Mujeres latinoamericanas detrás de cámara

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Mujeres latinoamericanas detrás de cámara

21 Julio 2015

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Textos: Juliana Corbelli / Dibujos: Julia Vallejo Puszkin

Acción cultural para toda la comunidad

Mientras tomaba en mi cuaderno apuntes sobre la segunda disertante de esta mesa, a un hombre que había llegado pasada la hora de apertura del tercer día de foro, se lo oyó exclamar con tono de sorpresa reflexiva: “Ah, pero esta mesa es de cine y mujeres”. El hecho es significativo. La mesa se llama “Cultura y género”. Para mí no había dudas: era una mesa de género, y por eso primero de mujeres, y a lo mejor del séptimo arte porque la pantalla estaba activa (creo que la locutora había anticipado este punto). Mucho podría reescribirse para explicar qué es el sexo y qué es el género. Y como me ocurrió, con velocidad podríamos asociar “género” con “mujeres”. Como así también ligar “sexo” con “mujeres” (y con “hombres”). A la vez trasladaríamos así el vínculo en binomio “Cultura” por oposición a “Naturaleza”. Generalizaciones, neutralizaciones o abstracciones son operaciones voluntaristas a la hora de pensar historias sin mujeres, sin sujetos. Y buenas discusiones se hubo dado en los debates por la traducción del término “género”, sus equívocos, sus interpretaciones, su genealogía o la diferencia de los sexos, principalmente en ámbitos académicos, de la última década del siglo XX y entrado el XXI.

Más acá, él y yo tuvimos la suerte de la ocasión: ambos nos equivocamos. Lo importante allí no provenía de los segmentos cerrados, “cine”, “mujeres”, “género”, “cultura”, sino del vínculo, esa “y” de las relaciones que se establecen entre ambos y, dentro de cada espacio, qué exhibe como identitario cada uno de ellos en su historia, su proceso y su conversación. De eso se trató cuando escuchamos las historias de tres cineastas de origen y experiencias diversas, de tonalidades y formas de expresión particulares: Catalina Alarcón de Chile, Tania Hermida de Ecuador y Daniela Seggiaro de Argentina, específicamente de Salta. Es decir, en todos los casos íbamos a ver un cine de mujeres de las alturas, hiladas por una voz caribeña, las que por momentos hubiesen de encender los proyectores y que sentadas por debajo de la inmensa pantalla hubiesen de activar sus micro-documentales o fragmentos de ficción para acercarnos a sus planos, sus viajes, sus pueblos. Para facilitarnos al plurilenguaje una perspectiva de género, belleza y excelencia en la mostración de sus contenidos e historias audiovisuales.

Según María de los Ángeles Tovar Pineda, “en un escenario sombrío de cine de entretenimiento en función del consumo (…) de reducción y opresión a las mujeres, (aquí) emergen voces y miradas discordantes, (…) una forma de narrar que, necesariamente, es otra, (y por lo tanto) abren fisuras en esas construcciones patriarcales y pueden, desde su intencionalidad y su talento, desarticular esas normas y posibilitar espacios de diálogo para su deconstrucción.” Tal es la magnitud del acto cultural de las realizadoras que ella además propone la reformulación en estos términos: “Esta mesa también pudiera llamarse ‘Mujeres detrás de la cámara’ (…) Y más específicamente ‘Mujeres latinoamericanas detrás de la cámara’.”

(En Buenos Aires, se presentó un ciclo homónimo de entrevistas a directoras argentinas, de acceso online). Para el segundo caso, la moderadora invita a la visita del espacio de la Fundación de Nuevo Cine Latinoamericano (La Habana).

