Marvel Aguilera: la jaula humana

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Marvel Aguilera: la jaula humana

01 Diciembre 2019

Por Raúl Haurat

 

Marvel Aguilera es periodista y editor de contenidos periodísticos. Actualmente dirige la línea editorial de Revista Ruda y colabora en numerosos medios de comunicación.  En diálogo con el programa radial “Manual de Perdedores” (FM Zoe 107.1) y Agencia Paco Urondo se refirió, entre otras cosas, a sus influencias literarias, su paso por la Facultad de Filosofía, la decisión de estudiar periodismo y su mirada sobre el 2001, los militares y la reconstrucción del tejido social.

 

APU: “La jaula humana” es un libro de cuentos y relatos que toca una fibra para quienes transitamos por ese conurbano de fines de los noventa. ¿Sentís que hay una similitud entre aquel momento y el actual? 

MA: Lo que pasa es un tanto paradójico. El libro termina siendo difícil de leer más que nada en estos últimos años. Hay un recuerdo de ciertas situaciones de pauperizaciones laborales y económicas que se vieron este último tiempo que chocan al momento de la lectura. Traen un bagaje de mucha miseria y hambre. Es la realidad que vivimos.

APU: Al comenzar con la lectura del libro nos topamos con el cuento “En defensa de la sangre”. ¿Hay una búsqueda de cierto rigor periodístico en tu ficción?

MA: Ese cuento surgió de una investigación que hice con un colega. Fuimos a diferentes comunidades Quom del conurbano. Hay una en Pilar otra en Marcos Paz, y a partir de allí algo que empezó desde lo solidario, terminó en un intercambio de filosofía, de costumbres, de historia. Lo que me llamaba la atención era que también había una dificultad de parte de ellos por construir su propia identidad, de poder encontrar un legado. Hay muchos chicos de la comunidad que están muy identificados con lo que nosotros podríamos decir “la cultura blanca”. Ellos mismos no lograban sentirse contenidos con su tradición, con su identidad aborigen. 

APU: Tanto en el cuento sobre los aborígenes Quom como en “Reminiscencias”, una oda a la militancia, está manifiesta la idea de poner el cuerpo. ¿Buscas desromantizar la mirada de los mártires?

MA: Critico mucho esto de los mártires y de poner el cuerpo, que es algo que pasa por cuestiones de crisis. Me parece que es algo que no hay que romantizar. Es una situación trágica como lo que está pasando en Chile. Es un punto para saltarlo, para buscar otras formas de construir lo social.

APU: Los relatos son crudos y tajantes. Por momentos surge la prosa poética. ¿Hay una búsqueda consciente al momento de escribir para que las historias no sean tan brutales?

MA: Sí, me han dicho que escribo sobre el conurbano y sin embargo, no le pongo una voz estereotipada del tipo de los barrios bajos. Yo nunca hable así. Tampoco nací en un barrio de pauperización. Nací en Merlo, que es una localidad grande que tiene sus partes más críticas, y otras medianas como se pueden encontrar en la ciudad de Buenos Aires. Si, lo que fue en la crisis 2001, fue muy fuerte. Costó mucho reconstruir…

APU: ¿Cuál es tu voz? 

MA: Mi voz es la de un tipo promedio que pudo estudiar, encontrar más o menos un estilo, un lenguaje, relatando lo que se vivía en ese entonces. Por eso hay una contrapartida. Tal vez haya otros escritores que ponen más en esa voz, como (Leonardo) Oyola o (Juan Diego) Incardona pero a mí me interesa ponerle otra voz. Menos en el barro, un poco más desde el afuera. Desde mostrar y describir. 

APU: En la Jaula Humana podemos encontrar narradores variopintos. Desde un cacique Quom, a una niña que ha perdido a su madre escritora hasta personajes que han vivido situaciones traumáticas o pierden el sentido de la realidad. ¿Cuál fue el punto de partida?

MA: No fue tanto el contexto, eso se dio de forma inconsciente. El punto de partida fue la imposibilidad para romper determinados sometimientos y estigmas sociales. Cuando comencé a escribir había dejado la carrera de filosofía porque no encontraba una relación con la praxis, con algo que me permitiera interpretar la realidad cotidiana. 

APU: ¿En qué sirvió tu paso por la carrera de filosofía?

MA: Me sirvió para empezar a leer algunos textos y tener una visión crítica. En particular a (Jean-Paul) Sarte y a (Peter) Sloterdijk que son dos filósofos que estudiaron la noción del humanismo, de la normalización de ciertas conductas. Me parece interesante poner eso en debate. En el cuento “En defensa de la sangre” yo no hablo de un Estado plurinacional. Sin embargo, poner en eje la problemática de los Quom es una forma al menos de empezar a debatirlas. Y en el cuento “Reminiscencias” tambièn, que es una oda a la militancia. En esa época (2001) hubiese sido mucho más difícil. Era rupturista hacer política. 

APU: Citabas el cuento “Reminiscencias”. ¿Iba a ser el título del libro?

