, después creo que fue un tema. Después hicimos el videoclip de “Estoy verde” que filmamos con Fito, Ludovica Squirru y Jean François Casanovas, todo un delirio que se hizo en esa época. Yo no sé si lo tengo y me gustaría, porque planeo hacer una muestra donde tengo como una sala dedicada al rock y me encantaría pasar partes de ese vídeo, pero en cámara lenta.

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APU: Fuiste una de las primeras que hizo un videoclip, si uno piensa en BA Rock, de Héctor Olivera, y en tus trabajos con Spinetta y con los Abuelos de la nada.

R.S.: No existía MTV. Hablo de esto y me siento un dinosaurio, pero la verdad es esa, no existía, todavía, esa manera común de filmar. Casi te diría incoherentemente, no tan cinematográfica. A mí me interesaba, simplemente, hacerlo de una manera más pictórica, que aparezcan las cosas. Olivera me dio esa posibilidad hermosa de filmar los backstage y dos pequeños cortos, uno fue “Maribel” y el otro el de los Abuelos. Fue muy divertido, a mí me encantó hacerlo, sobre todo la parte de la edición. En un momento dije “me voy a dedicar a esto”.

APU: Pienso en el histrionismo tanto de Luis como de Miguel Abuelo ¿Te dieron elementos extras para poder jugar y explayarte?

R.S.: Los Abuelos eran todos bárbaros, en ese sentido, divertidos. Luis Alberto, también, lo que pasaba es que la idea de Maribel era mucho más romántica que la de Los abuelos. A ellos creo que los había hecho nadar en una pileta vacía.

APU: Hablando de vanguardias, vos también comenzaste con esta idea de la performance, que después se hizo muy popular en el under.

R.S.: Hice performances artísticas en muestras en Recoleta, por ejemplo. En Travesía tenía bailarines dentro de cubos de acrílicos que repetían una secuencia, como un loop haciendo una acción. Era una locura y de una complejidad, cada tanto tenían que salir, volver. Después hice otra con el grupo Caviar que se llamó Dulce amargura, que era como una especie de clase de tango (también en una enorme caja de acrílico) donde la gente miraba de afuera y estaban todos numerados en la espalda, con sillas, la música era una mezcla de Lorien Anderson y una clase de tango. Me acuerdo que conseguí, para hacerlo, el sponsoreo de dos rivales chocolateros; Suchard y Nestlé. Necesitaba dinero para pagar a los bailarines, a los actores, para armar la caja de acrílico. Es como si te dijese Boca y River, había hecho una un pequeño afiche muy lindo y compartían cartel, no había tantas grietas.

APU: No puedo dejar de preguntar por La ciudad bombardeada que hiciste en Ferro, justamente con Charly García ¿Qué recordás todo eso? En una noche, que además, llovió.

R.S.: Te soy franca: me puse a llorar. Con la lluvia, caían mis lágrimas porque fue tal el miedo a que nada suceda, no habíamos probado nada, lo había armado todo Juan Lepes. Juan, que era el dueño de Paladium (lo fue después de eso). Éramos muy amigos y él tenía una productora donde armaba escenografías, así que armó desde el mangrullo como unos cables con cartuchos, tenían que pegar en determinados lugares. Los músicos ni sabían, después me contó Willy Iturri que casi se muere de un síncope.

Así que imagínate cómo fue de improvisado. No era un espectáculo de los Rolling, que te vienen los técnicos 20 días antes a una cancha. Nos daban un día para el armado y arreglate. No había plata para pagar otra cosa, ni se nos ocurría. Pensaba “esto se va a mojar todo, no va a estallar, todo perdido, todo mal”. Estalló. Me acuerdo que estaban en mangrullo y no lo podía creer. No sé si se mojó toda esa carga, pero si no hubiese llovido no hubiese sido una hecatombe.

“Siempre le envidié (a Charly) esa cualidad absoluta y profundamente independiente de hacer lo que se le canta”.

Por suerte salió todo bien y quedó registrado, porque en esa época tampoco había una locura por registrar las cosas como hay ahora. Era ¿lo hacemos? y ya está. Incluso hice una vez un desfile simplemente para juntar amigos y hacer un delirio que se llamó Babel, en Parque Centenario, y no quedó nada de eso. No sabes la cantidad de gente que participó. Músicos, murgas, Pablito Rago, Mariana Arias, gente que no cobró un mango, que hizo gratis la ropa, escenografía. Nos juntamos y éramos 200 personas para un momento, una sola vez y pasó como una burbuja.

APU: ¿Lo lamentás o te parece que es parte del arte, de la vida misma?

R.S.: Hay tanta necesidad de registro que también mi cabeza cambió. La verdad que me encantaría tener registro de Babel, como me encantaría tener más registro de Piano bar, que no hay. Me gustaría, en esta etapa de mi vida, ver eso, no haber sido de alguna manera tan descuidada. Pero bueno, así era las cosas.

