"No está loco quien pelea": película del grupo teatral El Brote

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"No está loco quien pelea": película del grupo teatral El Brote

06 Diciembre 2020

Por Miguel Martinez Naón| Foto de tapa: Gastón Arrascoyta

Por decisión de la entrevistada, el artículo contiene lenguaje inclusivo.

 

La locura es una huella por donde camino, y voy juntando mis pedazos,

desparramados, olvidados, para ver si me encuentro conmigo y puedo vivir así,

sin pedir permiso a nadie.

(Obra No está loco quien pelea, dramaturgia Humberto “Coco” Martínez)

 

El Grupo de Teatro El Brote de Bariloche fue iniciado hace 23 años por Gabriela Otero, directora y actriz patagónica. Gabriela se embarca en la tarea de crear un grupo con pacientes de salud mental del hospital barilochense, con la intención de generar un teatro con identidad propia. Las realidades de sus compañeras y compañeros la involucran, transitando creativamente con ellos los márgenes de la locura y la pobreza. Juntos afrontan las dificultades propias de su condición en un contexto social que lo hace más complejo, pero la voluntad de crear y ser parte del grupo transforma sus vidas. Con ella tuvimos la posibilidad de conversar y anunciar la película recién estrenada.

AGENCIA PACO URONDO: El grupo de teatro El Brote surgió primero como un taller, allá por el año 1997, contanos cómo nació.

Gabriela Otero: Así es, nació como uno de los tantos talleres que yo daba con sectores marginados. Mi sueño era superar esa instancia y conformar un grupo de teatro con actores que vinieran de los márgenes, que tuviera por oficio al teatro, es decir, que produjera obras y que tuviera continuidad en el tiempo para poder investigar en el desarrollo de una poética, encarnada en experiencias de vida de personas excluidas. En general, estamos acostumbrados a ver que los grupos o elencos teatrales provienen mayormente de sectores de clase media, que hemos tenido la posibilidad de ver teatro, y tomar algún taller que nos permitiera descubrirlo, ya que no se puede desear aquello que no se conoce.

Vale decir, yo tenía un sueño, también una necesidad, el teatro me había tocado de la mano del maestro Humberto “Coco” Martínez, siendo muy jovencita, cuando Coco regresó del exilio junto con la democracia y se instaló en la comarca Viedma-Patagones para formar una Escuela y Grupo de Teatro, que se llamó “Siembra”. Y como siempre digo, para que surgiera un “Brote” es porque antes hubo una “Siembra”: un acierto del lenguaje que da cuenta de la continuidad de una historia, que en aquellos tiempos juveniles yo aún no atisbaba. Coco provenía del teatro militante de los ´70 y del teatro independiente, que tienen como antecedente el teatro obrero anarquista. Y ésa fue para mí una herencia, un sentido ético y existencial del para qué hacer teatro que volví a elegir a la hora de construir mi camino.

Otra experiencia que me marcó fue haber formado parte del área teatral del “Hospital Bizarro”, como así lo llamaba su director, el Dr. Arturo Philip, allá por los ´80 en Carmen de Patagones. Un hospital psiquiátrico reconvertido durante su gestión a hospital de puertas abiertas, con una singularidad absolutamente pionera hasta el día de hoy: incorporó a Dominga Ñancufil, una machi (chamana) mapuche a su equipo de salud, porque más de la mitad de los y las internas eran de origen mapuche y el choque cultural agravaba aún más sus padecimientos, vedando la posibilidad de recuperación.

Con Coco, con los locos y con Dominga realicé experiencias teatrales y de vida que transformaron la forma de anclarme en el mundo, verdaderos “mitos de referencia”, como los definía Renzo Casali (1).

Años más tarde, después de un fugaz paso por Europa y por un seminario en el Odín Teatret, la brújula de mi deseo me trajo de vuelta a la Patagonia y me radiqué en 1991 en Bariloche. 

En 1997 empecé con el taller de teatro para pacientes de salud mental, como parte de otros muchos talleres que daba con sectores marginados, como ya conté. Uno de los que acudieron a la convocatoria había sido actor (compartió escenario con Enrique Muiño) y bailarín profesional de folclore, arruinada su carrera por la bebida y la enfermedad mental. Los demás eran personas de distintas edades, la mayoría pobres, algunos de orígenes campesinos, mapuches, migrantes de otras ciudades, o chilenos, muchxs de ellxs sin referencias teatrales anteriores… Algunos participantes vinieron en pleno brote psicótico, incluso. Acepté el desafío de empezar de cero, armar una pedagogía en la que todxs cupieran, y en la que cada quien tuviera algo para dar, porque algo de esas humanidades desterradas de la normalidad social me cautivó. Los dos primeros años de recorrido los compartimos con Susana López Anido, amiga, amante del arte, psiquiatra y psicoanalista del hospital que formó parte del grupo como actriz.