Mapa en construcción

MAFI.tv –Mapa fílmico de un país- es una organización chilena sin fines de lucro dedicada al registro microdocumental (de un minuto a un minuto y medio de observación), y que amplía y compendia en un largometraje documental (Propaganda, 2014, 61 minutos), los planos de temas que el numeroso grupo de realizadores divide en su plataforma temáticamente en: “Espectáculo”, “Política”, “Ecología”, “Estilos de vida”, entre otros. Gracias al desarrollo del proyecto digital e investigativo de la organización como así también a su escuela que no descansa en el dictado de talleres de cine documental y nuevas propuestas de expresión, es posible ingresar al mapa que ha plantado la cámara en zonas que van desde el Tarapacá del norte, viajando hacia Iquique, Calama, Atacama, Antofagasta, con recorrida por el sur de Valdivia, la Unión, por el oeste de Puerto Montt, para dibujar de un modo posible estos planos que recorren toda la columna andina, trazando así los nodos en movimiento de una forma de expresión caracterizada por un instrumento metodológico con carácter antropológico.
Catalina Alarcón, productora general e impulsora de este registro de potencial indiscutido, proyectó cinco películas con las temáticas ya citadas, en este orden:

1) “Miss Coqueta” (Concurso Miss Princesita, Haras de Chicureo, Colina. Agosto, 2012, T. Quintana).
2) “Candidata a la Presidencia” (Campaña electoral de Roxana Miranda, La Pintana, Santiago. Octubre 2013, V. Hofmann)
3) “Las piureras” (Caleta de Tongoy. Tongoy, IV región, Octubre de 2012. C. Courbeaux)
4) “Amenaza de muerte en Cuasimodo”. (Fiesta de Cuasimodo, Colina, Mayo de 2011, C. Murray).
5) “Yo soy drag queen” (Backstage drag queen, Bunker Discotheque, marzo 2013. Daniela Camino).

Uno de los puntos polémicos por los cuales la realizadora anticipa la posición de la fundación se da en torno a, por ejemplo, la entrega de premios en festivales de cine de mujeres. En el carácter “segregante” que contienen los rasgos de una película de mujeres en su reconocimiento público para su difusión y distribución. De ahí que se pregunte: “El cine para mujeres, el cine por mujeres, ¿no debería ser simplemente cine? ¿Es acaso diferente por venir de una mirada femenina? ¿Es diferente incluso al premiarse, al seleccionarse en distintos festivales?”

La posición es, a la vez, arraigada en el momento de definir la práctica e intención de observación: “El documental se nos presenta como una herramienta de reivindicación (…) para revelar situaciones poco visibles en la sociedad, invitándonos a reflexionar acerca de nuestra realidad, resignificándola y visualizando situaciones poco comunes que representan patrones sociales que presentan nuestra identidad.”

Esta visibilidad en los planos MAFI eligidos para la disertación exhiben “retratos de violencia”, un trabajo de selección únicas de la realidad dolorosa, injusta e irrespetuosa en múltiples espacios de la realidad chilena. Todos giran en torno a modelos de hegemonía patriarcal: de perfección y belleza de “lo femenino” implantados, por ejemplo, en la infancia por el ideal de “princesa Disney” en espera de ser salvada por su príncipe. O en la ejecución y promoción de un tipo de poder político en las elecciones del Chile de Michelle Bachelet versus Evelyn Matthei, eligiendo desde MAFI el registro y la difusión de la promoción política de la candidata obrera Roxana Miranda, en 2013. Así también en la inequidad laboral de los ámbitos pesqueros, por ejemplo en tareas manuales de las piureras malpagas y sin descanso, o así también en la noche de discotecas, en la intimidad del backstage de drags queen que juegan frente al espejo, antes de la función transformista, en torno de las exigencias heteronormativas de la sexualidad, mientras se preparan entre tonos de voz alternados y contenidos de diálogo irónicos.

La plataforma MAFI.tv contiene un material que no está arrojado, a pesar de exceder en muchos casos la planificación, la fotografía, la producción o la exposición de cámara del equipo del mapa fílmico. En una tarea por excelencia del recorte puntual y captación del drama de lo real, los retratos MAFI visibilizan los contrastes para revelar, reivindicar y resignificar situaciones “en pos de una sociedad más justa, donde hombres y mujeres tengan los mismos derechos y sean respetados de la misma manera”. Catalina Alarcón, por último, manifiesta la voz del equipo: “Nos construimos en base a un cuestionamiento constante, a una búsqueda sin fin, configurando nuestra subjetividad a través de la representación audiovisual. Ya no desde una mirada particular de un hombre, una mujer, sino a través de la mirada de realizadores.” (*Recomiendo la lectura del artículo de Laura Arnés, “Por un feminismo sin mujeres” en Chile, publicado en la revista mora, del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la UBA)