APU: Se que estás trabajando en La lógica del escorpión, en el disco que se viene de Charly García ¿Cómo es trabajar con él? ¿Cómo vas haciendo para poder ilustrar y ponerle imagen a su música?

R.S.: Escucho, voy a la casa de él. Aparte, te lo hace escuchar varias veces, en diferentes procesos del armado de la música. Espero que se concrete ya, lo de lo del disco, porque hubo algunos problemitas, pero creo que ahora se solucionaron. Es muy bueno, lo hizo él solo y todo el mundo está esperando que salga. Con Charly, nunca se sabe. Siempre le envidié esa cualidad absoluta y profundamente independiente de hacer lo que se le canta. Eso es, para mí que soy muy prusiana en el sentido del deber, esa libertad me resulta envidiable.

APU: ¿Fuiste consciente desde el principio de lo importante que es tu trabajo? Ya sea una escenografía para concierto o el vestuario de una obra, es el primer impacto visual que recibe el espectador.

R.S.: Soy consciente, a veces la gente no lo es, del rol que ocupa el vestuario. Y me refiero a todo, el maquillaje, el peinado, los zapatos. Es el la primera impresión que tenés de alguien que está arriba del escenario. Te ubica en el tiempo, en una sensación o en un sentimiento. Aparte, el trabajo largo y minucioso que lleva, porque acompañas a esa persona a tener su segunda piel hasta el día del estreno. Estás en la elaboración, ver la obra, dibujar, producir, elegir los materiales, las telas, las pruebas de ropa hasta que se levanta el telón. La escenografía es otro mundo, donde se muestran los dibujos, se hace técnicamente, pero uno no está tan en contacto con un ser humano, una relación mucho más sensible.

APU: ¿Hay algo que te inspira, te obsesiona en particular, cuando pensás una obra?

R.S.: Depende, son todas cosas tan distintas. Depende mucho del estímulo, de lo que se proponga, así que siempre es distinto.

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Fulguraciones

APU: Entrando en Fulguraciones, la presencia de la mujer en el aire, algo de los sueños de volar y esas nadadoras que están braceando en aguas oscuras, densas que me hizo pensar en la pandemia ¿Cuánto hay de eso en la obra, de lo que no sabíamos, de incertidumbre?

R.S.: Hice una obra en la pandemia que tiene mucho que ver con esas nadadoras, no con las que están en la cúpula que ya son algo luminoso y como positivo, lo más oscuro. Creo que es la pandemia y es toda la vida, lo que pasa que la pandemia agudizó esa sensación de incertidumbre que tiene el ser humano en general. No sé si eso está elaborado. Todavía veo gente por la calle con barbijo y digo “qué increíble”, todo lo que pasamos y que se haya hecho la vacuna tan rápido. Pero qué zamarreada que tuvimos. A veces pienso que es cuidado, como los japoneses que te cuidan a vos, si se sienten un poco resfriados, para no contaminarte. Nosotros no somos tan sofisticados, pero de golpe pienso eso.

APU: Otra parte que acompaña la muestra de Fulguraciones es una serie de dibujos de familias de otras épocas que han sido extraídas de fotos.

R.S.: Son fotos pintadas arriba, intervenidas, como se dice hoy.

APU: Apuntaba a cómo viviste la invasión de lo digital, siendo una persona totalmente análoga, artesana.

R.S.: Ahora me llevo mucho mejor con la tecnología, le perdí un poco el miedo. A veces es el miedo a lo desconocido que no lo sabés manejar. Fui una de las primeras en usar el teléfono celular, acá, que era un aparato tremendo. Era para una muestra y me lo hizo comprar Roberto Trasfferri, el iluminador, el mismo de esta muestra, y él me lo hizo comprar y yo como que le tenía miedo. Después fui como socia honoraria de Telecom porque fue una primeras. Creo que la tecnología, en la medida en que uno utilice lo que le hace bien a lo que uno quiere contar o a la película o a lo que sea, es maravillosa. Y si no sabés, te tenés que rodear de gente que sepa, es bueno en ese sentido. Hay otra parte que no, porque de golpe te aleja de muchas cosas más esenciales, pero está y de una manera irreductible. Algunas cosas te asustan, como toda la parte virtual y lo que se pueda hacer, pero es lo que hay, no sé si hay un retroceso de esto.

Aprendí a utilizar cosas que me son útiles y me sirven como, por ejemplo, las nadadoras en 3D, que tienen un peso liviano y que si no fuera por esto, no las podría haber hecho nunca. O hacer las esculturas chiquititas escaneando una persona. Eso me parece increíble, parece de cuento de hadas. Hay un mix de todo.