Piedra libre para todos: sobre el disco maldito de Almafuerte
En abril de 2001, Ricardo Iorio redoblaba la apuesta con su conjunto Almafuerte. Junto al brillante “Tano” Marciello y Bin Valencia salía su quinto álbum llamado “Piedra libre”. El título era, una vez más, una provocación o un llamado de atención: harto de jugar a las escondidas, el poeta salía a poner al pecho para liberar al resto de hacer lo que hay que hacer. “¡Piedra libre para mí, Piedra libre para todos!”
¿Por qué asumimos esta intención? Porque en este álbum se exterioriza su recorrido espiritual, asumiendo una toma de posición nacional y popular. A través de un recorrido de 9 canciones (la décima es instrumental) Ricardo Iorio da rienda suelta a su sentir, su expresión de lo subterráneo que hace vibrar lo popular. Lo popular puede que no sea lo que más se vende, pero es aquello que cuando uno lo lee o lo escucha, lo siente. Es lo argentino, lo propio. En un contexto donde el “gran teatro del mundo” cerraba el telón de la farsa neoliberal, donde en diciembre de ese año se daba el desenlace fatal de aquel experimento socioeconómico siniestro germinado en el Proceso militar y desarrollado y sostenido en los sucesivos gobiernos constitucionales.
Iorio, entre Favio y Torre Nilsson
“(Cuando) falleció Leonardo Favio… Para mí (se quiebra) … Fue una lágrima que no pude detener. Porque yo soy un hombre de sentimientos y sensibilidad, soy como la gente simple que ‘inocente confía que un día cambien las cosas’, como dice Facundo Cabral… Yo sentí un dolor en mi ser, en mi corazón. Y mando mi parecer, mi sentimiento, a su familia, que no los conozco mucho pero sé quiénes son. Cuando llegué por primera vez a San Rafael y leí el nombre Jury me sentí conmocionado de ver que son gente de bien. Favio fue una persona de bien, nunca fue a robarle a los ancianos, nunca se mostró como el más vivo en la puerta del boliche, con la mejor perra, el mejor coche. No. Estoy muy lejos de eso”. Así declaraba Ricardo allá por noviembre de 2012, cuando uno de los más grandes sentimientos peronistas partía al comando celestial.
No tenemos certezas sobre la influencia del pensamiento faviano sobre Iorio, pero tampoco tenemos dudas: ambos compartían una misma esfera de pensamiento, dispuestos a dar el combate ante la hipocresía, ante el dominio mediático que siempre construyó sentido en contra de todo atisbo de sentir nacional. No se aleja, en ese sentido, la crudeza de Favio cuando le preguntaban sobre el país en tiempos del alfonsinismo con la honestidad brutal de Iorio: Leonardo durante los ochenta fue silenciado, y cuando habló fue criticado por la progresía porque manifestaba su odio hacia la oligarquía y su denuncia hacia el curso que estaba tomando la democracia: liberal y sin alma, sin consideración hacia los humildes.
Cuando Iorio hablaba también era objeto de esta censura. En ese sentido es hasta curioso que, por ejemplo, la única biografía dedicada a él (me refiero a “El perro cristiano” de Ariel Torres que de todos modos no deja de ser un libro fundamental) casi ninguneara su pensamiento nacional, su posicionamiento. Como que el biógrafo prefiere justificarlo antes que analizarlo.
En esa misma entrevista, le preguntaban desde el diario Los Andes:
“–A veces siento que hay una contradicción entre cómo por un lado dice que no se vale de la violencia y por otro lado muchas veces lo que dice suena violento ¿Cree que al enfervorizarse se deja llevar?
“–Mi respuesta es… (…) Se lo voy a resumir: un hombre grande va hoy a una verdulería y pide un tomate con gusto a tomate y dicen ‘Es un facho’. Se le cruza un guacho con un fierro que lo pasa por arriba y ‘es un facho’(…)
El disco “Piedra Libre” es el disco más ninguneado de la historia del rock argentino, porque es el más nacional de todos. Porque reúne letras en donde explora la oportunidad de construir un sentir situado. Cuando suena “Orgullo argentino” por primera vez (luego de aquella euforia de principios de los setenta) un artista, un rockero, menciona a Perón reivindicando su legado:
“Cumpliendo un sueño de niño estoy/cantando el nombre de Juan Perón/ Pues de mi tierra fue benefactor/ Y no seré yo quien lo olvide”
Anteriormente había hecho referencia en otra canción de 1998 “Ser humano junto a los míos”, ““Hembra Eva Duarte, macho Juan Perón. Dupla guerrera argentina”.
