Pino Solanas vuelve a “Sur” como se vuelve al amor

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Pino Solanas vuelve a “Sur” como se vuelve al amor

20 Diciembre 2020

Por Silvina Gianibelli | Ilustración: Brenda Greco

Sur , film estrenado en 1988, le ha permitido afirmar a Fernando “Pino” Solanas, que “el cine mata”: cuando recibió la noticia que su coproductor lo dejaba le costó un infarto. La película tardó un tiempo en volver a retomar su ritmo cinematográfico, pero como dice San Agustín, “los tiempos de Dios no son los del hombre”. Y el cine es una especie de Dios que digita la vida de quien lo ama perdidamente.

Nadie podrá olvidar de Sur, las imágenes que quedaron grabadas en nuestras huellas anémicas. Fue el film del acontecimiento, pero también del estado por su conformación total en la escenificación de las imágenes oníricas.

Los personajes, a lo Rulfo, por momentos eran fantasmas deambulantes entre el mundo ecuestre de los vivos y el pedestre, de los muertos.

Las voces de las Madres de Plaza de Mayo junto a la ironía de un tanque de guerra, todos los estratos sociales del neorrealismo italiano: el cura, el coronel, el policía, el arrabal siempre el arrabal, marcando el tópico de la tragedia junto al sentimiento trágico: lo deseado y lo temido frente a la realidad.

El sentimiento del tango en Sur es telón de fondo para afianzar no sólo el estado de los personajes sino también el acontecimiento trágico. Pensemos que el último golpe militar resultó una de las tragedias más alevosas de nuestra historia, una herida abierta que tratamos de reconstruir.

Frente a lo que no se puede decir por ominoso, por tenebroso, por fatal se canta, bien lo decía Mallarmé cuando expresaba que cuando el alma ya no sabe qué decir, canta. A imitación de los griegos el tango funciona como el coro, un elemento primordial y núcleo de significación en la lamentación de un caso desdichado.

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¿Qué quería Pino con esto? Hacer perdurable y latente el sentimiento de la ausencia y la fatalidad. Penetrar el alma, con el ritmo y la armonía, asegurar el principio platónico de asumir la belleza adecuada.

La voz humana de Goyeneche en el ámbito escénico del arrabal, también es comparable con el pensamiento clásico, como recitante único que representaba las pasiones y los sufrimientos, nuestro Tepsis tanguero asumiendo las emociones deterioradas.

Como en toda tragedia no podía faltar la protagonista, Susú Pecoraro, que en su devenir Antígona, asume la fuerza dramática del coraje de una mujer que lucha por y para los que ama. La grandeza moral es lo que moviliza su personaje, la misma que tratará de conmover al corazón humano. Su resistencia frente a las adversidades la ennoblece. Es la novia griega que, delimitada por su figura barrial, viste a su personaje con un velo de ternura que afecta a la historia volviéndola aún más mítica.

Por último, Floreal (asumido en el cuerpo de Miguel Ángel Solá), el héroe clásico que tiene conciencia de dónde está y aún así resiste contra los cíclopes. Quizá eso también haya sido Pino para el mundo, que vuelve a Sur como se vuelve al amor.

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