Estas palabras de Felisberto Hernández reflejan el sentir que nos animaba en aquellos tiempos fundacionales: “…Sin embargo debo esperar un tiempo ignorado: No sé cómo hacer germinar la planta, ni como favorecer ni cuidar su crecimiento; solo presiento o deseo que tenga hojas de poesía; o algo que se transforme en poesía si la miran ciertos ojos”. Y así, con aquello que desde los ámbitos médicos o el sentido común es visto como delirio, con eso roto en las historias personales y sociales, con esa fijeza, con ese gesto repetitivo, con esa singularidad acérrima que deviene en sufrimiento y soledad, me propuse crear una poética. Puede haber teatro sin vestuario, sin luces, sin escenario, lo que no puede haber es teatro sin cuerpos presentes. Así que debía construir el “quién” del teatro, formar actrices y actores, recreando una pedagogía teatral “a medida”, que partiera de lo que la persona trae y no de lo que a la persona le falta. La técnica teatral se apoyó en procesos formativos y entrenamiento continuos para lograr la disponibilidad expresiva de nuestra identidad primera: nuestro cuerpo y nuestra voz. El aprendizaje se realizaba a la par que la investigación creativa, las improvisaciones y ensayos, guiados desde mi mirada como profesora y directora, que ponía el ojo en la nota propia de cada quien y la ponía a jugar con las reglas de la situación dramática, para mudar los significantes congelados y recontextualizarlos en otras escenas, ricas en significaciones posibles, pues “no hay texto sin contexto”. Me sumergí en los distintos imaginarios y las pertenencias culturales de cada quien, para conjugarlas con resonancias colectivas, anudando memorias rotas por sinrazones de violencia, abusos y opresión. Hacer teatro sostenidxs en una trama grupal tejida con otras razones, la del amor fraternal, al arte y el compañerismo. La creación de una cultura grupal con bases éticas fue la tierra desde la cual investigar y desarrollar una poética propia del grupo, “un coro de monólogos”, como una vez Coco asertivamente lo definió.

El nombre El Brote es una metáfora, brote se le llama a la crisis subjetiva, el “estar brotado”, pero brote también de brotar, de la posibilidad de surgimiento de algo nuevo, de “algo que se transforme en poesía si la miran ciertos ojos”.

(Foto: Nata Gómez)

APU: En el documental contás que en determinado momento quisiste como profesora y directora superar la instancia de taller y armar un grupo, que era tu sueño. Con el tiempo esto se concretó ¿Cómo fue esa transición?

G.O.: El pasaje de Taller a grupo de teatro fue rápido, antes de cumplir el año ya teníamos una obra configurada a partir de escenas de dramaturgia grupal, que presentamos en varios lugares y llevamos de gira. Al mismo tiempo que funcionábamos como grupo, comencé a darle forma de escuela de teatro, con el aporte de profesores colaboradores y otros con horas de la Escuela Municipal de Arte, armando una grilla con varias clases y ensayos semanales. A través de la presentación de distintos proyectos y una activa labor de gestión lográbamos que nuestros compañeros actores y actrices obtuvieran un reconocimiento económico por la tarea que con tanto compromiso desempeñaban, lo cual constituía un aspecto muy valorado por ellxs ya que todos habían sido excluidos del empleo formal. Y en la mayoría de los casos, del informal también.

Sostener la permanencia en el grupo fue fundamental, porque permitió que lxs compañerxs se formaran en el oficio con continuidad a lo largo de los años, a la vez que gestábamos una cultura grupal con códigos compartidos. Creábamos e investigábamos en el lenguaje teatral, producíamos obras, y las hacíamos circular. Paralelamente, desde el espacio de las asambleas grupales (2), coordinadas por una psicóloga social, (espacio que se mantiene hasta el día de hoy) se trabajaban los obstáculos que se presentaban en la tarea y se buscaba fortalecer una dinámica de funcionamiento como grupo de teatro independiente, promoviendo procesos de agencia. A través de estos procesos, pudieron transformar ese lugar pasivo de pacientes de salud mental en uno activo de actores y actrices, desde allí construir una identidad artística potente y singular, multiplicar proyectos de arte y transformación social hacia otros grupos y comunidades. Al mismo tiempo que se formaban como actores, nuestras compañeras y compañeros lo hacían también como animadores socio-culturales, dinamizando proyectos con distintas poblaciones, desde jóvenes de barrios populares excluidos del sistema escolar hasta ámbitos universitarios. En todos ellos El Brote ha tenido conocimientos significativos para aportar, compartir y co-construir.