“…los menciono como los que hicieron cosas por el pueblo, y que estos, los que hoy están usando aquellos estandartes, hacen lo opuesto, a eso se refiere la canción”
Leonardo Favio, antes de ser un director consagrado y un exitoso cantautor, fue el actor preferido de Lepoldo Torre Nilsson. Siempre mantuvieron una amistad inoxidable, aunque tuvieran cortocircuitos debido a la amistad que sostenía con el gran pensador Arturo Jauretche. Es que Don Arturo había atacado con munición gruesa a la mujer de Torre Nilsson, la escritora consagrada Beatriz Guido, quien la calificara como la escritora por excelencia del “medio pelo”. No obstante, la obra de Torre Nilsson siempre se destacó por su impronta rupturista. Sus películas hablaban de la oligarquía, de los muros sociales, los prejuicios de clase media, el tabú sexual, los caudillos políticos y la belleza de las cosas simples. Para los conservadores era un inmoral; para los censores, el fruto de la decadencia argentina; para los militares, un mal ejemplo para la juventud. Tal es así que su última película titulada “Piedra libre” de 1976 sufrió la guadaña del Proceso por la escena lésbica entre Marilina Ross y Luisina Brando. Ante esto, Torre Nilsson declaraba:
“Quiero hacer un cine que tenga patria. Un cine que ande parásito entre las afligentes tinieblas de un mundo en descomposición. Intuyendo, ganando pequeñas y tremendas batallas para el espíritu, gritándonos que el hombre todavía no ha sido derrotado por el hombre. Ajeno a superficiales modismos de presuntas minorías. Vital y sangrante. Vivo y necesario”.
Fuese “Piedra Libre” de Almafuerte una referencia al cine del director amigo y mentor de Favio o no, la expresión de un sentir y pensar es coincidente entre ellos. El que sí entra como referencia directa (que también enlazan entre Favio y Iorio) es el cantor peronista Hugo del Carril. En 1952, del Carril mostraba el talante de director de cine estrenando “Las aguas bajan turbias”. Dicha película perteneciente al género político-social es considerada la sexta mejor película del cine argentino de todos los tiempos. El argumento refiere a la lucha de los trabajadores de los yerbatales en buscan de conquistar sus derechos laborales. Ricardo Iorio interviene sobre el titulo para decir “Las aguas turbias suben esta vez”, a los efectos de cuestionar el desmanejo del Gobierno porteño y sus negocios inmobiliarios que descuidan las condiciones urbanas. Ayer como hoy, una tormenta puede inundar las calles de Buenos Aires.
“Junto a la tormenta brava,/ el final se hará evidente./Sobrevivirá el valiente, /huirán los ricos”.
“Para los que nos tildan de facho, ¿está prohibido tener un sentimiento de patria?”, decía desafiante Ricardo Iorio para una entrevista para la Rolling Stone. Parece que sí o, por lo menos, es lo que entendía él cuando lo acusaban de fascista. En el 2001 se desataba el “caso Iorio” cuando se lo acusaba de ser antisemita. La raíz de la discusión nace cuando Ricardo reivindica en su disco “Piedra Libre” a Seineldín
“Guardo de un hombre grande /Guerrero nacional que hoy tienen preso/ Puede haber caballo verde más no uno de ellos honesto/ Y en esta, mi canción, lo manifiesto” La frase remitía a Seineldín que supuestamente había dicho: “jamás vi un caballo verde ni un judío honesto”. Una frase nunca comprobada que en realidad sólo busca deslegitimar el pensamiento nacional que propugnaba aquel líder militar, simpatizante del peronismo. Y con respecto a la opinión de Iorio que habría despertado alarma sobre la comunidad judía, en ningún momento, condenó al mismo sino que abogó por la diversidad de culto pero cuestionó al sionismo. “cada lechón en su teta es el modo de mamar. Lo que no me gusta es que a mi país traigan guerras intestinas de otros lares. Y eso se evita siendo argentino. Ojalá los políticos se dieran cuenta”.
Pero ser argentino, en tiempos posmodernos, solo es tolerable cuando juega la selección de futbol. Solo el nacionalismo banal es lo políticamente correcto. Por aquel entonces, el periodista Esteban Pintos escribía para Página/12 lapidariamente que en su disco “Piedra Libre” Iorio daba rienda suelta a su “cuestión nacionalista”. En dicha nota anuda (de una manera para nada inocente) que la reivindicación a Perón en “Orgullo argentino”, su despectivo rechazo al “Che Guevara” (“prefiero a José Larralde” decía, aludiendo al trillado simbolismo que se llevaba a cabo por el lado del rock hacia el revolucionario cubano-argentino) y la reivindicación hacia un “militar fascista” como Seineldín formaba parte de un extremo a la que ningún rockero había osado llegar. Ayer, como hoy, todos son fachos: nacionalistas, reaccionarios y libertarios y, en ese sentido, Ricardo lo tenía claro. Él, como Favio, fue un pensamiento peronista. Y como decía en canción “Ser yo” (hermosa continuación de “Se vos” para “Piedra libre”):
“Soy quien ayer cantó sé vos/ Hoy por ser yo/ transito errante…”
Cuando salía “Piedra Libre”, el país se iba al tacho. En diciembre de 2001 agonizó el régimen, terminando en la masacre habitual en donde los que ponían la sangre eran los mismos de siempre: nuestros sectores populares. Mientras muchos músicos se guardaban o huían al exterior, Almafuerte realizaba su gira nacional metiéndose en las profundidas de la Patria. “Piedra libre”, como la canción, cumplía su destino:
“Estas verdades me llegan por intuición,/pues jamás nunca a mí me hablo el corazón./Y sigo en esta huella /cumpliendo mi destino./ Será pecado sentirse argentino./No lo sé!!!/ Díganmelo ustedes./ Malditos mentidores./ Y sigo en esta huella/ cumpliendo mi destino…”