Lo visible de la pornografía

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Lo visible de la pornografía

13 Agosto 2016

Por Santiago Gómez
Desde Florianópolis


A comienzos del 1900 Sigmund Freud horrorizó las pacatas sociedades europeas hablando de la sexualidad infantil. Poco más de cien años después en el programa más visto de la televisión argentina niñas bailan enroscadas a un caño, vestidas como mujeres que ejercitan ese baile, y los adolescentes acceden a pornografía en internet con las computadoras que les dio el Estado. Las cosas han cambiado mucho. Pero no tanto, dice Segismundo del otro lado, mientras larga el humo de su habano. “La categoría MILF demuestra que estaba en lo cierto con el complejo de Edipo”, agrega. Homero le toca el hombro al viejito y le dice “sí macho, pero lo bautizaste Edipo. Todo eso ya fue dicho en Grecia”. Para hacernos en el presente una idea de aquellos palacetes griegos, donde se enfiestaban los hombres que ocuparían los lugares del senado imperial o rondarían por sus alrededores, no hace falta más que acceder a internet y buscar orgías en universidades de Estados Unidos. En manos de esas personas está parte del futuro del mundo.

Conoció Freud las resistencias de las personas a hablar de su sexualidad. A partir de las fantasías que escuchaba conseguía hacerse una idea de cuál era la lógica de pensamiento de sus pacientes, las fuerzas que disputaban en el interior de esas personas, teorizó al respecto. Si la historia de la sexualidad dice algo sobre nuestras sociedades, la pornografía nos obliga a leer qué dice de nuestro presente. Adolescentes de la principal potencia mundial que se prostituyen para pagar la universidad o el viaje de egresados en la secundaria, dispuestas a reconocerlo también ante las cámaras, diciendo que "si coger te van a coger igual", es preferible que sea unas horas y lo dejen grabado, a que te tengas que levantar un mes entero para que sea ocho horas por día por la misma cantidad de plata.

Los videos en los que esas jóvenes van a participar se preparan para la categoría amateur de los sitios con videos pornográficos, las jóvenes saben que pueden ser contratadas por unos pocos videos o quizá uno solo, pero el negocio tiene un final, no pueden hacerse conocidas porque lo venden como amateur y cuando lo suban sabrán qué tanto le gusta a sus clientes lo que ellas hacen. Mujeres que nunca antes vendieron el uso de su cuerpo y que tendrán que soportar que les generen arcadas que servirían para probar que el que filma la tiene grande. Si la sexualidad tiene algo para decirnos, la pornografía sirve para que leamos qué nos muestra.

Ante todo nos muestra personas preocupadas por ser vistas. Relaciones en las cuales una persona da y la otra recibe y la que recibe tiene que mirar a cámara para confirmar que eso que recibe es lo que está necesitando, tiene que confirmar que la otra persona tienen lo que hay que tener. Si la sexualidad nos habla de nuestras sociedades, los videos nos están diciendo que hay personas que sólo gozan asfixiando a las otras, en tiempos en que abrimos el diario y nos dicen que grupos financieros asfixian Estados o empresas. Sabemos que no se trata sólo del goce en apretarle el cuello a la otra persona, para que quede claro de quien depende su vida, sino que también están aquellas personas que retienen la respiración para llegar al orgasmo. Pensemos que el cantante de una de las bandas de pop más famosas de los ochenta murió asfixiado por el cinturón que ató al picaporte de la puerta y al que se enroscó mientras se masturbaba. En exceso, INXS, se llamaba la banda que lideraba.

Cien años atrás Freud estaba vivo, publicaba sus conferencias introductorias al psicoanálisis, tratando de que consiguieran oír lo que tenía para decir sobre los niños y la sexualidad, compartir su teoría sobre la histeria, comentar sobre aquella paciente que pasó a la historia como Dora y que era una adolescente, aunque ya sabemos, a nuestras bisabuelas las casaban con quince o catorce años. Hoy hay hombres que pagan por tener sexo con chicas de catorce, quince o tal vez menos y hay chicas de catorce, quince o tal vez menos que tienen relaciones sexuales voluntariamente.

La sociedad se rige sobre tener o no tener y a partir de eso se ordenan las relaciones sociales por jerarquía. En la pornografía también se refleja ese ordenamiento, el de una sociedad que se ordena jerárquicamente sobre la base de la propiedad, que establece leyes y para quienes no las cumplen, castigo. Si las instituciones disciplinarias son las militares, policiales, la escuelas, como señaló el psicólogo y filósofo francés, Michel Foucault, no es de extrañar que la presencia de las mismas se refleje en las relaciones sexuales, donde los disfraces de policía y maestra están a la orden del día. Olmedo inmortalizó aquel personaje del psicoanalista que le pedía a sus pacientes que le hablaran de sus fantasías y él se disfrazaba.

En tiempos en que la forma de relacionarnos produce personas dispuestas a pagar por someter sexualmente mujeres, niños, niñas, por dinero; la pornografía nos permite ver crudamente el modelo de relacionamiento social y los mecanismos de su reproducción. La lógica del tener o no tener lleva a las personas a mostrar lo que tienen. Mientras el país se caía a pedazos y la gente rodaba sin rama de que agarrarse hacia la pobreza, la ostentación se hizo cultura y el dorado corrió como loco. Hoy todo se filma, se sigue mostrando, y filman para que se vea: mirá yo cómo también doy, cómo también someto, cómo hago que se la coma, aunque llore, mirá cómo paro una persona en la calle le ofrezco plata y acepta que le haga lo que quiero, la pongo de rodillas.

Quienes entran en la adolescencia, como hace cien años, y desde que se sepa, se preguntan por el encuentro sexual, buscan en internet, se encuentran con la pornografía y la sexualidad, como la vida, se pone cada vez más televisada. Quizá crean que se trata de eso. Las mujeres harán ruidos tan poco creíbles como los de los videos, imitarán miradas, los hombres propondrán poses incómodas y descubrirán lo poco satisfactorias que pueden resultar. Por fracasar no se preocupan, con veinte años toman una pastilla para viejos sin fuerza o pocas motivaciones, y se aseguran que van a ser un porno star.

 

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