Hasta el año 2010 funcionamos en un salón prestado por la Iglesia Luterana Bariloche, y en otros espacios específicos para algunas de las clases o ensayos. En 2011, finalmente, pudimos inaugurar nuestra propia sala, la primera Sala de Teatro Social del país, llamada así por las características del grupo que la gestiona. Conseguir un terreno en Bariloche donde los intereses comerciales en relación a la tierra son altísimos, fue una larga y ardua tarea. Luego de años de gestiones, lo logramos a través de una cesión en Comodato de la Administración de Parques Nacionales. Obtuvimos un subsidio del Instituto Nacional del Teatro (INT) para la construcción, pero debíamos garantizar una contraparte del municipio. El intendente firmó, pero pasaban los meses y la contraparte comprometida no se efectivizaba. La plata del INT se nos devaluaba así que debimos arrancar a construir… tratar de terminar la obra fue una odisea. Personalmente sentí el impacto en mi salud, temí quedar aplastada por el sueño de ladrillos y cemento que llevaba sobre mis espaldas. La silla de ruedas que quedó incorporada en la obra No está loco quien pelea es el recordatorio de aquel momento, en el que Coco me dijo: “querida, si no podés moverte decí los textos desde la silla, y poné toda esa fuerza en tu voz”. La imagen habrá sido buena teatralmente, pero las ganas de rajar de la silla fue lo que me ayudó a recuperarme.

Puedo contarles de un gran cansancio, pero también de una alegría que se renueva en una vocación compartida, y constituye algo necesario también para otrxs, además de para mí. Una vocación social “como lo impostergable”, haciendo lugar a las singularidades más diversas, así como a otras formas de construir imaginarios e imaginar construcciones estéticas y vinculares que no reproduzcan las lógicas hegemónicas de esta modernidad líquida y capitalista, que nos consume como imágenes, imágenes que a su vez son consumidoras de las imágenes que el capital produce, y así nos confunden, nos entretienen y nos exprimen.

(Foto: Hebe Medrano)

APU: El título (No está loco quien pelea) sugiere que el grupo no se ha conformado desde una propuesta meramente terapéutica o catártica sino que además tiene firmes convicciones políticas o dicho de otro modo, un compromiso firme ¿Es así?

G.O.: Hablamos de una pedagogía, de modos de producción, de ética y de estética, es decir, de política. La condición política es un modo específicamente humano que emerge del “ser en común” y revela la calidad de la existencia humana. Podríamos decir que el teatro siempre es político aunque no se lo proponga, porque es un arte eminentemente social. Pero para no abusar de las generalidades e invisibilizar los distintos compromisos que los grupos y las personas asumen, está bueno distinguir que el así llamado Teatro Político es aquel que desde distintas prácticas, asume en hechos y pensamiento su politicidad. Personalmente, considero que el tema de lo político debe plantearse como una reflexión para quienes lo hacemos, no para bajar línea o reducir las propuestas estéticas a consignas reveladas, sino para generar una diversidad de miradas y no quedar atrapados (sin al menos cuestionárnoslo) en los clichés de los discursos hegemónicos; en la cultura del éxito y la farándula televisiva; en la repetición hacia el “interior” del país de estéticas producidas en los grandes centros de irradiación cultural; o en la pretensión de ser innovadores, desde un lugar de pereza intelectual o de cierto esnobismo posmoderno y new age que conlleva la negación de los procesos históricos, políticos, culturales y económicos en los cuales se construyen nuestras subjetividades, nuestros vínculos y elecciones. Es siempre importante preguntarnos sobre las necesidades reales de quienes hacemos teatro y para quiénes lo hacemos. Sostener esas preguntas, cuyas respuestas pueden variar según el momento y el contexto, y sincerarnos con ellas es también una tarea política, una micropolítica para ser justos.

Las elecciones estéticas son distintas, pero lo importante es si tu teatro cambia algo o no. Hablo de un compromiso militante, no necesariamente con la política programática pero sí con la vida en el teatro.

