Monos: una película sobre la selva

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Monos: una película sobre la selva

03 Noviembre 2019

Por Violeta Micheloni

 

En la montaña que se alza sobre la selva colombiana nueve adolescentes esperan armados hasta los dientes. Sin nombres y sin pasado, los conocemos como Perro, Patagrande, Sueca, Pitufo, Lobo, Boom Boom, Rambo y Leidi. No sabemos cómo llegaron ahí, ni qué los motiva a quedarse. Obedientemente responden a una autoridad cuasi marcial que los controla en entrenamientos y que los hace responsables de una ingeniera norteamericana secuestrada “la doctora” y de una vaca llamada Shakira. Pero cuando están solos sus encuentros no están regulados y los problemas no tardan en aparecer. El conflicto escalará obligándolos a iniciar un viaje a través de la selva que inevitablemente resultará transformador. La película partió de una idea original de su director, Alejandro Landes y fue escrita en conjunto con el director y guionista argentino Alexis Dos Santos.

En el fondo, no la conocemos para nada. La selva es una realidad inexplorada que habita en nuestro imaginario conformada por una variedad de imágenes artísticas que delinean una tradición. Hacer una película en la que la selva ocupa un lugar tan preponderante es meterse en esa tradición y asumir una lectura. Alejandro Landes -y el inmenso equipo artístico que dio a luz MONOS- elige generar una máquina de referencias en la que todas esas imágenes previas entran en juego. Películas de Herzog, de Coppola, pero también las más cercanas Zama de Lucrecia Martel, Muere monstruo muere de Alejandro Fadel o El abrazo de la serpiente de Ciro Guerra, así como las novelas La vorágine de Rivera, El corazón de las tinieblas de Conrad. Todas ellas encuentran sentidos a partir del paisaje y los construyen como espacios simbólicos, vehículos de estados emocionales diversos. MONOS es una película que va hacia ese imaginario y construye su relato en diálogo con esas referencias. Específicamente, la idea de la impenetrabilidad. La selva es ese espacio inconquistable, incomprensible, que encierra secretos y que transforma a aquellos que se aventuran a través de ella. La música, composición original de la londinense Mica Levi, logra dar una voz poderosa a ese personaje que la naturaleza conforma. La fotografía, a cargo de Peter Zuccarini (Piratas del Caribe y La vida de Pi), retrata siempre con un dejo de oscuridad al principio un paraje montañoso, húmedo y frío para luego sumergirnos en una selva que asfixia. A una fotografía y música notables se suma una dirección de actores destacada. Con solo dos actores profesionales, Julianne Nicholson y Moisés Arias, el resto de cast fue seleccionado en castings en escuelas y el entrenamiento actoral estuvo a cargo de la actriz argentina Inés Efrón. Del grupo sobresale Sofía Buenaventura como “Rambo”, un personaje queer lleno de emociones, que no encaja en ningún esquema y que mantiene una distancia de toda la experiencia encarnando de alguna manera la mirada del espectador.

Por otro lado, la película alude lateralmente al conflicto armado en Colombia. Su director planteó en declaraciones que esta vaguedad fue buscada con el objetivo de desmarcar el enfrentamiento de las posibles ideas o juicios previos adheridos a él. En su opinión, tal perspectiva es necesaria y tiene el potencial de dar aire nuevo a un conflicto viejo. El film logra lo que se propone con el mérito extra de no cerrar las interpretaciones posibles. Sin embargo, al ponerse en juego la supervivencia, amenazada por la naturaleza voraz y por el mismo grupo de pertenencia y sus reglas, las individualidades pasan al frente y borran en cierta medida los conflictos propios de una lucha colectiva. El plano final que conforma el epílogo de la película recupera en cierta medida el contexto y nos recuerda el trasfondo del conflicto real. Un helicóptero se alza sobre la selva tupida que escupe a un sobreviviente y vuelve a cerrarse. La vemos impenetrable como al principio en donde se escondía debajo de colchones de nubes retratados desde las montañas. La selva es ese lugar en el que no se puede entrar y que de algún modo representa todos los espacios reales o metafóricos que necesitan de la oscuridad para existir. Entre ellos, podría decirse también, la resistencia.