Relatos calientes escritos por chicas

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Relatos calientes escritos por chicas

15 Febrero 2013

Por Juan Ciucci

La literatura erótica es tan antigua como cualquier otra, y sus variantes infinitas, como las propias prácticas que intentan reflejar o sugerir. Aun parece que si son mujeres quienes la escriben, causa sorpresa. Es cierto que en nuestra sociedad siguen siendo inexplicablemente vulneradas, y su palabra erótica permaneció durante mucho tiempo oculta, o era exhibida como una excepción un tanto perturbadora.

Esta antología encarada por Julieta Bliffeld permite compartir las voces de diez “escritoras contemporáneas jóvenes”, que ofrecen variados accesos al (objeto del) deseo. La invitación fue a que escribieran “un cuento porno, entendiendo por porno lo que ellas quisieran”, dice Bliffeld. Es claro que cada una entendió algo distinto, como todos.

Del conjunto reunido sobresale la ferocidad erótica de Esa troncha trenza de cana, de Gabriela Bejerman, donde aparece una relación lésbica entre una oficial de policía y la mujer de algún chorro caído en desgracia. Ofrece el desparpajo de una relación sexual urgente y efímera, con las palabras más directas que pudieran elegirse al momento de coger, debiéramos decir.

Belgrano y la creación de la bandera, de Mariana Chaud, indaga en los gustos y necesidades de uno de nuestros padres fundadores de una activa vida sexual, según sabemos. Ya en la película protagonizada por Pablo Rago aparecía esta faceta del prócer. Pero aquí el humor y la sensualidad de sus relaciones prohibidas vuelven imperdible este cuento, que quizás por su temática pueda entrar al panteón de la cuentística nacional.

En Sexo con ovejas, Mercedes Halfon recrea dos tópicos sensuales predilectos por casi todos/todas: el debut sexual y los/las hermanas/hermanos de los/las amigos/amigas. Tantas variantes nos ofrece la existencia, como chances de un encuentro tan deseado y luminoso como el que viven en el lavaderito de la casa familiar.

Pero también esta excusa del porno lleva a diálogos profundos de las relaciones humanas y del propio dolor del ser que se hace presente en el sexo y la pareja. Exilio naturista, de Violeta Gorodischer se interna en las desventuras de una pareja que se aleja lentamente, y en los encuentros de esos cuerpos que quizás no vuelvan a encontrarse. Algo similar ocurre en Buquebús, de Virginia Cosin, donde ese desapego termina incluso en el placer propio y privado. Lola Arias en El Tratamiento refleja al sexo como terapia, como encuentro de mundos que no pueden acompañarse pero necesitan, como en dosis, ese tiempo de deseos compartidos.

Esta antología concluye con las perturbadoras Putas fiestas, de Daniela Pasik. Una relación incestuosa, hermanos que se atraen y repelen lo que los rodea y se interpone en ese deseo que parece arrastrarlos al clímax de lo prohibido.

Cuarenta grados a la sombra aparece en el verano, como incitando al deseo de la mano de los calores que nos sofocan, de los cuerpos que nos incitan, de ese tiempo de vacaciones donde las fantasías reinan. Pensados para “calentar” y “acelerar la respiración”, lo logran. Quizás hasta logren empujar a sus lectores/lectoras al abismo del deseo.