Las obras de El Brote se proponen una investigación a partir del actor, que es la carne de su propia problemática y comunica desde la vivencia directa del entorno al cual no es ajeno (Bariloche, el país). La dramaturgia se construye, entonces, no como soporte de ideas y problemáticas de otro sino encarnando un discurso desde la propia situación, “yo soy el discurso” y no “yo llevo el discurso”.

Todas las obras de El Brote, a excepción de No está loco quien pelea, fueron elaboradas mediante distintos procedimientos de creación grupal, a partir de la voz de sus integrantes, sus orígenes culturales, sus desarraigos, sus amores, sus luchas, sus experiencias del mundo y de la vida. Lo que podríamos considerar una dramaturgia de actores, en interacción y con la mirada de una dramaturgia de dirección, que aporta contexto estético-político, y en una dramaturgia de grupo que incorpora los aportes de técnicxs y colaboradorxs y agrega el plus de la grupalidad, que es siempre más que la suma de sus partes.

Constituye un caso especial la obra estrenada por el grupo en 2011, No está loco quien pelea, porque fue escrita por el maestro Coco especialmente para El Brote. Siempre lo traíamos a Bariloche para trabajar con nosotros y dar talleres a la comunidad, hasta 2012 año en que murió. Esa obra, sin saberlo y por un acto de la generosidad que lo caracterizaba, fue su regalo de despedida. El título se lo puso él, para reivindicar la rebeldía, pues una de las formas en las que el poder suele intentar disciplinarla es llamándola locura. Nosotros mismos somos los personajes de la obra, desde su mirada. Pero no de un modo autobiográfico sino más bien de una re-escritura poética de estos actores y actrices locos metidos en escena a pelear con la Muerte, personaje de guardapolvo blanco, maestra o enfermera, que a través de distintas coartadas se empeña en “normalizarlos” imponiendo la muerte como sistema de vida. 

El pasado mes de octubre estrenamos un largometraje documental que también se llama No está loco quien pelea, al igual que la obra de teatro. Pero no es la obra de teatro filmada, es una película con un particular tratamiento creativo, guionada y dirigida por Néstor Ruggeri y Luis Correa. Se la hemos dedicado a Coco, es por eso que traigo sus palabras a esta nota, con profundo cariño y reconocimiento.

La realización de la película demandó un proceso de 7 largos años, tanto en cuanto a la investigación artística (recopilación de material, maduración de la idea y de las estrategias narrativas), como a la búsqueda de alternativas para lograr condiciones materiales de producción. Finalmente pudimos rodarla el año pasado, en el marco de una co-producción entre la Asociación Civil El Brote y el Instituto Universitario Patagónico de las Artes (IUPA), sumando aportes de la Legislatura y el Gobierno de Río Negro. La posproducción se realizó este año, en condiciones pandémicas, y el ansiado estreno se concretó el 10 de octubre pasado, día mundial de la salud mental, con mucha repercusión y valoraciones positivas de público y cinéfilos que nos calentaron el alma en este frío distanciamiento de los cuerpos que nos impone la actual situación. La peli se transmitió por diez pantallas de la TV abierta de toda la Patagonia y Mendoza, por canales universitarios de varias provincias y también se exhibió, durante un tiempo, en los canales Youtube “IUPA en Casa” y “Grupo de Teatro El Brote, Bariloche”.

(Foto: Hebe Medrano)

APU: En el documental también se puede ver un arduo trabajo de preparación, de entrenamiento, lo que demuestra que hay un compromiso por parte de todos los integrantes para perfeccionarse, para sistematizar y dar forma a toda su creatividad ¿Cómo fue este proceso? ¿Es difícil conseguir este nivel de compromiso o ya lo tienen incorporado?

G.O: Lxs compañerxs ya lo tienen incorporado, porque hay una construcción del oficio teatral de años. Pero al mismo tiempo no deja de ser un desafío sostener ese compromiso, porque afrontamos como grupo las dificultades propias de su condición y las del contexto social en general, lo que lo hace más complejo. Muchas veces he temido que El Brote se desmoronase como un castillo de naipes, por la fragilidad de situaciones personales, la precariedad de políticas estatales que acompañen, la labilidad de los vínculos en esta posmodernidad globalizada en la que mantener un grupo por tantos años es cada vez menos frecuente, de lógicas de mercado para las que todo lo que no da renta o rédito no es considerado producción. Aún así seguimos insistiendo, se trata de sostener, acompañadxs por el dolor y la alegría de existir. A veces es una navegación, a veces una remada en seco y en subida, y la mayor parte del tiempo un poco de ambas.

