Memorias de Aurora Venturini, una de las últimas amigas vivas de Evita
Por Carlos Garcia Lacamara y Eduardo Capdevila
"Tuvo una vida tan fugaz y tan intensa que cuando pienso en ella me parece un sueño. Yo conté con el privilegio de su rara amistad y les aseguro que nunca nadie me maltrató tanto, ni me quiso tanto como Eva Perón". Así comienza el prólogo del libro que se completa con "Pogrom del cabecita negra" (de 1969) que fue una manera de contar sobre el peronismo en los años de proscripción.
Con 92 años pero la lucidez intacta, Venturini combina en su voz el fervor con la tristeza; la devoción a la mujer detrás del mito de Evita y la decepción por el final de las banderas por las que lucharon. Venturini reconoció que si bien no está "en condiciones de ver lo que pasa" en el país, se guía por lo que le dicen compañeros de militancia. "Ahora hay gente que viene a pedir y otra que dona" mientras que "en los tiempos de Eva Perón no había limosneros y el Estado estaba presente junto a las personas en mala situación social”. "Los barrios no se regalaban. Se les daban los ladrillos para que se los hicieran y vigilábamos que las cosas se hicieran con cuidado".
"Teníamos pensionados para los chicos superdotados, que se articulaban con las casas de admisión. Se les hacían los test a los chicos, yo era psicóloga encargada de hacerlo, y a los que estaban en condiciones de estudiar se los sacaba de los institutos y se los mandaba a una pensión e iban a las escuelas normales, sin decir que eran de minoridad, para que no se les hiciera un vacío. Así surgieron muchos abogados, contadores, escribanos, maestras y maestros que venían de ahí, ningún médico. Cuando llega la (Revolución) Libertadora en 1955 (derrocamiento de Perón), fue libertadora de las porquerías, porque sacaron a todos los chicos aunque les faltaran sólo materias para recibirse, cerraron los pensionados y se robaron todo lo que había en la Fundación", recordó Venturini.
Por último, la escritora de la novela "Las Primas" (premio mejor libro editado en 2009 en España) reconoció que "para escribir este libro yo tuve que sufrir mucho, pues tuve que traer todo aquello que viví hasta hoy y provoca dolor".
El libro y la historia
Venturini conoció a Eva Perón en el Instituto de Psicología y Reeducación del Menor, mientras daba clases en La Plata. La amistad que trabó la llevó a colaborar durante años en la Fundación y ser testigo de las transformaciones del peronismo a mitad de siglo XX. En 1955 tuvo que autoexiliarse en Francia durante 25 años, donde se hizo amiga de personalidades como Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Albert Camus.
"Este libro lo escribí porque me lo pidió el editor. No pensaba escribir sobre Eva, porque estas cosas me desgarran. Además, yo había escrito una cosa romantizada sobre la vida de Eva, algo liviano; pero la señora no era liviana, era muy pesada, era muy difícil y extraordinaria. El libro "Eva, Alfa y Omega" no es cortito, tiene más de 100 páginas. Y para describirla me remonto a lo que ella planta de niña en tierra mapuche, en Los Toldos".
Venturini relató que "la madre de Eva sufría muchísimo, porque mientras las hermanas iban a la escuela ella se iba con los indios; acompañada de Juancito su hermano, tomaba un micrófono que él le había hecho y ante ellos daba sus primeros discursos políticos, hablaba de pobres con 10 años. Eva salió mucho a su padre, que era un notable caudillo de Junín, un hombre fuerte y un poco brutal, que había muerto cuando ella era muy pequeña". "Con el dinero que la mamá le daba para la escuela, ella compraba chocolates y caramelos y los repartía entre los indios. Como tenían vacas, ella llevaba leche para que los indios tomaran chocolatada por primera vez".
"Juancito era un chico común, que se vio con plata en el bolsillo y se la gastó. Y no se iba a suicidar, amaba mucho la vida; además nadie se suicida con un tiro en la espalda. Perón no lo soportaba, (Perón) era muy honesto con el tema del manejo de plata y esas cosas”.
En el libro, Venturini también narra cuando la Señora intercedió para que no fueran echadas de un colegio secundario varias estudiantes embarazadas y otra con un divorciado. "Yo conocí una directora de un colegio, que era muy dura como todas en esa época. Me cuenta que hay unos vientres embarazados. Le respondí que eran chicas de quinto año, que las dejaran terminar. Y me respondió que no era conveniente entregarle un diploma a una chica en ese estado. Fui a Buenos Aires y le dije a la Señora que había un tema serio en la escuela tal. Inmediatamente me dijo 'marcame el número de teléfono'. La llamó y le dijo 'a vos te gusta que te cojan, a las chicas también' y nadie fue expulsado de la escuela".