Queyi (o la música que atraviesa fronteras)

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Queyi (o la música que atraviesa fronteras)

27 Junio 2015

 Por Maricruz Gareca

Queyi es española pero hace ocho años decidió instalarse en Uruguay, donde reside gran parte del año. Que su destino haya sido el país charrúa no es casualidad, sobre todo si se tiene en cuenta que la primera canción que le cantó su padre en Castilla –lo supo cuarenta años más tarde- era uruguaya y pertenecía a Osiris Rodríguez Castillo. Ese "tararira tararira" que escuchara de boca de su familia era nada más ni nada menos que un pez, cosa que descubrió ya viviendo en Uruguay cuando vio una tararira y entonces todo el círculo se cerró. Que su primer disco se titule Nada como un pez, entonces, no resulta nada casual. Al respecto, dice Queyi: "De alguna forma es como ese milagro de la información, de la comunicación, de una inteligencia que está más allá de nosotros, que te da pistas de que si hay alguna cosa, una energía, algo así —llámenlo cada cual como quiera— tiene muy buen humor en el fondo".

Agencia Paco Urondo: ¿Cómo fue el inicio en la música?

Queyi: La música es una forma de expresión que me acompaña desde que nací, desde el contexto de mi familia, y que después trabajé profesionalmente, primero no como creadora, sino como pianista de repertorio. Después, a través del teatro de objetos empecé a componer música para obras de teatro, para cine también. En 2007, de pronto, me di cuenta de que tenía ganas de hacer lo que hacía cuando era una niña, ni siquiera adolescente, que era cantar en el colegio con una guitarra mis canciones. De pronto retomé el piano y allí surgió el hacer un disco que fue Nada como un pez con canciones que hablaban de mi vida pero al hablar de mi vida hablaban de cosas que nos pasan a todos.

Hicimos Nada como un pez que es un disco bastante ecléctico, buscaba por muchos lados el sonido y demás. Es un disco al que le tengo bastante cariño. Empieza con una canción que se llama “Bye bye song” que es como “decir adiós” cuando es la primera canción de un disco que lleva mi nombre, como una paradoja. Es un disco al que le tengo mucho cariño, que además suena muy bien, tiene un sonido precioso, una producción muy bonita. Lo hicimos en Madrid, Warner Bros tuvo la amabilidad de poner su nombre en él, y yo tuve la amabilidad o la desamabilidad de migrar justo después de sacar el disco a América del Sur (risas), a este país hermoso que es Uruguay y empezar a conocer un poco Argentina, Brasil, donde hicimos un disco con Ana Prada para niños que se llamó Queremos un carril bici y que fue traducido al portugués, experiencia muy hermosa también y desconocida para mí. Nadie, la verdad, me había traducido un poema a otro idioma.

Lo que más feliz me hace es hacer canciones, poemas con una música que son pequeñísimas novelitas cortas de dos o tres minutos en la que cuentas una situación, eso me llena mucho. En ese transcurso, el tipo de música tiene mucho de la copla española, tiene mucho de la música que llamamos “clásica” desde antes del barroco hasta ahora, que es lo que me empapé; tiene mucho de mi amor al flamenco pero no se nota luego en la música, solamente muy de lejos; en algún lado de pronto me arranco con una cosa a capella, sobre todo en los conciertos; tiene mucho de fiesta que se ve más en vivo que en el disco como nos pasa a tantos artistas; y empieza a tener también mucho de algo que estoy viviendo aquí, de algo que estoy aprendiendo, de una cosa más de la tierra, una cosa que me tiene muy expectante sobre cómo es el proceso mío de aprendizaje, de crecimiento aquí en América.

APU: Tus discos están muy atravesados por la literatura. En tu primer disco hay referencias a Clarice Lispector y el segundo está en un poema de Edward Lear.

Q: “Yo era una mujer que vivía bien, en un nivel superior de las arenas del mundo y las arenas del mundo no se movían bajo mis pies; la armonía era tal que a medida que mis pies se movían, las arenas se movían junto con ellos; entonces todo era firme y compacto, pero de pronto siglos y siglos, y toneladas y toneladas caen sobre tu cabeza”. Más o menos así dice el texto de Clarice Lispector que es una autora increíble a la que llegué a través del teatro de objetos. Yo estaba trabajando con una actriz y titiritera brasilera que se llama Clarice Cardell y fue a través de ella que conocí la obra de Clarice Lispector, me fascinó esa cosa, ese retrato de esas mujeres que viven esa vida maravillosa pero que de pronto un ciego que masca un chicle en el tren o una cucaracha como La pasión según G. H.,  de cuya novela es este fragmento que leí y que luego le puse música se trastornan total y definitivamente por unos instantes y luego vuelven a aquella cotidianeidad. Así llegué a Clarice Lispector. Amo la literatura, soy una lectora muy extraña, a veces leo muchísimo y a veces un texto me dura años o algunos textos me duran toda la vida. A veces hay cosas que me da miedo leer, como es el caso del Quijote. Me daba pánico leer el Quijote.