El Brote construye discurso artístico desde la voz de personas que de otra forma no hubieran tenido la posibilidad de formarse teatralmente. Y produce obras de calidad que han merecido reconocimientos dentro y fuera del país. Desarrollamos también proyectos musicales, de poesía y video.

Por el grupo han pasado los entusiasmos de muchos colaboradores que llegaban atraídos por una idea romántica de la locura y luego se encontraban con la cruda realidad. Algunos han sido intercambios fugaces, otros han sostenido su compromiso durante años, forjando sólidas amistades y la profunda dimensión de sentirnos compañeras y compañeros.

Yo trabajo desde muy jovencita, año 1988, en la Secretaría de Cultura Río Negro. Nunca conté con presupuesto para desarrollar los proyectos que me proponía, por eso es que me vi obligada a un intenso trabajo de gestión y de búsqueda de articulaciones inter-institucionales que los hicieran posibles. Durante muchos años la estructura organizativa y de gestión de El Brote dependió mayormente de colaboradores voluntarios, lo que provocaba muchos vaivenes y recarga de trabajo para pocos. La pertenencia de los actorxs ha sido en general más estable, a pesar de sus situaciones particulares.

En el año 2015 conseguimos sumar tres cargos de horas cátedra de la Secretaría de Cultura R.N. y uno de un programa del Consejo Provincial Para Personas con Discapacidad que permitieron conformar y mantener con continuidad un equipo docente y gestor integrado por compañerxs provenientes del teatro independiente, además de aquellos integrantes de El Brote “de fierro” que, desde distintos roles, continúan colaborando de forma militante.

Respecto a las producciones artísticas y su circulación en la comunidad, podemos agregar que el arte tiene reglas propias, y hacer un arte con una calidad cuidada contribuye a generar efectos positivos no solo para quienes lo hacen sino también hacia la comunidad en su conjunto, transformando el imaginario social respecto a la locura. Es decir, lograr que el aplauso del público no sea un aplauso piadoso, en el sentido de “bueno… hicieron lo que pudieron”, sino un aplauso de verdadero reconocimiento.

Una periodista, después de presenciar una función, expresó: “El Brote invita a ser definitivamente uno mismo, poniendo el cuerpo, no ocultándose, descorriendo velos que maquillan desigualdades inocultables”. Este “acto de presencia” (en palabras de la Guille, actriz de El Brote) lleva en sí todo el trabajo que lo antecedió.

El teatro es acontecimiento y es reunión de actores y de público, y en ese encuentro presencial se ponen en juego la capacidad de divertir, de conmover y de reflexionar, cuestionando los imaginarios instituidos.

(Foto: Riki Bassevich)

APU: Desde la base de tu pedagogía ¿Has tomado experiencias anteriores y similares de otros grupos que te hayan servido para la concreción de este trabajo?

G.O.: El modelo de escuela y grupo de teatro lo tomé de Siembra, que definía una concepción de oficio, como labor artesanal, grupal, y dialéctica entre la teoría y la práctica, diferenciándola de un modelo de conservatorio en el que el estudio está separado en parcelas y aislado de la experiencia sobre las tablas, lo que equivaldría a que un carpintero estudie cuatro años cómo hacer mesas y cuando se recibe recién comienza a poner clavos.

En El Brote apostamos a una utopía que se inspiraba en referentes de grupos de teatro político de los ´70 como ya conté, a través de la experiencia de Coco, en las experiencias del tercer teatro del Odín, en mis antecedentes con Dominga y la obra de teatro que armé con ella junto a 22 personas mapuche sobre una historia de transmisión oral, y la obra que hicimos con los internos del Hospital Bizarro… pero no conocíamos referentes de grupos profesionales de teatro conformados por actores con padecimientos psíquicos. Es más, los profesionales del ámbito psi nos decían en aquel momento que psicosis y teatro, psicosis y grupo eran combinaciones imposibles. Desconocíamos la existencia del Frente de Artistas de El Borda por ejemplo, una experiencia con modalidades distintas de trabajo pero que sostiene su lucha de arte y desmanicomialización desde 1984, y desde la “panza del monstruo” (en palabras de Alberto Sava, su fundador), desde adentro del manicomio. Recordemos que en ese momento las comunicaciones no eran las de ahora, internet recién estaba empezando a comercializarse en nuestro país, y la bibliografía específica era inexistente, y aún hoy sigue siendo muy escasa. A fines de 1997, primer año de vida de El Brote, participamos en la 5ta edición del Festival de Artistas internados y externados de hospitales psiquiátricos “Una puerta a la libertad-No al manicomio” organizado por la Red Argentina de Arte y Salud Mental. Los talleres y grupos allí reunidos estaban en su mayoría ligados a hospitales o servicios de salud mental, ninguno por aquel entonces que funcionara como grupo de teatro independiente por fuera de los ámbitos de salud. Así que como grupo de teatro independiente en contexto de desmanicomialización nos tocó iniciar un camino. (Nuestra provincia de Río Negro cuenta con una ley pionera en el país de desmanicomialización desde el año 1991. Pero como siempre me gusta aclarar, la desmanicomialización no culmina con el cierre de los manicomios, hay que derribar también los muros de exclusión sociales, culturales y laborales garantizando el pleno acceso a los derechos).