MA: Si, iba a ser el titulo porque yo estaba más enfocado en la forma. Leí mucho a (Roberto) Bolaño y él decía que el contenido después de «Sobre Héroes y Tumbas» (de Ernesto Sábato) ya no era el paradigma. Era la forma. Construí los relatos en base a una especie de rompecabezas que uno tiene que ir armando en la medida que los va leyendo. Desde mi rol de periodista y de autor, yo rescataba más el compromiso con la realidad. Entonces tenía que decir algo el título respecto del contenido. “La jaula humana” va en pos de eso. La prisión es un castigo. En cambio la jaula, para muchos animales es un hábitat natural desde el nacimiento, como si fuera su hábitat silvestre. Cuando en realidad, es una forma de sometimiento.

APU: Las jaulas en el libro pueden ser un pueblo en el Chaco, el tren, un trauma o una secta. Hay jaulas que están abiertas a pesar de que no nos damos cuenta. ¿Cuánto influenció las lecturas de Sartre o Sloterdijk al momento de construir la ficción?

MA: Bastante, yo creo que hubiera sido difícil tratar de plantear ciertos conceptos solo en base a la literatura ficcional. Necesitaba poner sobre la mesa ciertas ideas, respecto de la esclavitud mental. Más allá de la física. En cómo se viajaba en los trenes por ejemplo. Yo quería hacer una especie de analogía de cómo es estar en coma dentro de la rutina, dentro de la cotidianeidad. Estar normalizado en una situación crítica. Desde lo económico, desde lo laboral. 

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Influencias

 

APU: Naciste en el año 1987. Me da la sensación que vas más atrás que muchos escritores de treinta años ¿Hay una búsqueda de las influencias que trasciende a tu generación?

MA: Yo siempre voy hacia atrás. Mis primeras lecturas fueron de los escritores rusos. Empecé leyendo a (Fiodor) Dostoievski, a (Leonid) Andréiev, a (Nikolái) Gogol. El cuento “El Capote” de Gogol fue paradigmático para yo empezara a escribir. Un cuento muy de la miseria. Te causa vergüenza leerlo. Yo quería escribir algo así. A través de la literatura rusa encontré a (Roberto) Arlt, el mejor representante de ese tipo de escritura. “El juguete rabioso” es otro libro que me influyó en la forma de construir historias. Siempre hay una vuelta atrás. No por ser peyorativo con el presente. Lo que se hizo en materia de literatura y de cine es muy interesante. 

APU: Luis Herrera escribió en el prólogo del libro: “Una narrativa en formato video clip con frases cortas y tajantes”. ¿Hay una influencia del cine además de la literaria?

MA: Un colega me decía que los cuentos le remitían mucho a las películas de (Leonardo) Favio. Yo no lo había pensado. Tal vez en el cuento “Sapos quemados” donde asoman los basurales. Hay un tipo que estuvo preso, que es originario de Paraguay.

APU: Este libro es el primero de una trilogía ¿Los relatos de “Ira y tiempo y “Cero tolerancia” tienen que ver con la misma temática?

MA: La Jaula Humana es un punto de partida. Un caldo de cultivo que iba a empezar a efervescer. Tengo ideas respecto de otros cuentos. Después de que agote las posibilidades de La Jaula Humana, me meteré con una novela “La Razón suicida”.

APU: En el cuento “Rodolfito” rescatas la necesidad de estar siempre revisando el pasado. Hay una textual de un militar retirado. Está la voz muy potente de Bruno Kogan, el Alemán. ¿Cómo fue la construcción de ese personaje?

MA: Me gusta mucho las crónicas de libros periodísticos de los años setenta. Es más, yo empecé periodismo a partir de un libro que es la biografía de (Rodolfo) Galimberti de (Marcelo) Larraquy y (Roberto) Caballero. Esa historia es increíble. Es el paso de lo que fueron setenta, la época más idealista que tuvimos como Nación; a los noventa, que fue la más superficial. Siempre me pareció una época, que más allá de lo que pasó respecto de la dictadura y los desaparecidos, para indagar sobre las ideas y lo que se estaba poniendo en juego en lo regional y en lo mundial. En cuanto a la construcción de la voz del militar, tiene que ver con mis lecturas de obras periodísticas y sobre algo que investigué bastante. Los cuadernos que publicaron los propios genocidas. Son ediciones caseras reivindicando la lucha contra la “subversión” como decían ellos. Estaban convencidos que era una guerra y los desaparecidos eran soldados con los que combatían. 

APU: Pasamos de esa juventud maravillosa de los sesenta a la frivolidad y a la apatía de los noventa. ¿Cómo reconstruimos el tejido social?

MA: El título preliminar del libro fue “Reminiscencias”. Es una reivindicación de construir una organización social. Reconstruir la política en tiempos en donde el discurso es sobre lo individual, el bien personal y la meritocracia. Es necesario volver a construir los lazos del tejido social, de empatizar con lo colectivo, lo grupal. En ese sentido, junto a Ayelén Sol, Esteban Galarza y Eloy Rodríguez Tale hacemos “Ruda”. Una revista cultural desde una perspectiva política e ideológica. Somos simpatizantes de los proyectos nacionales y populares entonces tratamos de poner nuestro eje de construcción desde ahí. 

APU: ¿En qué momento te encontró La Jaula Humana?

MA: Es un momento como autor que quería poner sobre la mesa muchas ideas que remitían a muchos años de escribir y vivir situaciones muy difíciles. Pérdidas laborales, tragedias familiares. Fue maximizar todo eso en una obra literaria. No quiero hacer una especie de carrera en relación a la temática. Me parece importante cerrar etapas y pienso que quiero escribir sobre otro tipo de cuestiones. Lo que viví en estos últimos años.