Tania no existe

La cineasta ecuatoriana Tania Hermida fue la segunda panelista de la mesa. Su experiencia como asambleísta, docente, tallerista, guionista, directora y productora rotó la perspectiva. Primero por ser realizadora de ficciones. También por sus cuentos de vida de infancia, las historias de su propia historia, por ejemplo en su primer día de escuela primaria en Inglaterra, sus implicancias, dificultades y compromisos de identidad en un español sin traducción simultánea; sus charlas con sus padres por su herencia cultural, la elección de su propio nombre. Además su audaz manejo de la ironía respecto de la participación de las mujeres en ámbitos como lo demostró este foro -en su mayoría panelistas hombres-, resuena en eco con sus anteriores intervenciones constituyentes (sino actos performáticos) de revolución ciudadana, en el Ecuador de 2008. Tania Hermida desde hace casi una década, sino desde su traslado al Londres extranjero cuando era una niña, ya promovía bordes de identidad mucho más amplios. Esa vez representando a su partido Alianza PAÍS, develando la necesidad de reconocimiento de un estado intercultural y plurinacional, dotaba al conjunto de su discurso de dignidad, reciprocidad, laicidad como así también de los derechos de las personas dentro de una cultura continental. Así, sus realizaciones de ficción también prolongan las discusiones simbólicas que, aparentemente, connotan el peligro de pasar poco advertidas.

La realizadora de los largometrajes Qué tan lejos (2006) y En el nombre de la hija (2011) expuso su interés como cineasta: “A mí lo que más me interesa es el lenguaje, la forma como tejemos nuestro sentido de la realidad, nuestra relación con el mundo, con nosotros mismos a través de las palabras, las imágenes, los nombres, y los sonidos”. De ahí que su exposición haya delineado su vínculo con la filosofía del lenguaje de Simone de Beauvoir, en su lectura como adolescente, a la vez, sus análisis del discurso de la socialdemocracia de su país, o la genealogía o potencialidad del ser en Foucault.

En sus trabajos destacables por la dirección de niños actores y por el cuidado minucioso de sus guiones, a Tania Hermida le queda claro que “había que contar otra historia para que nuestra existencia fuera posible (porque) la identidad se construye.” Así es como “entendí que en mi cultura el tiempo está siempre relacionado con el espacio. Y sólo cuando tomé un mapa, y logré poner las escenas en el espacio geográfico pude terminar de escribir mi guión.”

El lenguaje para dar cuenta de esto es su cine, ese poder de la palabra en su potencia de audiovisualización. A pesar de los escollos que puede aventurarse al momento de pedir un subsidio para filmar fuera de catálogo de moda en el cine latinoamericano (“emergente”, “periférico”, “folklórico” o “de pandillas”), la directora ecuatoriana eligió contar “las condiciones de ser otros”, los desplazados de las geografías establecidas, sin excepcionalidades, pero en sentido de una ética abarcadora del todo, el de toda la especie: “La disputa entonces es bastante más prosaica y tiene que ver con las inequidades. Con quién tiene el poder de tomar la palabra y para hablar de qué cosas (…), para hablar de luchas, de política, para transformar la vida.” Al final y celebrando ese poder concedido en el foro, su deseo devino manifiesto a la audiencia en su última frase: “Que la palabra nos dé la existencia siempre renovada. Gracias por dármela” (* Para más información sobre el fomento del cine en Ecuador y Cuba, entre otros países de la Patria Grande, recomiendo la consulta del informe de la revista Directores: “El cineductor del sur”, de Fernando Brenner).