Nos integramos desde aquel 5to Festival a la Red Argentina de Arte y Salud Mental, colectivo conformado orgánicamente en 1995 por iniciativa del Frente de Artistas del Borda, que milita desde el arte por la desmanicomialización y por los derechos humanos de las personas con padecimiento psíquico.

APU: En el documental hay un aspecto muy visible que es el de la convivencia diaria entre los y las integrantes del grupo. Allí se visibilizan momentos de celebración y también hay confrontaciones o gestos de gran contención entre ellos y ellas ¿Cómo lo ves vos esto, y qué sentimientos te genera? ¿Es algo que buscabas generar o se fue dando de forma circunstancial?

G.O.: En el seno del grupo, la convivencia entre personas con padecimiento mental severo y otras sin ese padecimiento, pero que también son parte del funcionamiento, hace que debamos poner reglas muy claras en un espacio de asamblea. Esto permite que la tarea productiva siga a lo largo de los años preservándose como lo que nos une y nos convoca.

En las asambleas promovemos la reflexión y las decisiones grupales, y exploramos la escucha desde una actitud activa, brindando la retroalimentación necesaria para construir acuerdos usando todos los aportes. Se trata de que si hay algo que molesta o no está claro se charle allí, se debata y se llegue a un acuerdo, para evitar pasillos o que el conflicto se traslade al espacio de ensayo. También se trabaja sobre problemas de la vida cotidiana que sufren nuestrxs compañerxs, implicándonos y acompañando para que puedan resolverlos y fortalecer su autonomía. Más allá de algún que otro cortocircuito, el sentimiento general que prevalece y circula en el grupo es de una gran amorosidad y confianza, cosa que me gratifica enormemente.

APU: Decía Antonin Artaud: “He estado enfermo toda mi vida y no pido más que continuar estándolo”. Llevándolo al plano de la locura (considerando las distintas particularidades en un colectivo) ¿Existe la posibilidad desde este grupo, y desde estas obras, reafirmar su condición de locos, como creadores, como actores, como artistas?

G.O.: Bueno, yo me atrevería a decir que Artaud, en ese dicho, reivindica su enfermedad como el derecho radical a su singularidad, frente a quienes intentan imponerle como modelo de salud esta “normalidad de morondanga”, parafraseando a un compañero del Borda. Entiendo que tiene que ver con su verdad como hombre y como artista, y a la negación de las condiciones dadas como ejercicio de pensamiento crítico.

En el caso de El Brote nosotros establecemos una distinción entre la locura como acto de libertad y de creación, y la locura como estado clínico que es, justamente, ausencia de libertad y de creación.

Deleuze lo explica bien: “Beckett hablaba de ‘horadar agujeros’ en el lenguaje para ver u oír ‘lo que se oculta detrás’. De todos los escritores hay que decir: es un vidente, es un oyente, ‘mal visto, mal dicho’. Estas visiones, estas audiciones no son un asunto privado, sino que forman los personajes de una historia y de una geografía que se va reinventando sin cesar. El delirio las inventa, como procesos que arrastran las palabras de un extremo a otro del universo. Se trata de acontecimientos en los lindes del lenguaje. Pero cuando el delirio se torna estado clínico, las palabras ya no desembocan en nada, ya no se oye ni se ve nada a través de ellas, salvo una noche que ha perdido su historia, sus colores y sus cantos. La literatura es una salud” (Crítica y Clínica, Gilles Deleuze, 1996).

Escuchemos también la definición de Guillermina Ormeño, actriz y poeta de El Brote:

“El pronóstico esquizofrenia debe ser un problema de los nervios

los nervios del silencio

porque no es pensamiento ni nada de eso

es silencio y mucha ira

una gran ira en el silencio”

No romantizamos la locura. La locura es sufrimiento, es soledad infinita y exclusión. Pero El Brote permite hacer otra cosa distinta con ese dolor, resignificarlo en una experiencia estética y humana compartida, desde un lenguaje que se nutre y conjuga las diferencias: el arte. Y desde una forma del arte que es social por naturaleza: el teatro.

