Miyazaki en el valle del viento

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Miyazaki en el valle del viento

16 Febrero 2014

Por Boris Katunaric

Posibilidades perdidas

“El mundo de la fantasía humana es infinito”, esta premisa simple es la base del libro La historia interminable de Michael Ende o (más conocida) su adaptación cinematográfica La Historia sin fin, de ahí que el problema sean los humanos y su incapacidad de generar infinitud ya que los limites culturales, económicos y políticos (o en realidad pueden ser cosas de otra índole inclasificable) nos atan cada vez más al piso de lo real en un mundo dinámico, hambriento de novedades rápidas y digeribles. Ahora bien, las anomalías existen y Miyazaki es una de ellas, por lo menos de las más lindas. Ambientalista y antibelicista, Miyazaki deforma las realidades a su antojo, creando mundos inesperados, con gran inspiración en la cultura popular y religión japonesa, valores éticos y filosóficos o simplemente avocándose al libre juego de una mente inmensa, mágica y lúdica. Una de sus frases nos abre la puerta a cómo piensa el mundo en relación a su arte: “Me gusta la expresión posibilidades perdidas. Nacer significa estar obligado a elegir una época, un lugar y una vida. Existir aquí, ahora, significa perder la posibilidad de ser otras innumerables personalidades potenciales.”

Una aproximación desesperada e incompleta

Sus participaciones como mangaka y como productor o guionista de animación antes de la creación de Estudios Ghibli, en 1985, no son de mayor relevancia: se destaca Heidi, la conocida serie animada, y El castillo de Cagliostro, ambas para Toei; este último filme es su primer trabajo como director, y una parte de una serie de los setenta cuyo personaje es Lupín, un ladrón de guante blanco despreocupado y descuidado, con mucho humor pero sin destacarse el trabajo que llegó con la originalidad de la primer película de y para Ghibli: Nausicaä del valle del viento. Es una bella historia futurista en un mundo que va renaciendo después de mil años por una devastación natural (¿…?) que ha dejado zonas contaminadas, una guerra por recursos bélicos, insectos gigantes y una heroína que intenta resolver el problema entre exterminar la contaminación y poder convivir entre insectos y humanos.

A la par que Nausicaä del valle del viento, en el universo Miyazaki existen otras dos películas donde el mundo animal y vegetal cobran un fuerte protagonismo, pero esta vez sin un efecto tan devastador: Ponyo y Mi vecino Totoro. En la primera, una historia de amor y amistad entre un niño y una pequeña sirena es la excusa para mostrar cómo el mundo submarino se apropia del mundo terrestre, convirtiéndolo en parte de él a partir de una serie increíble de personajes marinos que nada tienen que envidiarles a los bichos marinos imaginados por Disney. La segunda, por su parte, cuenta las aventuras de dos pequeñas hermanas que, tras mudarse a una casa en medio del campo, entablan amistad con un extraño animal fantástico, un totoro, que habita en las profundidades de un inmenso árbol, al tiempo que las ayuda a sobrellevar la enfermedad de su madre.

Steampunk vs Fantasía

Los ejes estéticos de Miyazaki rondan dos géneros bastante puntuales, cuyos horizontes posibilitan una gama de recursos visuales y escenarios dramáticos que, más que limitarlo, lo proyecta incansablemente. De más está decir que éstos no duermen en habitaciones separadas sino que revolotean comunicándose con el buen gusto de los profesionales, sin abusar. Sus películas más cercanas al público infantil como Ponyo o Mi vecino Totoro permiten que los escenarios japoneses  o italianos típicos, como pueblos o campos arroceros, tengan la amplitud que permite desarrollar las habilidades de los personajes más fantásticos con desafíos naturales, como inundaciones o extravíos. Estas películas ponen siempre la fantasía como factor sorpresa dentro del mundo real, son humanos que encuentran o desencuentran personajes mágicos. Éstas, tal vez, sean sus creaciones más libres y sencillas, por las prioridades de una narración sin tantas tensiones, bien cercanas a la belleza.

Lo contrario pasa con sus películas más enfocadas al público adulto, tanto la ya mencionada Nausicaä… como El castillo vagabundo, construcciones donde conviven mundos imaginarios en su totalidad con conflictos complejos y estética y argumentalmente más puntillosos y más detenidos (dentro de la infinitud de la fantasía)  en algo más trascendental. En ambas películas encontramos esta similitud conceptual, una guerra inminente, una necesidad de impedirla. Pero el clímax de la fantasía se encuentra en El castillo… Seres extraños, mágicos, un fuego que habla, hechizos y brujas que avejentan al subir una gran escalera, todo bajo una estética Steampunk, donde se ejerce impunemente la belleza de las maquinas a vapor, extrañamente desarrolladas para que vuelen o caminen con patas bajo el poder de un timón o de un demonio.

Síntesis

Como todo gran autor, en su obra logra plasmar una suerte de totalidad representativa y que puede retomar los ejes vistos en el punto anterior pero como síntesis. El viaje de Chihiro es, sin dudas, la más grande Película de Miyazaki y la más importante en la historia de Japón, ganadora de treinta y cinco premios, incluido el Oscar a mejor película animada. Esta película pone toda la carne al asador de la imaginación, donde los pasajes metafóricos se esparcen plenamente a través de cada personaje. Argumentalmente perfecta, cuenta como escenario una especie de gran Spa para dioses, grotescos y avaros para quienes trabaja Chihiro buscando rescatar a sus padres de un hechizo que los convirtió en cerdos; para esto debe realizarse en su labor como forma de superación y reconstrucción de su identidad pasada. Lo más interesante dentro del escenario es la presencia de estos dioses inspirados en criaturas de algunas leyendas folklóricas y religiosas, pero en ningún momento toman el mando de la trama. Miyazaki en una entrevista aclara este punto “La religión, sea el budismo o el shintoismo, es omnipresente pero no lo domina todo. Los símbolos religiosos se encuentran en todas partes y en mis películas lo uso de la misma manera: están en grupos pero son grupos discretos. Dan testimonio de la tradición y de la realidad. Los agricultores preferían los cultos naturalistas y ese es otro aspecto de la religión en Japón. El vínculo con la naturaleza es aún una característica esencial del alma japonesa”.