Por otra parte, Edward Lear es un dibujante, escritor y viajero inglés del siglo XIX (y amante de los gatos) que se fue hasta Italia con su gato y viajó por las montañas, pero siempre estaba viajando. Él siempre dibujaba pájaros, entonces tenemos muchas cosas en común con Edward Lear. Se inventaba palabras por el camino, en sus poemas hay veinte palabras que significan lo que él quería que significaran.

Uno de sus poemas más emblemáticos, “Los jumblies”, que son unos seres aventureros que se echan a la mar en un colador. Los vecinos le dicen “estáis locos, os vais a matar”. Nos da igual, nos importa un higo, vamos al mar en un colador”, y vuelven veinte años después jóvenes, hermosos, llenos de amor, altos —miden como 200 mts. cada uno—, y entonces los vecinos dicen: ”oh, de haber sabido nos íbamos al mar en un colador también”. Es un poco el paradigma del aventurero en Inglaterra y el desayuno a mi modo, yo recién mi casa está compuesta de un lado del Atlántico y el otro de este lado, estaba descubriendo y dándome cuenta del hecho de que me había marchado realmente, y bueno “el desayuno a mi modo” es una forma de crear un colador y me importa un rábano, me importa un higo, el desayuno lo hago a mi modo, como yo quiero. No sé dónde me lleva, no sé donde me conduce, no sé cual es la razón, pero es una intuición que tengo en el alma. El disco comienza con una parte, un fragmento de “The jumblies” que es “They went to sea in a Sieve, they did.” Empieza con un breve fragmento que luego la canción desarrolla más adelante y de una forma sutil cuenta esa cuestión del viaje que luego se desarrolla más en el Q-U-E-Y-I, donde ya algunas respuestas, a algunos lugares llego y un poco lo trato de contar también en las canciones.

APU: Viniste a Buenos Aires para presentar Q-u-e-y-i. Contanos un poco sobre este disco.

Q: Ese juego era un poco esa cosa de deletrear, desmembrar, deshacer tu nombre en un momento en el que yo me sentía un poco así, desencontrada o desacostumbrada de mí en un continente diferente al que yo conocía. Uruguay y España son muy distintos, por mucho que tenga una gran herencia allí, es muy diferente este lado de aquel. Allí somos muy estructurados. Hay una forma de humor de este lado del Atlántico y en esta zona del Río de la Plata que es muy diferente al humor de allá; lo entiendo intelectualmente, pero no le encuentro mucho el humor, ahora un poco más.

Llego a un momento en que deshago las letras de mi nombre, es una forma de contar “esto soy, pero me encuentro así”. Les presento esta desconstrucción que es también un concepto que lo atraviesa de forma sutil porque adentro te encuentras canciones de amor, de desamor, de viajes: hay un aeropuerto, hay un barco, hay temas que son bastante recurrentes.

Es un disco que fue grabado en vivo en la sala Muniz del Teatro Solís de Montevideo que es un teatro muy querido por los uruguayos, bellísimo. La cajita del disco muestra un poco su arquitectura como si fuera un origami.

APU: El arte de tapa de este disco es bellísimo ¿cómo es tu trabajo en relación a esto?

Q: Es un proceso largo que empieza con Nada como un pez, cosa que agradezco a Warner, pero no estuve involucrada en el arte, entonces no estaba muy feliz con el arte. Para mí tiene que ser como si envuelves una cajita de bombones, si aquel contenido lo has hecho con tanto amor, si tiene tanto de tu vida y ves que esa vida es reflejo de la vida de los demás o los demás se ven reflejados en ella, y sirve como vía de comunicación en la cajita, esa persona tiene que querer abrirla para entrar adentro, esa era un poco mi idea. Entonces ahí lo primero que desarrollé fue el arte del Desayuno a mi modo, que era mucho más complejo (es una cajita que se abre, cada cajita se separaba y se dibujaba una canción en un puzzle, escrita con dibujos); la segunda edición era más sencilla. Después hicimos Queremos un carril bici, que era una locura total con todo tipo de cartitas, origamis, juegos de todo tipo, una cosa tremenda. La ergonomía era una cualidad que tenía que tener para poder viajar con ellos y, a la vez, quería que fuera una arquitectura porque además contiene un teatro que fue donde se grabó el disco.

Para escuchar las canciones de Queyi: https://queyi.bandcamp.com