El de pacientes de salud mental es un rol que existe, pero que en el grupo pueden trascender para hacer otras cosas con sus vidas, e inspirar a otras personas con su ejemplo y con su arte.

El próximo lunes 7 de diciembre se podrá ver el Largometraje Documental No está loco quien pelea, a las 20 hs, como parte de la apertura del FAB, Festival Audiovisual Bariloche que se desarrollará de manera virtual y gratuita del 7 al 13 de diciembre próximo (3). ¡Pues ya lo saben, y quedan todxs invitados!

 

Poemas y cartas por y para El Brote

Carta para Gabriela y compañeros del Brote:

En el Brote se reconoce el deseo en términos de experiencia humana de revelar algo – algo que es visible pero no se quiere ver y reconocer – la voluntad irreductible de construir un hecho social que es reunirse y convertir una idea encarnada en cada miembro, transformarla en imágenes y comunicarla en el teatro.

El teatro como manifestación social. Me refiero a lo social como a lo impostergable ya que la vida no es un pasatiempo, a pesar de que parece ser el objetivo de quienes manipulan nuestra existencia. Los que no ingresamos o pertenecemos a ese pasa – tiempo o nos negamos a ingresar a ese espectáculo obsceno del privilegio, nos esforzamos por rescatar nuestras necesidades sencillas y profundas, como es vivir, amar y crear otros espacios posibles en libertad; pensando y sintiendo de otra manera opuesta a la que nos imponen.

Todo se genera siempre a partir de alguien que vislumbra la posibilidad de lo imposible y contagia a quienes de verdad esperaban o soñaban ese momento: en la tristeza, la soledad, la inseguridad, el aislamiento y la exclusión.

Esa llama, esa vocación libertaria pone al día sentimientos y pasiones y lo transforman en un hecho artístico. No para conformar a los temerosos, a las buenas conciencias, ni incluirlos a la antesala de la fiesta o sociedad que los in visibilizó; si no para probar que no hay una sola verdad, que hay muchas mentiras y que esa verdad puede potenciar otras necesidades, otros deseos para transformar el miedo y el hastío en algo que justifique plenamente nuestra existencia, ya que de eso se trata.

Fraternalmente

Humberto “Coco” Martinez, 21-09-08

Actor, Maestro y Director Teatral

El espejo de los sueños, no el reflejo de la realidad.

El teatro es una forma de reflexión y de delirio. Aquel teatro que trata de encarnar lo que viven, sienten y sufren los que lo hacen. El teatro vivo es aquel que se trasmite desde el sitio que uno está transitando, lo que uno está gozando, sufriendo, sintiendo.

La trascendencia en el hombre está determinada por sus sueños y no por obtener ventajas en los pequeños espacios. Es absurdo perder la vida y los sueños en la lucha por los pequeños espacios cuando tenemos un infinito a nuestro alrededor. Lo que está ahí arriba, el cielo no es un cartón pintado.

La mayoría de la gente define a estos compañeros como pacientes, pacientes de salud mental, pero en realidad lo que ellos definen con su accionar es una forma de la impaciencia. No son pacientes, son impacientes por salir de ese lugar.

Humberto “Coco” Martinez

Lo mío es hermoso porque es delirio

acá no existe el delirio de grandeza ni de pobreza

sino el otro delirio

el delirio de que estás casada por ejemplo

y en realidad no estás casada

el delirio de que tenés un novio

pero no tenés un novio

el delirio de que tenés un amante

pero no tenés un amante

el delirio de que tenés un amigo

pero no tenés un amigo

el delirio de que tenés un conocido

pero no tenés un conocido

o sea es una soledad perdida

se piensa solo

se habla solo

se gesticula solo

y se mueve solo

es como estar en un escenario

solo que aquí las cosas nacen solas

no necesitás un director ni una directora

entonces te expulsan del miembro de la familia directamente

dicen los familiares

yo no me preocupo

que se haga cargo el médico

la enfermera

el operador

cuando una persona no cae bien en este mundo

se lo sacan de encima

en vez de dialogar discuten o golpean

y ahí terminás

despachada del mundo

 

me usaron como una servilleta

y me tiraron como si fuera descartable

Estaba pensando en cómo ser inmortal

después me di cuenta que la gente muere por la leche

la gente muere por la lechuga

la gente muere por la zanahoria

y dije no

no es posible salvarme de la muerte

luego vi que los animales mueren por mí

yo miro a través de los gatos

y ellos absorben lo malo de mí y mueren

no

la inmortalidad no es para mí

la inmortalidad tiene la muerte por los huesos

lo infinito tiene la muerte por lo interno

 