Tiempos de diálogo

Nosilatiaj, la belleza (2012) es el largometraje realizado por Daniela Seggiario, cuyas imágenes de belleza impactaron al auditorio en la última presentación de la mesa de mujeres latinoamericanas detrás de la cámara. La cineasta salteña se inscribe en el denominado Nuevo Cine Argentino de los noventa, que se reapropió a su vez del de los años sesenta, cortado por la última dictadura militar. Ella plantea que hoy se encuentra aún en debate el concepto género en tanto género cinematográfico. De algún modo, la realizadora se desmarca del conjunto por hablar ahora no en términos de lo “independiente” sino de lo “independizado”. Un cine que estrecha lo propio con lo múltiple, en un espacio de observación “de nosotros mismos con los otros, con la otredad”. Sin desconocer las influencias y el impacto de realizadoras como Lucrecia Martel, María Luisa Bemberg y Lita Stantic, afirma que en la actualidad perviven los debates por la mirada y la escucha para la creación cinematográfica. De ahí que se pregunte: “¿Desde dónde nos vamos a parar para enfocar un hecho o narrar un evento? (…) para poder contar nuestra historia?” Efectivamente para la realizadora existe la novedad para narrar porque así también hay una nueva intención por la escucha de las narraciones orales de mujeres. ¿Cuál es “nuestra historia de la belleza” configurada en una región compuesta por al menos nueve etnias y en donde se hablan más de siete lenguas? ¿En qué medida el choque desmedido de etnias o lenguas visionados por sobre el cuerpo de una criada tensiona los vínculos esclavizantes entre el mundo de los blancos y las operaciones de “normalización” sobre la vida esclavizante que lleva la muchacha?

La película nace para cortar un viejo sentido de la opresión y contar un nuevo sentido por la liberación. Nosilatiaj habla otros diálogos. Se trata de una toma de conciencia a transmitir, este “nuevo sentido” que le había contado Yolanda, la ex criada, a la madre antropóloga de la directora y ella, a su vez, a su hija. Sobre esta especie de cuento interminable y de oralidad sin punto se produce un corte definitivo y una liberación que le permite salir del encierro a Yolanda y no volver jamás a servir a la patrona.

Algo que en superficie pudiese haber sido una anécdota para la comunidad, en la acción cinematográfica de todo el grupo en su conjunto se transformó además en motivo de reflexión acerca de la representación de los papeles de la actuación, sus reconstrucciones particulares y nuevos constructores de significado de las actrices principales. Así desde la ficción se repensó una historia injusta en lo cotidiano, alejada de la “folklorización” o tour audiovisual de “Salta, la linda” para dar lugar al modo de ser y estar en un espacio del monte chaqueño o de otros lugares donde la inequidad o el desconocimiento por los otros son todavía hoy habituales. De este modo, Seggiaro además se aparta de una fija “perspectiva de realidad” al alejar a sus personajes del registro documental de observación, con el objetivo de un nuevo diálogo dentro del armado de la nueva narración. Al finalizar, ella contó el logro compartido gracias a la flexibilidad del lenguaje que experimentaron a la vez que manifestó una necesidad: “Yo misma no podría haber hecho esta película si el diálogo con el pueblo wichí no hubiera sido profundo, fluido, aquietado, trabajado en los tiempos que el diálogo se merece. Y creo que todavía en nuestros pueblos, en nuestro país, necesitamos aquietar la vorágine occidental de nuestro diálogo que muchas veces es, excesivamente, abrumador. Y entender estos otros tiempos, estas otras narrativas, estos otros lenguajes, estas otras formas de pensamiento si abrimos verdaderamente ese diálogo. Creo que vamos a entrar en un momento de verdadera independencia y de verdadera belleza.” (Para la reflexión acerca de una realización documental en conjunto y con novedad en su forma de registro, específicamente en la aldea guaraní de Tamanduá con muchas y muchos detrás de las cámaras, recomiendo Ayvu Pora: las bellas palabras (1998), largometraje de Vanessa Ragone.)

*Las representaciones de la mujer, y las nuevas formas de expresión y reivindicación desde el arte y la cultura contemporánea fue el tema debatido en la mesa que abrió, el 8 de julio, la última jornada del Foro Nacional y Latinoamericano por una Nueva Independencia, que organizó el Ministerio de Cultura de la Nación, a través de la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional y con el apoyo del Ente Cultural de Tucumán, en el Teatro San Martín de la capital tucumana.

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