(Guillermina Ormeño, de su libro Amores sin trampa y parte de la obra de teatro homónima, El Brote 2017)

 

Ficha artística de la Película No está loco quien pelea, coproducción de la

Asociación Civil El Brote y el Instituto Universitario Patagónico de las Artes (IUPA):

Protagonistas:

Guillermina Ormeño, actriz de El Brote desde 1997.

Elina Nahueltripay, actriz de El Brote desde 1997.

Stella Maris Restucia, actriz y cantante de El Brote desde 2001. 

Ramón Gandolfo, actor de El Brote desde 2009.

Natividad Sacur, actriz de El Brote desde 2010.

Gerardo Contreras, actor de El Brote desde 2017. 

Alicia Tealdi, asistente de dirección de El Brote desde 2015.

Gabriela Otero, fundadora y directora de El Brote desde 1997.

Con la colaboración de:

Pablo Beato, iluminador de El Brote desde 2008.

Teresa Naón, psicóloga social de El Brote desde 2000.

Hugo Barrionuevo, músico de El Brote desde 1997.

Asistentes El Brote:

Micaela Cacheda

María José Paglialunga

Natalia Gómez

Guión y Dirección:

Néstor Ruggeri

Luis Correa

Producción Ejecutiva:

Nicolás Martínez

Lara Decuzzi

Asistente de Producción:

Luján Orden

Cámara:

Luis Correa

Luciano Ruggeri

Juan Manuel Guiñazú

Sonido Directo:

Rodrigo Garabito

Nicolás Ibarra

Montaje:

Néstor Ruggeri

Luis Correa

Posproducción de Sonido:

Pablo Joubert

Rodrigo Garabito

Música Original I Dto. Música Popular Del IUPA:

Jesús Fernández

Canción Final:

“La alegre” de Juan Correa

Posproducción de Color y Trailer:

Nicolás Ibarra

Diseño y Arte Digital:

Sergio Paci

Fotos de Archivo:

Grupo Berp!

Nino Gressani

Marcelo Ambrés

Retratos:

Hebe C. Medrano

Música de Archivo:

CD Voz que brota, producido por Graciela Novellino y Hugo Barrionuevo, El Brote

Archivo Audiovisual 2015:

Tatiana Cannistraci

María Ángeles Casella

Misha Piazzolla

Daniel Schor

Nicolás Ibarra

Archivo Audiovisual 1998:

Lalo Stagnaro

 

(1) Renzo Casali: actor, dramaturgo y director teatral cofundador del “Centro Dramático Buenos Aires - Teatro Laboratorio” - luego denominado grupo teatral Comuna Baires - (1969), de la Escuela Europea de Teatro y Cine (1977) y de Willaldea Green Village - il Villaggio del Teatro (1984). Renzo era amigo de Coco, tuve la oportunidad de conocerlo invitada por la Comuna Baires de Milán en 2006, cuando viajamos a Europa una delegación de El Brote seleccionados para exponer en un Encuentro Internacional de Cultura y Desarrollo Social en Cataluña.

(2) La idea de la asamblea la tomamos en los años 1999 o 2000 del Frente de Artistas del Borda, aunque la adaptamos a nuestros objetivos y funcionamiento como grupo de teatro.

(3) El principal objetivo a cumplir por parte del FAB 2020 es presentar una sustancial cantidad de obras en diferentes formatos, tanto nacionales como regionales, acompañados por sus correspondientes realizadores y trabajadores, para contribuir de esta manera con el progreso y la difusión de toda la producción audiovisual desarrollada en la región y el país.

La ciudad de San Carlos de Bariloche, reconocida en el mundo entero por sus paisajes, chocolates y su centro de esquí, se volverá por unos días en la anfitriona de una reunión anual de quienes forman parte fundamental de la nueva producción de cine, video, televisión y otros nuevos medios de la región, el país y Latinoamérica. Una reunión en la que se compartirá y se fortalecerá la relación entre los trabajadores, realizadores, productores, sus obras y el público.

El Festival Audiovisual Bariloche está organizado por la Secretaría de Cultura del Ministerio de Turismo, Cultura y Deporte de la Provincia de Río Negro.

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